Salidas a la crisis de Venezuela (otra vez)

No son inútiles los esfuerzos para señalar potenciales salidas a la crisis multiforme que atraviesa nuestro país, y las colaboraciones que provengan de todas partes para contribuir a la mejora de la situación son bienvenidas. Es claro que se necesita el esfuerzo de la gran mayoría, sino de todos, para superar esta crisis.

Las salidas a la crisis de Venezuela pasan necesariamente por una solución política, aunque no se limitan a ella; esa solución política debe ser siempre democrática y no poner a un lado al factor popular. El pueblo es el factor decisivo de la grandeza y desarrollo de un país, su intervención contundente es la que determina el rumbo definitivo que un país tendrá y las posibilidades para construir bienestar, progreso y justicia.

La solución democrática en Venezuela pasa, sin duda, por asistir masivamente a las elecciones parlamentarias previstas por nuestra Constitución y que se realizarán en diciembre de este año, en ello debemos esmerarnos todos para lograr una gran participación y que el pueblo se pronuncie de manera que no admita duda, poniendo punto final al aborto de conjura antinacional contra Venezuela y que caiga definitivamente la farsa de presidencia interina y subordinación extranjera que han promovido factores antidemocráticos y fascistas.

Simultáneamente, es necesario avanzar en el diálogo con sectores democráticos y en la definición de un Plan de reconstrucción nacional, que cuente de partida con un gran consenso nacional. El objeto de este Plan es reiniciar el crecimiento económico con justicia social. Se han acumulado ya varios años de caída del producto nacional y del ingreso de los trabajadores. A pesar del daño visible a la capacidad productiva de nuestro país, Venezuela sigue siendo una nación con muchos recursos, de todo tipo, entre los cuales, resalta un tamaño considerable de población, una cuantiosa y medianamente calificada fuerza de trabajo, extensión territorial, dotación de recursos naturales muy valiosos, una medianamente disponible infraestructura productiva, entre la que destaca la industria petrolera, las industrias básicas, las industrias de generación de energía, una importante planta industrial privada… A lo que podemos agregar la fortuna acumulada por particulares en Venezuela que buscan nichos para invertir. Venezuela no es un país quebrado ni éste es un país de mendigos ni miserables. Venezuela es un país de enorme potencial productivo con capacidad para salir al mundo, al menos con sus poderosos aliados y lograr apoyo para una estrategia económica de crecimiento y al mismo tiempo de elevación del poder adquisitivo de los venezolanos.

Las posibilidades de Venezuela pasan por ello. No por una política más restrictiva del gasto y de los salarios; sino por una política de promoción de inversiones y alianza para el desarrollo y progreso de los venezolanos, apoyándose en las obvias fortalezas que tiene el país. Las políticas de austeridad o restrictivas sólo conducen a mayor pobreza y menor crecimiento económico. En la actual coyuntura mundial, un programa de promoción del gasto y la inversión nacionales es absolutamente necesario, pues no es viable una propuesta alterna para apoyarse en el mercado externo por falta de suficiente estímulo en el mercado nacional. Hoy es más que evidente que entraremos en una fase recesiva muy aguda de los mercados en todo el mundo, lo que provocará la disminución del comercio exterior en todos los países. Esto obliga al estímulo de la producción y demanda interna. Los salarios en Venezuela son muy bajos y no pueden bajar más, al contrario, es necesario un plan para recuperarlos. El sector privado tiene además las ventajas de que el venezolano es hoy día un mercado cautivo a falta de abundante y variada oferta extranjera. El sector privado posee también suficientes incentivos impositivos, una tasa de interés negativa para préstamos, baratura de la energía y el resto de los servicios públicos y de apoyo a la producción; la existencia de un relativamente fuerte Estado social que complementa los ingresos laborales, a través de los servicios de asistencia y seguridad social, etc. Solo falta la decisión de poner a nuestro favor estos elementos. ¿A quién puede disgustarle esta opción?



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Rodolfo Magallanes

Profesor del Instituto de Estudios Políticos de la UCV

 magallanucv@gmail.com

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