La educación privada en tiempos de Revolución

Cambiaron pupitres por mesas de dinero

Cuando en Venezuela se ha desatado una arremetida especulativa, es inevitable recordar que el alza en los índices de precios que cada año experimentan las matrículas y las mensualidades de los colegios privados produce un “bulto o morral de lágrimas inflacionarias” en la mayoría de los padres y representantes que tienen sus hijos cursando estudios en estos institutos.

Nadie puede esperar algo distinto a este justificado lamento borincano, pues el incremento abrupto y brutal de los montos que anualmente aprueban las juntas generales de accionistas de estas escuelas keynesianas ha convertido a los centros educativos privados en genuinas instituciones financieras y en fuertes mercados emergentes.

De tal manera, estas corporaciones han ido cambiando los pupitres por lujosas mesas de dinero, en las que sólo tendrán derecho a sentarse aquellos estudiantes cuyos padres o clientes posean chequeras con un saldo positivo o el aval de la banca internacional.

Esta noción de concebir a los establecimientos educativos privados sólo para producir cuantiosas ganancias, fue criticada por el ministro de Educación Superior, Luis Acuña, en entrevista publicada por el diario Últimas Noticias el pasado domingo 04 de marzo del año en curso. En sus declaraciones, el ministro Acuña resaltó que “la educación no es un asunto de ganancias, lo que se busca es ganar más educación para los ciudadanos, no más dinero. Lo que el gobierno objeta, es que la educación sea una empresa mercantil. (…) La educación debe ser un servicio que se brinda para dar educación y que se cobra porque hay que satisfacer algunas necesidades mínimas. No para generar capitales”.

Mientras persista la noción mercantilista de la educación privada que cuestiona el ministro de Educación Superior, la tendencia es que los alumnos ya no reciban clases de ortografía, sino cursos intensivos para mejorar las letras de cambio que escribirán en cuadernos de papel moneda. Por lo tanto, con carácter obligatorio, se exigirá a los colegiales que sólo estudien en libros de contabilidad.

Los propietarios de estas casas de corretaje educativo determinarán las tasas de interés, con la finalidad de que los alumnos puedan cumplir con las unidades crédito del programa de conversión y reconversión fijado por la Zona Franca Educativa, cuya sede estará ubicada en Fedecámaras.

Los colegiales acudirán a clases portando carteras de fideicomiso, donde llevarán bonos del tesoro y el registro de las notas de cuentas por pagar. Para entrar al salón de clases, los alumnos tendrán que identificarse ante los profesores con sus respectivas cédulas hipotecarias, certificado de origen, su número de RIF y NIF.

Para determinar el desarrollo sostenible de los estudiantes, la talla será medida por el crecimiento económico familiar. Además el peso de los educandos será comprobado en balanzas de pago o balanzas cambiarias. Para evitar que el porcentaje de estudiantes con sobrepeso sea desvalorizado por sus compañeros, el término obesidad será suplantado por “incremento del índice de la inflación corporal”.

Asimismo dejará de hablarse de horarios de clases, para adoptar el nominativo de ciclo normal de operaciones. Las cantinas o cafetines escolares serán sustituidos por mercados de valores, donde los alumnos comprarán dulces o chucherías, entre otros, de acuerdo a los precios establecidos por el MCSI Emerging Markets.

Según el movimiento bursátil que registren estos mercados de capital financiero, el alumnado podrá circular como activo líquido por los pasillos de los centros educativos. Las estudiantes más coquetas y con altas curvas de rendimientos podrán lucir en su cuello cadenas comerciales, debajo del uniforme podrán llevar suntuosos fondos de capital de riesgo, de inversión, de pensiones, de garantía de depósitos o fondos consolidados y en sus franelas lucirán los encajes monetarios de la entidad bancaria de moda. En las competencias atléticas intercolegiales, únicamente podrán participar los estudiantes con credenciales de corredores de bolsas o de seguros.

En cuanto a la Física el concepto de corriente alterna será sustituido por el de cuenta corriente. Aquellos alumnos que estudien temas del área audiovisual, contarán con cámaras de comercio y cámaras de compensación para poder grabar los compromisos de capital contraído por sus padres o representantes financieros. Estas cámaras deben ser guardadas en lujosas bolsas de valores o en portafolios de inversiones.

En el ámbito religioso, en los colegios privados católicos se dejará de hablar, por ejemplo, de los diez mandamientos, de carga de conciencia y de pecado capital, ya que serán sustituidos por las nociones de mandamientos de pagos, carga fiscal y mercado de capital, respectivamente.

Los educandos se clasificarán de acuerdo a su coeficiente de capital y el tipo de interés del mercado que pongan en sus estudios. Los alumnos no presentarán exámenes, sino que mensualmente serán sometidos a estrictas auditorias financieras y el promedio de notas será calculado por los índices Dow Jones, Nasdag Composite y Nikkei de la Bolsa de Tokio. Los estudiantes que sufran un derrumbe brusco en sus inversiones, es decir que resulten aplazados, serán expulsados y considerados como parte del Producto Interno Bruto (PIB) de la educación privada y se les pondrá en sus libretas la nota de Cupón Cero.

Estas calificaciones serán expedidas a través de notas bancarias emitidas por las entidades mercantiles. Al culminar sus estudios de secundaria, los estudiantes no recibirán títulos o certificados de bachiller, sino Títulos de la Deuda Pública Nacional o Certificados de Divisas.

Al cerrar la rueda monetaria, los padres o clientes que logren sobrevivir a los años fiscales de estudios de sus hijos inscritos en estas instituciones mercantiles, se graduarán Summa Cum Ladre en Economía Financiera Educativa.

Visto así, aunque vivamos tiempos de revolución bolivariana, no cabe duda que los accionistas de este tipo de institución educativa-financiera jamás podrán aceptar las directrices del Ministerio de Educación y cuestionarán, una nueva Ley Orgánica de Educación en la que la dupla familia-Estado sea el principal actor en materia educativa.

En cambio, los capitalistas inescrupulosos de estos colegios o institutos keynesianos de educación si aprobarán, con un cheque dolarizado e indexado en mano, que sus corporaciones mercantiles estén adscritas al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, Wall Street y la instable Bolsa de Shangai.

vchavelopez@hotmail.com


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Vidal Chávez López


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