Parte I: La Prehistoria

El verdadero guiso de Bandagro

Las Notas Promisorias de Bandagro (NPB) se emiten (o supuestamente emiten) en 1981, cero cupón, esto es, sin cobro de intereses, por lo que el emisor (o supuesto) no debía volver a ocuparse de ellas hasta su vencimiento en 1991. No resultó así, pues hubo operaciones de compra-venta entre particulares, que consultaban la legalidad de la emisión y el compromiso de pago del Estado. Las respuestas fueron satisfactorias hasta la quiebra de Bandagro, a partir de la cual se generó un caos donde ya nadie sabía nada preciso y surge una especie nueva: los "opinadores", funcionarios de diferentes niveles, sin competencias directas, sin documentación a mano, que deben dar respuestas, opinar... y cada uno decía lo que le parecía -es humano- pero pretendía que su respuesta era una verdad absoluta con el peso de un fallo judicial.

En ese período aparecen falsificaciones y clones. Los falsificadores imitan algo que existe para engañar incautos, no para venderlos o cobrarlos a Venezuela, que se supone tenía los mecanismos de verificación para separar lo falso de lo legítimo.

En cinco años de esfuerzos el gobierno de Lusinchi cree haber identificado toda la deuda heredada y la pasa al gobierno siguiente, para su refinanciación, en el camino queda mucha deuda sin localizar, emitidas descentralizadamente y sin controles y muchos emisores, como Bandagro, quebraron y cerraron. A partir de ese momento se hace imposible centralizar y ordenar la información sobre Bandagro, y los "opinadores" se dividen entre los que sentencian que nunca existió y los que la recuerdan, paro tampoco saben que fue y quien responde por ella.

Los propietarios de NPB acuden a cobrar. Ninguno cobra. Cada uno recibe una respuesta diferente, que vá desde "ese papel es falso" hasta "estamos reordenando el caso, renegociaremos el vencimiento para poder pagar". Aparecen abogados de todo el mundo, y se inician acciones legales y administrativas ante buena parte del aparato del Estado. El silencio y la ausencia de respuesta es un denominador común.
En tribunales del exterior aparecen demandas apresuradas con papeles que funcionarios venezolanos pueden identificar como falsos, son imitaciones y clones de baja calidad, recordar que estaban destinados a incautos y no a funcionarios de seguridad bancaria venezolana. Se anulan, en esos tribunales, gran cantidad de papeles falsos, y los "opinadores" comienzan a construir una matriz de opinión que apunta a clasificar como falsas a todas las NPB y como inexistente la emisión. Nadie explica como diferenciaron uno falso de uno legítimo no emitido.

Los demandantes en el país insisten, en todas las instancias. Resultado de esa insistencia -y sus soportes- es que ningún tribunal venezolano califica como falsas a las NPB ni cuestiona o invalida los documentos, registros y actas notariales que podrían demostrar su legitimidad.

El conflicto crece, hay presiones internas y externas para resolver, pues el Caso Bandagro contamina todos los valores venezolanos en el exterior. Hay reclamos ante la Presidencia de la República y la Asamblea Nacional, y como consecuencia de ellas, el ministro de Finanzas, Dr. Tobías Nóbrega, en marzo de 2003, ordena a la Dirección General de Consultoría Jurídica de su Ministerio conducir una investigación administrativa con la finalidad de determinar la legitimidad de un grupo de NPB, que obviamente incluía verificar la existencia y legitimidad de la emisión.
Esta decisión termina la "prehistoria" de las NPB y comienza un camino donde aparecerán verdades y guisos.


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