Introducción
En el texto de la Ley Orgánica de Educación, aprobado por la Asamblea Nacional en agosto del 2009, se recogen los principios y valores rectores, derechos, garantías y deberes en educación, que asume el Estado como función indeclinable..., de acuerdo con los principios constitucionales... para la transformación social, así como las bases organizativas y de funcionamiento del Sistema Educativo de la República Bolivariana de Venezuela.4
Una ley de esta envergadura que atañe a la vida de la República, a inicios de esta centuria, necesariamente tiene que ser producto de un gran debate nacional, en virtud de que ésta busca definir las bases sobre las que descansa la formación del ciudadano que los nuevos tiempos exigen. Así hemos entendido la responsabilidad de debatir desde el mismo momento en que la Asamblea Nacional Constituyente aprobará en 1999 la nueva Carta Magna. Diez años que han servido para que los hombres y mujeres de buena voluntad de este país incorporaran reflexiones al texto de la nueva ley de educación, mientras que otros sectores más preocupados por el desconocimiento de las instituciones democráticas estaba dedicados al golpe de Estado.
Muchas han sido las voces que se levantan en contra de la Ley Orgánica de Educación; algunas de ellas de agentes claramente definidos como opositores a ultranza del gobierno bolivariano que encabeza Hugo Chávez; otras, desde sectores universitarios, que alarman dadas las contradicciones conceptuales que confunden género y sexo, bien común y colectivismo, interculturalidad y educación bilingüe, educación laica y ateísmo, autonomía universitaria con irresponsabilidad administrativas, entre otros. Además de las consabidas campañas de los medios de comunicación privados que se empeñan en proponer un patrón cultural y educativo discriminatorio, sexista, religioso, etc., etc.
La nueva Ley Orgánica de Educación tiene el objetivo fundamental de darle direccionalidad a las políticas educativas en relación a los aspectos idiosincráticos, históricos, políticos para la formación del nuevo republicano y la nueva republicana, con apego a la Patria y con una clara identidad sociocultural, vinculada a las necesidades y realidades venezolanas, Latinoamérica y caribeñas. Para lo cual busca nutrirse de la propuesta pedagógica de Simón Rodríguez, José Martí, Luís Beltrán Prieto Figueroa y Paulo Freire, y en el pensamiento filosófico de la teoría de la complejidad y de la interculturalidad. Además de estar sustentada en los principios de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999.
En el preámbulo de nuestra Carta Magna –aprobada en referéndum popular con el 70% de los votos- se exponen los principios sobre los cuales se procura la instauración de una nueva República, en este sentido, se pretende
…establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad.5
Estos principios, contemplados en el preámbulo constitucional, quedan expresamente expuestos en el artículo 3 de la LOE que reza:
La presente Ley establece como principios de la educación, la democracia participativa y protagónica, la responsabilidad social, la igualdad entre todos los ciudadanos y ciudadanas sin discriminación de ninguna índole, la formación para la independencia, la libertad y la emancipación, la valoración y defensa de la soberanía, la formación en una cultura para la paz, la justicia social, el respeto a los derechos humanos, la práctica de la equidad y la inclusión; la sustentabilidad del desarrollo, el derecho a la igualdad de género, el fortalecimiento de la identidad nacional, la lealtad a la patria e integración latinoamericana y caribeña.
Se considera como valores fundamentales: el respeto a la vida, el amor y la fraternidad, la convivencia armónica en le marco de la solidaridad, la corresponsabilidad, la cooperación, la tolerancia y la valoración del bien común, la valoración social y ética del trabajo, el respeto a la diversidad propia de los diferentes grupos humanos. Igualmente se establece que la educación es pública y social, obligatoria, gratuita, de calidad, de carácter laico, integral, permanente, con pertenecía social, creativa, artística, innovadora, crítica, pluricultural, multiétnica, intercultural y plurilingüe.6
Esta correspondencia entre los principios del preámbulo constitucional y el artículo 3 de la LOE dejan sin efecto las críticas que pretenden descalificar -por inconstitucional- la propuesta curricular. Muchos de sus críticos se niegan a entender que el proyecto de país expresado en la Constitución, como imperativo categórico, necesariamente debe reflejarse en la Ley de Educación. Por lo que sus cuestionamientos se convierten, más que en críticas la Ley de Educación, en oposición franca al modelo de país que se aspira construir y que se expresa en la Constitución Nacional.
Son muchos los teóricos que han escrito al respecto. Entre los intelectuales latinoamericanos destaca la postura del maestro venezolano Luís Beltrán Prieto Figueroa, quien en su obra La Escuela Nueva en Venezuela, considera que todo Estado responsable y con autoridad real asume como función suya la orientación general de la educación. Esa orientación expresa su doctrina política y en consecuencia, conforma la conciencia de sus ciudadanos. Cuando se está en una sociedad democrática, esa orientación general no debe responder a sectores y grupos de particulares sino al interés de las mayorías. Este deber del Estado no puede ser delegado en otras organizaciones particulares, porque ellas, tienden a favorecer sus propios intereses de grupo. Luego –sentencia Prieto- la educación como función pública, es función del Estado nacional.7
Desde esta perspectiva política, le corresponde al Estado definir los principios y fines de la educación, retomando la tesis del Estado Docente. Entendiendo por ello, la filosofía que compromete a todo Estado a orientar su educación desde la perspectiva ideológica sobre la cual se fundamentan sus instituciones. De allí, que un Estado democrático, por imperativos políticos y sociales, necesariamente tendrá que propiciar una educación democrática, la cual debe estar orientada a la superación de la tradición excluyente, clasista, sexista, racista, eurocéntrica y judeocristiana que ha caracterizado la educación tradicional en Venezuela desde tiempos de la colonia, y que ha tenido como fundamento la racionalidad occidental surgida a raíz de la modernidad.
Hacia un nuevo saber.
En los actuales momentos se viene suscitando un apremiante debate en torno a las nefastas consecuencias que ha originado la hegemonía de la racionalidad occidental sobre el universo discursivo de las culturas que habitan sobre el planeta. Occidente ha sido y es portador de una racionalidad construida desde la negación del sujeto, que -en tiempos de globalización- ha constituido a las leyes del mercado en normas imperativas que deben regular la vida de los hombres y de la misma naturaleza, colocando a éste –al mercado- como valor supremo, en detrimento de la vida.
Son muchas las voces que se dan cita en esta discusión; el mismo occidente ha engendrado discursos que procuran una alternativa a la lógica que ha puesto en riesgo la posibilidad de que la vida sobre la Tierra continúe. Es así como se entiende la teoría de la complejidad, como una teoría fundada desde la afirmación rotunda de la vida, como una propuesta ética enfrentada a la cultura de la muerte. Y es precisamente así como se encuentra planteado en la nueva Ley Orgánica de Educación.
Lo que se pone de manifiesto es el estar presente ante un proceso constructivo de un nuevo saber. Un saber que tiene como cimiento al sujeto, o mejor dicho a la vida del sujeto, es decir un saber construido desde una perspectiva ética. Para ello, el Estado asume la competencia de planificar, ejecutar y coordinar políticas y programas:
De desarrollo socio-cognitivo integral de ciudadanos y ciudadanas, articulando de forma permanente, el aprender a ser, aprender a conocer, aprender a hacer y aprender a convivir; para desarrollar armónicamente los aspectos cognitivos, afectivos, axiológicos y prácticos, y superar la fragmentación, la atomización del saber y la separación entre las actividades manuales e intelectuales.8
La propuesta epistemológica de la complejidad pone en tela de juicio a los ideales de conocimiento propios de la racionalidad clásica –surgida a la luz de la modernidad-, que fracciona la realidad en parcelas para luego ser abordadas por diversas disciplinas científicas las cuales han pretendido desentrañar los enigmas del mundo.
En el marco de esta nueva Ley de Educación se busca articular los parcelamientos disciplinarios –quebrados por el pensamiento disgregador- a fin de construir un conocimiento multidimensional que se oponga a la supremacía de una ciencia sobre cualquier otra, a una omniracionalidad. Se trata, en principio, del reconocimiento de los lazos existentes entre las entidades que nuestro pensamiento debe necesariamente distinguir, pero no aislar entre sí.
En este punto del análisis se pueden sintetizar los elementos básicos del ideal de racionalidad compleja precisando que ha cambiando la noción de complejidad, que era entendida en sentido clásico como atributo indeseable de la realidad y se medía por el grado de dificultad para la comprensión. Lo complejo estaba relacionado también con la incapacidad del sujeto para expresar mejor la realidad.
La nueva noción de lo complejo lo asume como atributo irreductible de la naturaleza de la cual el sujeto forma parte. Se enfatiza por ello, el carácter sistémico integrador de la naturaleza, no reducible al campo de ninguna disciplina especial. Desde el punto de vista metodológico el holismo tiene preeminencia sobre el reduccionismo.
Ciertamente muchos saberes han sucumbido ante la hegemonía de la epistemología moderna, pero hoy, cuando el ser humano se enfrenta a la real posibilidad de que la vida desaparezca sobre el planeta, se plantea una valoración de los aportes que desde otras perspectivas conocedoras engendran vida y no destrucción.
Rodríguez, Martí, Prieto Figueroa y Freire: hacia una teoría pedagógica latinoamericana.
Cuando en el campo internacional, el imperialismo avanza en sus políticas de apropiación de los territorios y recursos necesarios para afirmar la hegemonía de la burguesía norteamericana en el mundo, recurriendo a las invasiones y a las guerras, a la burda manipulación de los medios de comunicación masiva, a los proyectos económicos de corte neoliberal, a la instalación de bases militares, al chantaje de los organismos internacionales, en América latina se apuesta a la construcción de alternativas políticas, económicas, culturales y pedagógicas que se oponen a la hegemonía de los valores propagados por el imperio. Esté proceso de emancipación se nutre de la experiencia liberadora de insignes pedagogos como: Rodríguez, Martí, Prieto Figueroa y Freire.
Los pueblos de América latina se enfrentan al reto de seguir construyendo una teoría crítica emancipatoria, frente al proyecto neoliberal. Aún cuando pueda parecer paradójico, se cree que es necesario afirmar los postulados pedagógicos de los intelectuales latinoamericanos haciendo el esfuerzo de radicalizar sus principios, en virtud de que el capitalismo ha acentuado su proyecto colonizador. La tarea de una teoría crítica hoy es más urgente que antes, en virtud de que más radical es el peligro inminente de destrucción de la vida, de la naturaleza y la creciente dificultad de superar la actual crisis de civilización. América latina se enfrenta a la expansión de una cultura y una ética que pretenden ahogar definitivamente las alternativas emancipatorias que se registran en el continente con abrumador apoyo popular. Sin embargo, esta tarea ha de ser creativa e innovadora, debe beber de las fuentes de los pedagogos latinoamericanos, e inspirados en sus ideales proponer –a la luz del nuevo siglo y sus signos- respuestas a los retos que enfrenta la humanidad. Esto supone investigar con rigurosidad y sistematizar la riqueza enorme de experiencias de educación popular, con el compromiso de emancipar al ser humano de cualquier dominación.
Es así, y solo así, como se entiende la vigencia que Rodríguez, Martí, Prieto Figueroa y Freire, tienen en la construcción de un proyecto educativo nacional. Lo que implica que ante la exigencia de una “formación republicana y para el trabajo”9, formulada por Simón Rodríguez, se tiene que ser capaz de llenarla de nuevos contenidos, adaptándola a la propuesta política de construir una democracia verdaderamente participativa y protagónica, en la cual el pueblo sea el sujeto de su propio desarrollo y emancipación, y que se forme en la urgencia de la solidaridad a fin de superar la desagregación producida por la ideología neoliberal. Se trata de educar ciudadanos en el pleno ejercicio de sus deberes y derechos, pero además, de formar republicanos conscientes de la necesidad de defender la patria en lo que más la identifica: su cultura.
La educación y la instrucción en las observaciones de Simón Rodríguez, habría de expresarse en el ámbito sociedad-escuela, en una relación dinámica total e integradora. Esta relación hace posible que la educación y la instrucción sean “necesidades vitales y humanas” para la construcción de la sociedad y la estabilidad de sus instituciones, entre ellas la escuela, y a la vez que la sociedad y la escuela sean agentes (interdependientes: la escuela, en un hacer al hombre en la conducta social para el vivir en sociedad y la sociedad, en un sostener y fundamentar la escuela para todos), que den impulso y aseguren la educación y la instrucción, que ha de ser general y llegar a todos, para que haya vida social, moral y productiva, para que hayan ciudadanos. La formación se ha de orientar, por un lado, desde y para la sociedad, en la que el hombre participa de un “comercio de servicios mutuos y recíprocos”10, ya que el hombre, a decir de Rodríguez, no vive solo ni un instante, y en razón a ello, “necesita del auxilio, del socorro o el amparo de sus semejantes”, por lo que el conocimiento de estos, el de sus congéneres, es de estricta obligación, y
“por consiguiente, que la sociedad debe ocupar el primer lugar en el orden de sus atenciones y por cierto tiempo ser el único sujeto de su estudio”.11 Es en la relación y en la vivencia con los demás que el hombre adquiere experiencia y hábitos, porque “cada hombre pone sus ojos y sus oídos en contacto con los movimientos y con los efectos de los movimientos de otros hombre. Ve lo que hace y oye lo que dice”12 y en virtud a que “las cosas obran unas con otras, al contacto y unas en otras, por influencia”.13
La Formación, por el otro lado se han de encauzar en y por un agente instituidor-conductor, sea la sociedad que no solo debe...” poner a la disposición de todos la instrucción, sino dar medios de adquirirla y obligar a adquirirla”14, que es modo de ofrecer la experiencia y el saber de otros en función de aquellos que necesitan instruirse; sea la escuela, ya que “allí empieza la vida de las relaciones, con las cosas y las personas...”15, y por cuanto es suplente de la potestad paterna en las funciones de instruir y educar, sea el maestro, quien debe ser “padre común” con aptitudes y dominio en la función de formar.
La perspectiva social-educativa, refiere a la educación y a la instrucción como tareas formativas hacia la sociabilidad, que debe estar presente en todas las edades, pues “La vida tiene 4 épocas o paradas,... y en todas hay los motivos de la sociabilidad” y hacia la asociación, que es encaminar el hacer vital en el plano de lo comunitario, de la relación y de la conveniencia social. La enseñanza, que ha de ser general y constante y el aprendizaje, son vistas como actividades de capacitación para la vida social, sostenida en el arte social que ha de emanar de las “luces y virtudes sociales”, de los principios sociales, de las ideas y de los conocimientos sociales en general, que buscan forjar y estructurar hábitos, costumbres y conducta social-moral.
La educación-instrucción, son cometidos formativos que competen al gobierno, quien ejerce de “padre común”, y a la sociedad, porque hay obligación de enseñar y aprender. Educación e instrucción son reclamos sociales que han de apuntar en la construcción del ser sociable y útil en función de la aptitud y la habilidad del hombre, de su condición individual social y del saber-hacer como razones fundamentales de manifestación para la vida, el trabajo y el bien común. Este educar-instruir es posible en el trato con las cosas con los hombres, en virtud a que las ideas, el conocimiento, la experiencia, el aprendizaje, la razón y la conducta social se impulsan desde el vínculo objeto-sujeto, como un trato, un encuentro con las cosas, y desde el nexo con el otro, con el semejante, considerando cada uno su interés en el interés de todos.
La Escuela es fundante del hombre en su naturaleza social y debe sacarlo del pozo de la ignorancia, puesto que “el hombre ignorante no sabe gobernarse ni defenderse”, desterrar errores en la infancia, advertir que la “importancia mental somete y la física esclaviza”, considerar que es fundamento del saber y palanca para levantar pueblos al grado de civilización, y que su objeto principal son los preceptos sociales. En este sentido, la escuela debe ser:
- Recinto de relaciones, ya que influye en todas, desde las más indiferentes hasta la más importante, sean físicas, intelectuales, sentimentales, morales y sociales. Es en la relación de donde ha de surgir la disciplina social-moral, la fuerza-idea de la asociación, la combinación de sentimientos para la convivencia social y el conocimiento de los verdaderos intereses de cada uno.
- Casa cómoda y con dotación suficiente, que permita descanso, recreación, juego y empeño por el deseo de saber y aprender.
- Lugar para enseñar y aprender, que son necesidades y obligaciones para la formación, la exclusión de la ignorancia, el conocimiento útil y las vivencias sociales.
- Espacio instructivo para la comunicación, el estudio, la sociabilidad, la confraternidad, el desarrollo de la razón y la conducta en general.
- Taller para el trabajo, que prepare en el saber y el hacer, en el ejercicio de lo útil y lo ciudadano, en las artes y las ciencias.
- Centro conductor-administrador de la instrucción y de la enseñanza.
Es así, y solo así, como se entiende la máxima del pensamiento pedagógico de Martí, cuando afirma “La historia de América, de los incas de acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia, es preferible a la Grecia que no es nuestra”.16 Dado que será el conocimiento de la historia latinoamericana desde una perspectiva crítica la que permitirá el que sus pueblos expresen con verbos nuevos el futuro que quieren construir. Se trata de que los pueblos sean capaces de identificarse en la diversidad y de contribuir en “el desarrollo de una conciencia patriótica y republicana consustanciada con la identidad local, regional y nacional; con una visión latinoamericana, caribeña y universal; en el fortalecimiento y valoración de la interculturalidad y la diversidad cultural; y en el rescate de la memoria histórica, para el fortalecimiento de la identidad venezolana”; como lo contempla la nueva Ley de Educación.
Ambos postulados –el de Rodríguez y el de Martí- son parte de una tradición pedagógica latinoamericana que pocas veces ha encontrado eco en las leyes, planes y proyectos educativos de nuestra América. Se ha preferido copiar formulas didácticas gestadas en otras latitudes y que por ende obedecen a otros intereses y responden a otras necesidades. Pero a pesar de ello siempre han existido voces que haciendo énfasis en la realidad latinoamericana plantean alternativas emancipatorias.
Ante la disyuntiva de ¿cómo aprender a vivir juntos en esta aldea global respetando las regiones? Se puede responder desde el lenguaje martiano cuando se refería al fin de la educación y decía que:
“...no es hacer al hombre nulo, por el desdén o el acomodo imposible al país en que ha de vivir; sino prepararlo para vivir bueno y útil en él. El fin de la educación no es hacer al hombre desdichado, por el empleo difícil y confuso de su alma extranjera en el país que vive, y de que vive, sino hacerlo feliz, sin quitarle, como su desemejanza del país le quitaría, las condiciones de igualdad en la lucha diaria con los que conservan el alma del país”.17
Ante la duda de ¿cómo las políticas educativas pueden favorecer el desarrollo del hombre, de sus potencialidades en todos los casos, en la diversidad? Se entiende claramente si se recuerda que “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido; es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive; es ponerlo a nivel de su tiempo, para que flote sobre él y no dejarlo debajo de su tiempo, con lo que no podrá salir a flote: es preparar al hombre para la vida.”18 La vida para que se deba preparar al individuo en la actualidad es bastante diversa, se enfrentan tantas alternativas que su entereza para asimilarlas constituye la esencia del carácter dialéctico de la educación. Ante ¿cómo ser ciudadano del mundo actual sin perder las raíces? No puede olvidarse la máxima expuesta en Nuestra América: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.”19
También existe más de una respuesta ante la interrogante de ¿cómo resolver las tensiones entre lo espiritual y lo material que se presentan ante este nuevo siglo?: “El pueblo más feliz es el que tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción del pensamiento y en la educación de los sentimientos”20
Esta tesis se reafirma en uno de sus tantos consejos: “Un pueblo instruido será siempre fuerte y libre”.21
Ahora bien, es lógico plantearse ¿como puede la educación colaborar a ello? Cuando se asimile que: “….es necesario hacer de cada hombre una antorcha”.22
Si las reflexiones se ubican en el contexto educacional y en sus ejecutores, hay que preguntarse: ¿cómo puede la escuela? Y la respuesta es definitiva: cuando se conviertan en
“casas de razón, donde con guía juiciosa se habituase al niño a desenvolver su propio pensamiento, y se le pusiera delante, en relación ordenada, los objetos e ideas, para que deduzca por sí las lecciones directas y armónicas que le dejan enriquecido con sus datos, a la vez que fortificado con el ejercicio y gusto de haberlos descubierto”.23
Y ¿cómo puede el maestro? Cuando su imagen se dibuje como:
“Aquel hombre a quien aman tiernamente los alumnos que le ven de cerca la virtud; aquel compañero que en la conversación de todos los instantes moldea y acendra, y fortalece para la verdad de la vida, el espíritu de sus educandos; aquel vigía que a todas horas sabe dónde está y lo que hace cada alumno suyo, y les mata los vicios, con la mano suave o enérgica que sea menester, en las mismas raíces, creando amor al trabajo, el placer constante de él en los gustos moderados de la vida.”24
Ahora bien esta misma saga pedagógica latinoamericanista la encontramos en la obra de Luis Beltrán Prieto Figueroa. Humanista por la verdad y profundidad de sus saberes, lo fue también por centrar en el hombre y su destino su amplia bibliografía y trayectoria política y educativa. La novedad de su humanismo radica en que rebasó los ámbitos académicos y las aulas convencionales para irse a la calle, traducirse en acción ciudadana e influir en el espíritu y conducta del hombre común. Entendió que su vida y la de su generación tendrían sentido sólo en la entrega desinteresada, dado que estaban llamados a retomar los caminos de libertad para el pueblo inspirados en la obra bolivariana.
Esta convicción germinó en él manifestada en las aspiraciones colectivas presentes en su ideario. Entendía que “la vida egoísta es vida en soledad interior, que se hace plena por la inserción en la vida de la comunidad, por la comprensión y el acercamiento.”25 Entendió a su vez que la libertad es un compromiso de todos los días y sólo pueden merecerla quien se sienta capaz de defenderla y quien, corazón en mano, ponga a disposición de todo un pueblo el generoso aporte de su fe en un mejor destino para la humanidad.26
Para Prieto Figueroa ser hombre y ciudadano es ser una persona de servicio, integrada a la obra de todos en el ejercicio pleno de la libertad, entendida esta como un poder controlado que no admite la invasión de los derechos del prójimo. En este sentido dirá: “El que se cree libre fuera de la convivencia en una organización, sin asumir responsabilidad con nadie es un irresponsable y la irresponsabilidad es una forma de deshumanización que concluye en la esclavitud... No puede alegar derechos quien no asume deberes”.27
Para él la escuela representa el escenario donde el individuo descubre su potencial transformador y donde se forjan los nobles ideales de justicia y solidaridad. Dirá:
(...) nuestra escuela, por imperativos sociales debe ser progresista, entendido el término en el sentido de una educación para la formación del hombre integral en su postura de miembro de una comunidad, del ciudadano libre y responsable con el desarrollo económico social, capaz de confluir en una mejor y más grande preocupación, no para aprovechamiento de unos pocos sino para mayor beneficio social.28
La carga humanista que debe prevalecer en la escuela encuentra su realización plena en la conjunción con el anhelo democrático del proyecto de vida de Prieto Figueroa. Para él humanizar es democratizar, y democratizar es elevar al hombre y al conjunto de hombres a la superior dignidad de persona y el medio de personalizar, de completar la obra de la naturaleza en el hombre es tarea de la escuela. Por ello expresa que el fin supremo de la educación es “Desarrollar las virtualidades del hombre, colocándolo en su medio y en su tiempo, al servicio de los grandes ideales colectivos y concentrado en su tarea para acrecentar y defender valores que, si fueran destruidos, pondrían en peligro su propia seguridad”.29
En el ideario de Prieto Figueroa, la educación es el aspecto más relevante: es desde allí que se producen todas sus reflexiones que intentan dar una explicación a la realidad venezolana para luego transformarla. Docente desde muy joven, experimentó las calamidades que, en la primera mitad del siglo XX, caracterizaban el sistema educativo y asumió el compromiso político de presentar claras alternativas que terminaran con la concepción de la educación como un privilegio de castas, para transformarlo en un derecho de todos. “Maestro Prieto” es el nombre con el que se le recuerda, reconocimiento que lo convierte en referencia obligatoria para comprender la historia educativa contemporánea de Venezuela.
Además de beber de las fuentes robinsonianas, Prieto se convierte en militante de la concepción pedagógica de la Escuela Nueva, entendió que por imperativos sociales la educación que exigía nuestra realidad necesariamente tendría que ser progresista. Entendiendo el término en el sentido de una educación para la formación del hombre integral en su postura de miembro de una comunidad, del ciudadano libre y responsable con el desarrollo económico social, capaz de incidir en el beneficio de todos.
Prieto Figueroa, en su diagnóstico hecho de la historia de la educación en América Latina, considera que su curso ha sido copiado o impuesto por los modelos del quehacer pedagógico de las naciones colonizadoras. Hecho que ha contribuido a que se afirme que somos una prolongación de Europa, lo que a su vez sirve de argumento para negar nuestra autenticidad y lo que el mestizaje de pueblos y culturas aportó al desenvolvimiento de nuestra historia.
Para el maestro la educación, cuando es expresión de una clase dominante tiende a formar individuos para perpetuar sus intereses. De allí que siendo el clamor de su generación la instauración de la democracia, la educación necesariamente tenga que ser democrática. Ella tendrá por fin formar ciudadanos aptos y productivos, de espíritu democrático, respetuosos de los derechos de los demás y celosos defensores de los propios derechos.30
En su opinión se trata de crear una nueva manera de comprender la formación del hombre dentro de un medio nuevo, con tareas nuevas. Se trataría de aplicar, lo que denominó humanismo democrático, cuyas tareas definió en la forma siguiente:
Formar al hombre en la plenitud de sus atributos físicos y morales, ubicado preferentemente como factor positivo del trabajo de las comunidades. Capacitar para la defensa del sistema democrático dentro del cual tienen vigencia y son garantizados los derechos civiles y políticos esenciales de la personalidad humana y capacitar para el trabajo productor mediante el dominio de las técnicas reclamadas por el desarrollo técnico de la época.31
Todas estas apreciaciones sobre la educación que se requería en la Venezuela postgomecista, llevó a Prieto Figueroa a elaborar el Proyecto de Ley Orgánica de Educación Nacional, sancionado por el Congreso en 1948, desde una orientación humanista de masas, en contraposición con el humanismo burgués, dirigido –según afirma– a las élites de los que estaban en posición de predominio por su riqueza o por su poder.
En Venezuela, hasta entonces –consideraba Prieto– la educación había tenido un fuerte carácter de educación de castas. Estuvo circunscrita a reducidos núcleos humanos, de allí que frente a una pequeña élite que disfrutaba del poder y de la riqueza, tuviéramos una inmensa masa analfabeta que representaba el 59%, de la población. Teníamos –reitera Prieto Figueroa– teóricamente una educación gratuita y obligatoria, que en la práctica no contaba con el número de escuelas suficientes y que representaba grandes esfuerzos económicos de quienes pretendían alcanzar niveles culturales que otros con gran facilidad conseguían por su posición económica o por su proximidad al poder.32
Esta alarmante situación lo llevó a impulsar su tesis del Estado Docente, entendiendo por ello la filosofía que compromete a todo Estado a orientar su educación desde la perspectiva ideológica sobre la cual se fundamentan sus instituciones. De allí que un Estado democrático, por imperativos políticos y sociales, necesariamente tendrá que propiciar una educación democrática. Sumado a esto, el Estado debe asumir plena responsabilidad en materia educativa, para lo cual debe garantizar los recursos humanos y económicos necesarios para garantizar el acceso y la permanencia del pueblo en el sistema educativo.
Desde esta perspectiva, todo Estado responsable debe asumir como función inherente a sus atribuciones la educación, lo que a su vez le garantizará formar ciudadanos con conciencia de pertenencia a una patria. Prieto, como ningún otro pedagogo venezolano del siglo XX, supo interpretar los soportes ideológicos de los regímenes políticos que se sucedieron a lo largo de esa centuria. Para él los regímenes liberales y “democráticos burgueses” olvidaron el derecho del pueblo a la educación, y lo que se hizo en materia educativa nunca fue suficiente para elevar la dignidad del pueblo a través del acceso a la cultura y el trabajo.
Él nos muestra que la lucha por la democracia es inseparable de la lucha por la educación del pueblo con calidad y sentido nacional. Como demócrata, se opuso a que, por su orientación exclusivista, el sistema educativo sirviera de instrumento de dominación social, reproductor de las desigualdades económicas y culturales que se convierten en el soporte de los regímenes antipopulares.
Dentro de esta fuerte convicción, el maestro asume el principio de la socialización de la educación que persigue el propósito de insertar la escuela en el medio social de modo que el régimen de estudio y de trabajo del plantel se deben ordenar como mecanismos de acción social, proyectándose en consecuencia el aprendizaje en función colectiva33.
Para Prieto, desde esta perspectiva, todo Estado responsable y con autoridad real asume como función suya la orientación general de la educación. Esa orientación expresa su doctrina política y en consecuencia, conforma la conciencia de sus ciudadanos. Cuando se está en una sociedad democrática, esa orientación general no debe responder a sectores y grupos de particulares sino al interés de las mayorías. Este deber del Estado no puede ser delegado en otras organizaciones particulares porque ellas, tienden a favorecer sus propios intereses de grupo. Luego –sentencia– la educación como función pública es función del Estado Nacional.34
Similares premisas teóricas son presentadas por el maestro brasileño Paulo Freire, con su teoría de la pedagogía del oprimido. Para Freire, la práctica pedagógica en nuestra América, necesariamente tiene que ser liberadora, dada la situación de dependencia y dominación en la que se encuentran los pueblos de esta parte del continente. La educación, entendida desde esta perspectiva, contribuye a que el oprimido logre las condiciones de descubrirse y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico. Constituye además un proceso de humanización, en el cual el hombre y la mujer se reencuentran en la plenitud de ser ciudadanos plenamente libres.
Para este pedagogo brasileño, la educación debe ser entendida como un instrumento de liberación individual y colectiva, que contribuye a la formación en el pueblo, de una conciencia de sujeto protagónico, hacedor de su propia historia, con la fuerza y la capacidad de transformar su propia realidad social, económica y política, haciéndolo apto para vivir una auténtica democracia, una democracia real y no solo formal, una democracia participativa y no solo representativa.
En este sentido se afirma que la educación, por imperativo ético, ha de ser liberadora, basado en la acción colectiva y no en un proceso individual. No es únicamente un individuo al que debe preparar para la madurez, es un mundo. No debe ser creadora con respecto al individuo, sino con relación a la historia.
Para Paulo Freire el primer referente de la “educación liberadora” es la “estructura de dominación” que caracteriza a las sociedades dependientes. Para enfrentar esta realidad, plantea el autor, que una transformación de las estructuras no es posible ni válida, si no se acompaña y no va precedida por una verdadera liberación de las conciencias. Se subraya así que la dominación es también y muy fundamentalmente cultural; convirtiendo a la cultura del pueblo en una “cultura del silencio”, que conlleva el fatalismo y el determinismo, e imposibilita la organización del pueblo y su acción trasformadora.
La educación, en este sentido, implica un cambio de conciencia, como condición para pasar de la inmersión pasiva de la sociedad a una capacidad de acción y lucha por su transformación. Este tomar conciencia es apropiarse críticamente de la situación, desde su perspectiva histórica y política. La toma de conciencia conduce a un encuentro de sujetos, que se reconocen en sus diversidades como seres concretos enfrentados a la urgente necesidad universal de preservar sus vidas y la de las futuras generaciones. “La existencia humana en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras, sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres –y las mujeres- transforman el mundo”.35
Esta orientación freireana se encuentra reflejada en la Ley Orgánica de Educación cuando en los fines de la educación, se expresa que la educación conforme con la Constitución de la República Bolivariana tiene entre sus fines:
Desarrollar el potencial creativo de cada ser humano para el pleno ejercicio de su personalidad y ciudadanía, en una sociedad democrática basada en la valoración ética y social del trabajo liberador y en la participación activa., consciente, protagónica, responsable y solidaria, comprometida con los procesos de transformación social y consustanciada con los principios de soberanía y autodeterminación de los pueblos, con los valores de la identidad local, nacional, con una visión indígena, afrodescendiente, latinoamericana, caribeña y universal.36
Esta perspectiva pedagógica de Rodríguez, Martí, Prieto Figueroa y Freire, orientan a la necesidad de reforzar, con la Ley Orgánica de Educación, el estudio de las ideas filosóficas latinoamericanas, con el propósito de formar en el conocimiento de la originalidad y autenticidad que ha caracterizado el quehacer de nuestros intelectuales de nuestra América.
Bibliografía
ASAMBLEA NACIONAL. (1999) Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Caracas.
ASAMBLEA NACIONAL. (2009) Ley Orgánica de Educación. Caracas.
coomunica@ymail.com