Precios de rochela

—¡Ja, ja, ja! Qué cosa más buena esta.

Aló, dígame.

Ya va, espere un momento que tome aire.

—Qué le pasa compita.

¿Qué tiene?

—Es que no podía hablar, porque estaba ahogando de la risa con los precios cobardes, vale.

—A cuerpo cobarde, cantaba el pichón.

—Es que esto da risa, y da risa para no ponerse a llorar.

Menos mal que ya no se gasta papel en imprimir la gaceta, porque eso sería perder el tiempo.

Es que la lista de los precios le alegra la vida a uno.

La lista de precios acordados parece un libro de autoayuda.

Lo hace ver a uno un gran futuro por delante, lo hace ver prospero. A lo este es el inicio de la Venezuela prospera que tanto prometen.

Fíjese que como el kilo de caraota pasa los 500 mil sober-anos.

En la lista ponen el precio del medio kilo.

—Compita, cuando un venezolano compre medio kilo de caraotas puede ser que ya esté muerto. Y que se lo llevan para las Mayas en el camión de basura.

Un venezolano cocina mínime un kilo de caraota en una sola sentada.

Y estos van a venir a poner el precio del medio kilo. Eso es para que parezcan que están baratas.

—Le siguen viendo cara de bolsa a uno.

Esa es la verdad. Ahora los precios están en español y son de rochela.

Antes estaban en inglés.

Y tan serios que anuncian los precios, más serio que aquel actor que llamaban cara e palo.

—A lo mejor pensaron que alguien iba a decir algo de esos precios.

—No hombre, la gente ya no pierde el tiempo con estos.

Mire cuando el yerno dijo, hace como seis años atrás, que las yemas costaban 400 bolívares, yo al otro día fui a Quinta Crespo y había una cartel como del tamaño de una valla que decía "huevos a mil"

Si eso era en esos años pasados.

Ahora menos le hacen caso.

Léase la lista para que goce un rato y la pase bien.

Uno se siente revivificado al saber que esos son los precios que nunca va a ver.

—Para eso es la lista, compita.

Usted mira los precios acordados y usted está seguro que esos no son.

¿Con quién habrán acordado esos precios?

Si estos no se reúnen con nadie.

—Esos los acuerdan entre ellos mismos.

Como los locos que preguntan y ellos mismos se dan la respuesta.

Así están estos.

¿Quién se va a reunir con estos? Eso es perder saliva.

Además, en la misma reunión los pueden meter presos. Le aplican cualquier ley y se los arrastran.

Hombre, tenía tiempo que no leía un buen chiste como estos precios.

Lo que faltó fue que pusieran que los productos de la cesta básica se van a pagar con el billetico marrón de cien.

—El Lázaro, todos los meses lo revivían.

Hasta que la gente se olvido de ese billete y más nadie volvió a hablar de él.

A veces se los consigue uno tirado en la carretera, porque la gente se los consigue en el bolsillo y los bota.

—Así es.

¿A qué cómico habrán buscado para que redactara esos precios?

Menos mal que usted llamó, porque estaba que casi me ahogaba de las carcajadas.

La lista de los precios sirve como método de antiestrés, de relajación espiritual.

—Esa debe ser la idea, que la gente se relaje.

Y disfrute un rato.

—Lo más probable.

Que buen chiste le quedo esa lista.

Tenían tiempo que no me reía tanto y de tan buena gana.

Por ahí está alguien llamando, lo tengo que dejar.

No se olvide de los que están presos por políticos, que esos tiene quien los llore.

Y le dijo: Por ahora, apriete.



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Obed Delfín


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