Cuidado con el arbitrismo

Cuando en el seno del gobierno bolivariano se está discutiendo la aplicación de un conjunto de medidas en materia de política económica, siempre es recomendable acudir a las experiencias históricas porque pueden servir como brújulas, sobre todo para no desviar el camino.

El arbitrismo es el nombre genérico que se da a una corriente de pensamiento político y económico desarrollado en la Monarquía Hispánica, fundamentalmente en la Corona de Castilla, durante la segunda mitad del siglo XVI y el siglo XVII. Se llama arbitrista a quien dirige un memorial al rey solicitándole que tome tal o cual arbitrio.

Tanto el término arbitrio y arbitrista, considerados como solución o solucionador, terminaron en un desprestigio total y sus voceros fueron tipificados como "locos razonadores" o "locos repúblicos y de gobierno" porque sus recomendaciones causaron cualquier cantidad de catástrofes.

Dirá Jorge Abelardo Ramos en su texto Historia de la nación latinoamericana que en la época de “la crisis crónica de la economía y finanzas españolas”, se desarrollaron los arbitristas, esto es, los que con sus “alocadas ideas” pretendían “solucionar” esa crisis. Por tanto, la diáspora en su doxa será lo predominante. Existían los que proponían remedir la decadencia de erario español, “mediante la sustitución en la labranza de las mulas por bueyes. Otro sostenía la necesidad de establecer en toda España montes de piedad. Ofrecía otro engrosar las arcas reales mediante el establecimiento de una armada española en el peñón de Gibraltar que cobrara un impuesto a todas las naves que atravesaban esas aguas. Otro, aún, imaginó remediar la escasez de numerario mediante el reemplazo de la moneda metálica por un grano de cacao; otro, en fin, sugería la idea de remplazar la moneda de plata por moneda de hierro”.

Frente a estos personajes “misteriosos” y “encumbrados” existirán dos apreciaciones muy interesantes que es pertinente resaltar. Una, la de Miguel de Cervantes en El coloquio de los perros, donde dirá:

Yo, señores, soy arbitrista, y he dado a Su Majestad en diferentes tiempos muchos y diferentes arbitrios, todos en provecho suyo y sin daño del reino; y ahora tengo hecho un memorial donde le suplico me señale persona con quien comunique un nuevo arbitrio que tengo: tal, que ha de ser la total restauración de sus empeños… Hase de pedir en Cortes que todos los vasallos de Su Majestad, desde edad de catorce a sesenta años, sean obligados a ayunar una vez en el mes a pan y agua, y esto ha de ser el día que se escogiere y señalare, y que todo el gasto que en otros condumios de fruta, carne y pescado, vino, huevos y legumbres que han de gastar aquel día, se reduzca a dinero, y se dé a Su Majestad, sin defraudalle un ardite, so cargo de juramento; y con esto, en veinte años queda libre de socaliñas y desempeñado.

Por su parte, Francisco de Quevedo en La Fortuna con seso relata que un príncipe de Dinamarca, aquejado de males de dinero, pidió consejos a los arbitristas o armachismes en los términos siguientes:

Llamábanse de hidearbitristas, contradiciéndose los arbitrios los unos a los otros, y cada uno sólo aprobaba el suyo. Pues estando encendidos en esta brega, entraron de repente muchos criados, dando voces, desatinados que se abrazaba el palacio por tres partes, y que el aire era grande. Coge la hora en este susto al señor y a los arbitristas. El humo era grande y crecía por instantes. No sabía el pobre señor qué hacerse. Los arbitristas le dijeron se estuviese quedo, que ellos lo remediarían en un instante. Y saliendo del teatro a borbotones, los unos agarraron de cuanto había en palacio, y, arrojando por las ventanas los camarines y la recámara, hicieron pedazos cuantas cosas tenía de precio. Los otros, con picos, derribaron una torre. Otros, diciendo que el fuego en respirando se moría, deshicieron gran parte delos tejados, arruinando los techos y asolándolo todo. Y ninguno de los arbitristas acudió a matar el fuego y todos atendieron a matar la casa y cuanto había en ella. Salió el señor, viendo el humo casi aplacado, y halló que los vasallos y gente popular y la justicia habían ya apagado el fuego. Y vio que los arbitristas daban tras los cimientos y que le habían derribado su casa y hecho pedazos cuanto tenía, y, desatinado con la maldad y hecho una sierpe.

-Infames, vosotros sois el fuego. Todos vuestros arbitrios son desta manera. Más quisiera, y me fuera más barato, haberme quemado, que haberos creído. Todos vuestros remedios son de esta suerte: derribar toda una casa, porque no se caiga un rincón. Llamáis defender la hacienda echarla en la calle y socorrer el rematar. Dais a comer a los príncipes sus pies, y sus manos y sus miembros, y decís que le sustentáis, cuando le hacéis que se coma a bocados a sí propio. Si la cabeza se come todo su cuerpo, quedará cáncer de sí misma, y no persona. Perros: el fuego venía con harta razón a quemarme a mí porque os junté y os consiento. Y como me vio en poder de arbitristas, cesó y me dio por quemado. El más piadoso arbitrista es el fuego: él se ataja con el agua; vosotros crecéis con ella y con todos los elementos y contra todos. El Anticristo ha de ser arbitrista. A todos os he de quemar vivos y guardar vuestra ceniza para hacer de ella cernada y colar las manchas de todas las repúblicas. Los príncipes pueden ser pobres; mas, en tratando con arbitristas para dejar de ser pobres, dejan de ser príncipes.

En Venezuela se encuentran los arbitristas que están proponiéndole al gobierno bolivariano cualquier cantidad de “alocadas ideas” para que las implemente, sin considerar para ello sus costos y consecuencias sociales.

Los arbitristas son los que dicen que debe levantarse el control de cambio y liberar la tasa de cambio, incluso olvidándose de la gradualidad. También estos arbitristas dicen que estas medidas generarían al inicio inflación, produciéndose un “overshooting, esto es, “pasarse de la raya” o “excederse” en la tasa de cambio, pero esto se resuelve si ello va acompañado de una férrea disciplina fiscal, lo cual, sin eufemismo por delante, significa parar los aumentos de salarios; corregir el problema inflacionario por vía eminentemente monetaria, lo cual pasa necesariamente por una reducción del gasto público. Recomiendan igualmente estos arbitristas, que debe ponerse orden en PDVSA, despojándola de sus funciones sociales, incrementar la producción petrolera, aumentar el precio de la gasolina para bajar la demanda interna y aumentar las exportaciones y, sobre todo, sincerar Petrocaribe, que traducido a un lenguaje sencillo sería, ni más ni menos, revisar los acuerdos con todos países que allí participan. Y ante esto vale preguntarse: ¿Dónde quedan las misiones sociales? Estas, según los arbitristas, deben redefinirse e incluso, muchas de ellas, eliminarse.

Este conjunto de medidas al lado de otras, enviarían, dicen con entusiasmo, excelentes señales a los agentes económicos y a las calificadoras de riesgo y, por supuesto, generaría credibilidad en el mercado de divisas.

En definitiva, la recomendación de estos arbitristas es muy simple: es el modelo de la exclusión social, el modelo del libre juego del mercado, esto es, de la oferta y la demanda, de la privatización de PDVSA, la CANTV, la electricidad y todos los servicios públicos.

Como dice el autor ya mencionado, Abelardo Ramos: “los arbitristas no han muerto con el paso de los siglos. Al releer a Quevedo, vemos sin estupor que los afamados técnicos del Fondo Monetario Internacional en el siglo XX (y también en el XXI, debe agregarse) con sus tenebrosas y destructivas recetas, nada tienen que aprender de sus maestros, los arbitristas del Siglo de Oro”. (pp. 53-53).

Grecia y la España de hoy, así como la América Latina de la década de los noventa del siglo pasado, son claros ejemplos.

Por eso es importante volver con el Comandante eterno y repetir con sus palabras del 8 de diciembre de 2012, lo siguiente: “Y en cualquier circunstancias nosotros debemos garantizar la marcha de la Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta Revolución, construyendo la democracia nueva, que aquí está ordenada por el pueblo en Constituyente; construyendo la vía venezolana al socialismo, con amplia participación, en amplias libertades”.

No nos equivoquemos: por encima de todo hay que seguir “dirigiendo, junto al pueblo siempre y subordinado a los intereses del pueblo, los destino de esta Patria”.

*Sociólogo, Doctor en Ciencias Sociales, Profesor Titular, Ex Director de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV y fue embajador en Polonia, Uruguay y Grecia.

 

framongonzalez@gmail.com



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1438 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter