Las mujeres y las niñas en España vivimos bajo la amenaza de la violencia machista; ésta nos atraviesa día a día sin descanso. 46 mujeres han sido asesinadas en lo que va de año y miles de mujeres ven peligrar constantemente sus vidas y proyectos. Mujeres de todas las edades y procedencias, con nombres y apellidos, con rostros, cuerpos, sueños, inquietudes, hijos e hijas, cuyas vidas quedan truncadas por el terrorismo machista, normalizándose esta violencia en nuestras vidas y cuerpos.
Ante tanta masacre, indiferencia. Indiferencia que va más allá, pues las praxis políticas del gobierno español legitiman e invisibilizan la violencia hacia las mujeres, lo que se traduce en negligencia, irresponsabilidad, falta de sensibilización. No hay voluntad de que la situación cambie, asistimos a un abandono total y a la desaparición de las políticas sociales y de igualdad. Las mujeres seguimos siendo un asunto menor, nuestros asesinatos, nuestras vidas truncadas, no importan. Los recortes y la precariedad dominan nuestras vidas. El desempleo, la discriminación laboral, la imposibilidad de crecer en el ámbito del trabajo. Recortes económicos e ideológicos, ataque constante a nuestros derechos sexuales y reproductivos. Vemos como se destruyen los servicios de atención a las mujeres, CIMs, PIMs y otros servicios sociales, y la desaparición de los apoyos socioeconómicos para salir de la precariedad, la violencia y el riesgo.
Sin duda nos han vendido el espejismo de la igualdad, una estrategia claramente patriarcal para conservar el status quo del modelo poder-sumisión. La sociedad española no siente que la violencia machista sea un problema, así lo demuestran los últimos estudios realizados; sólo el 0,5% de la población española considera la violencia machista como uno de los problemas sociales más importantes ¿Cómo podemos vivir con tanta indiferencia y desconexión de la realidad? ¿Cómo puede seguir tan naturalizada la violencia contra las mujeres? Todo ello nos hace pensar en la vulnerabilidad de los derechos de las mujeres y en la perversión de un gobierno retrógrado y patriarcal, aliado al poder de instituciones tan nocivas para la vida de las mujeres como la Iglesia. Nos atrevemos a decir que nuestro gobierno no sólo incumple la ley de la violencia de género, sino que promueve dicha violencia, con discursos y prácticas políticas como las de Gallardón, Ana Mato, María Dolores de Cospedal o Cañete.
Este último año está resultando especialmente violento para las mujeres que habitamos este país, con la ley Gallardón, una de las muestras más extremas de violencia machista, donde nuestros cuerpos y vidas se ponen al servicio del estado y de los hombres, donde se hace patente el odio hacia las mujeres, y el repunte de crímenes machistas el pasado mes de agosto, con 10 mujeres asesinadas, una tras otra, y el pálpito latente de que cada vez que una mujer es asesinada, otra le seguirá, algo desgarrador. Nos atrevemos a responsabilizar al gobierno de este auge de violencia machista y a decir que nuestro sistema está contaminado de la misma por doquier.
Ante tanto terrorismo machista, las mujeres no desistimos en nuestra lucha, seguimos articuladas y creando nuevos espacios de resistencia, donde la hermandad y la creatividad se convierten en nuestras principales aliadas. Nuestra propuesta más potente para la transformación sigue siendo y será el feminismo, que nos permite transitar hacia la libertad, cuestionar el sistema heteronormativo, patriarcal y capitalista en el que nos socializamos. Nuestra apuesta y esperanza es construir un mundo más humano, ético y estético, donde no tengan cabida los políticos corruptos y el abuso, donde se rindan cuentas por las malas gestiones, el fraude y el robo a la ciudadanía. Estamos convencidas de que el activismo político es la única salida para que las mujeres no nos quedemos recluidas en casa, ya que nos reconocemos como ciudadanas con derecho a la vida, al trabajo, a la dignidad, a decidir sobre nuestras vidas y sobre nuestros cuerpos. Desde Mujeres Supervivientes reivindicamos el derecho a la paz como un derecho inherente a todos los seres humanos sin distinción o discriminación alguna. Y la paz no es sólo ausencia de violencia, sino la oportunidad de vivir sin temor y sin miseria.
VIVAS NOS QUEREMOS
*Psicóloga Social experta en estudios de Género y activista de Mujeres Supervivientes de Violencias de Género.
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