¿Estudiantes que no estudian o políticos en huelga de hambre?

No sé tú, pero para mí  es inexplicable que un estudiante... no estudie.  Es un contra sentido, y lo digo de una vez para referirme a los estudiantes que hoy pierden sus clases por andar escenificando itinerantes protestas en el país.  Podrían ellos refutarme y decirme con sus razones que, primero, se estudia donde hay planteles para hacerlo y, segundo, cuando están dadas las condiciones dignas.  Pero, por favor, yo exclamaría que entiendo menos.

Pero no caeré en esgrimir cifras ni certificaciones de organizaciones de carácter mundial (como el mismo PNUD, frente a cuya sede realizan sus protestas) que reconocen los avances del país en materia educativa.  No, no lo haré; no comprenderían, quizás como yo, que no los comprendo a ellos.  ¡Dios de dioses, digo que es esto una situación loca la que vivimos!  Estudiantes a los que no se les toca un pelo, a diferencia del pasado, cuando los mataban; estudiantes con más universidades y planteles en general, a diferencia del pasado cuando ellos mismos se atropellaban para conseguir un cupo; estudiantes de tal catadura, formando líos.

Que va, es inútil intentar, insistir.  Ya me los imagino con sus decenas de manos blancas, pantalones bajados y labios cosidos, decirme que no, que yo miento, que divago, que vivo en otro mundo, que soy un asalariado, que no tengo conciencia, que tal y bla y bla.  Pero quedo en eso, en que no malgastaré mi pólvora en zamuro, como se dice en nativo, y menos cuando me asiste la convicción de que esos estudiantes no son estudiantes un guaro, sino políticos, franquicias políticas, compradas ─de paso─, financiadas desde dentro y fuera, para sumirnos en la barbarie, la desestabilización, en el atraso de la forma capitalista e inhumana que se ve aprecian tanto y, quien quita, en una invasión por poderes innombrables extranjeros.

Me repito que no pueden ser estudiantes quienes no estudian y, por el contrario, conspiran en contra de la posibilidad de que todo venezolano tenga esperanzas de estudios.  Porque a fin de cuentas es eso lo que pregonan:  una vuelta hacia el pasado, hacia la privatización de las instituciones, donde tengan chance unos pocos y los adinerados hasta puedan comprar los títulos o cupos.

No, no seguiré, porque estos estudiantes no me parecen más que una sola familia política de la derecha y ultraderecha nacional e internacional que desprecian una propuesta social que incluye a muchos y ambicionan otra reservada para excluir a muchos.  ¿Cómo converso, chico?  ¿Con quién?  ¿Con estudiantes que no estudian y andan saltando por ahí de huelga en huelga, durmiendo en carpas?  ¿O con una cofradía política nacional para el bochinche y con capacidad cerebral para proponer, por ejemplo, que menos es más o que 65 (diputados) es un número superior a 95?  Además, ¿cómo lo hago?  Tienen la boca cosida y me acaban de convencer con eso de que se volvieron locos.  ¡A otro perro con ese hueso, caballero!...

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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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