Ética y moral de los nuevos emprendedores

La lucha perenne por lograr un desarrollo económico realmente equitativo y una justicia social efectivamente incluyente es, de cualquier modo, lo que debiera caracterizar ampliamente la evolución de la historia humana, en una proporción mayor a la observada respecto a los adelantos tecnológicos y científicos que han permitido el disfrute de un mayor bienestar material al producido en épocas anteriores. Como consecuencia visible del desarrollo asimétrico de la globalización capitalista neoliberal, los niveles de pobreza y de falta de empleos dignos en muchas naciones (aunadas, en algunos casos, a las guerras habidas en territorios como África y Oriente Medio) empujaron a millones de seres humanos a enfrentarse a la incertidumbre de sobrevivir, emigrando a otras naciones, sufriendo los embates de la xenofobia, el racismo y la pandemia del Covid-19.

En la actualidad, producto de todas las situaciones anteriores, al menos en una parte importante de nuestra América, se ha impuesto el emprendimiento como elemento del impulso económico que requieren diversas naciones para acceder a un nivel de estabilidad y confianza que permita salir del estado de crisis en que pudieran hallarse. Algunos gobiernos, como el de Venezuela, han dictado medidas que faciliten el apalancamiento del sector emprendedor; contándose (en el caso venezolano) con una novedosa Universidad Nacional de Emprendimiento y una Ley de Fomento y Desarrollo de Nuevos Emprendimientos sancionada por la Asamblea Nacional, la cual tendría que replicarse a nivel regional y municipal, de manera que exista un marco legal que contribuya a su organización, promoción y fortalecimiento. Esta novedad ha tenido un auge importante en muchas latitudes. Algunos ven en ello una modelo de autoexplotación laboral al romperse la división obrero-patronal donde no habría medida del tiempo libre dedicado a la carga diaria de trabajo, sin sindicatos ni legislaciones laborales; mientras que otros lo valoran en sentido positivo al hacer posible una mayor autonomía y unos mayores ingresos a obtener por los emprendedores. Una deficiencia o factor negativo para que se facilite el apalancamiento del sector emprendedor son las instituciones del Estado, inadecuadas en un gran porcentaje para atender las nuevas realidades que éste supone y ajustadas a la lógica capitalista. A esto se agrega el riesgo económico que corren los emprendedores al no contar con los recursos suficientes.

Demás está decir que la ética y moral de los emprendedores que llegarán luego a convertirse en una nueva generación de empresarios tendrán que ser opuestas a las observadas tradicionalmente en el sector privado de la economía. Por ende, al aportarse algo nuevo al sistema económico nacional, ésto tiene que manifestarse también en el plano social y político, dando origen a una nueva institucionalidad y acentuando los valores democráticos que deben prevalecer en todo momento. Continuando con esta línea, se trataría de crear igualmente un tipo de conciencia social (diríamos, socialista) gracias a la cual ya no se tendrá únicamente como objetivo el beneficio personal sino la satisfacción de necesidades colectivas, entendiendo que éstas, al mantenerse reprimidas, causan los malestares sociales que destacan los noticieros de todo el planeta.

Por supuesto, cuando se hace referencia a la ética y la moral de los emprendedores no se maquilla al sistema capitalista. Es comprensible que alguien lo vea así. Sin embargo, es válido decir que, en la coyuntura presente, estas podrán marcar una diferencia en cuanto a todo lo que se conoce como capitalismo, en especial lo relacionado con la preservación de la naturaleza y la distribución equitativa de la riqueza.



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Homar Garcés


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