La escritora colombiana Laura Restrepo, reivindica militancia trotskista en Argentina


Vivió en el país durante la dictadura. Ahora vuelve tras sus pasos para escribir un libro.
Qué hace esta señora elegante de castellano suave dando vueltas hace un mes por la Argentina? ¿Qué hace la escritora colombiana Laura Restrepo —Premio Alfaguara 2004— metida dos horas en la Asamblea Popular de San Telmo, de charla con Raúl Castells? "Busca material para su próximo libro", susurran algunos a su alrededor. "Poniéndole palabras a una época de mi vida, ya veremos si escribo algo", contesta ella, ante el grabador.

El pretexto es corriente: presentar su novela La Isla de la Pasión. Pero ¿durante un mes? Mmm... Es que la Argentina —principalmente Buenos Aires, pero también Córdoba— es un lugar clavado en la vida de la colombiana como una astilla. Suave, elegante, amorosa, la autora vivió acá entre el 78 y el 82. Plena dictadura. ¿No era un momento extraño para elegir este país? "Yo estaba en un partido trotskista y vine porque pidieron militantes para ayudar en la clandestinidad. Sabía perfectamente a qué venía", cuenta, tomando su té traguito a traguito en una sala del edificio de la editorial.

"Estaba en el PST. Teníamos la convicción de que uno tenía que hacer la revolución en todos lados, algo que en ese tiempo podía sonar delirante y hoy es el ABC, es evidente para cualquier ejecutivo. Llegué para hablar de Nicaragua y para recoger médicos y enfermeras que quisieran ir. Hablarles de otro pueblo que había logrado sacarse de encima a los tiranos. La gente abría los ojos como platos."

Por esos rumbos anda su investigación, que sí, es personal, pero va en la línea de lo que suele ser su trabajo: hechos reales que entran a la ficción. Así, en estos días la colombiana volvió al pasaje Coronda, el callejón de Primera Junta donde vivió con su marido, camuflados de familia común y corriente: "Mantenía la casita impecable, andaba por ahí con las uñas pintadas... luego me la pasaba merodeando Bagley para hacer reuniones con las obreras. O con estibadores en Puerto Madero, imaginate, el lugar donde hacíamos reuniones clandestinas, ahora veo semejante despliegue de restaurantes..."

En 1980 se fueron a Córdoba y allí nació su hijo. Con el chico vino cierto miedo: "Tenía terror de que se hicieran las cinco de la tarde y ni el padre ni yo pudiéramos ir a buscarlo a la guardería, que hubiéramos caído." Ese fue el comienzo del retorno. Pero acá quedaban muchas cosas sin cerrar. "Parte de mi investigación es saber cómo se llamaban mis amigos íntimos, yo me fui antes de la apertura..."

¿Y el libro que viene? "Yo escribí desde muy jovencita pero ese período acá fue un período sin palabras, debe ser la única época de mi vida de la que no tengo ni una letra. Ahora estoy poniéndole palabras. Tomando notas, volviendo a encontrarme con compañeros, preguntando muchas cosas. Vivíamos en ese silencio, era como andar bajo el agua y las cosas adquirían un carácter un poco mítico. ¿Quién era el tirano? ¿Qué cara tenía? Ahora quiero ponerle carne a eso que se vivía. Es fuerte: he pasado muchas noches sin dormir."

La vida política de Restrepo, claro, no terminó acá. En Colombia fue comisionada de paz para las conversaciones con el M19, una guerrilla urbana que estaba en vías de dejar las armas. "El proceso de paz terminó en un baño de sangre. Y los comisionados de paz nos volvimos blanco. Así que acabé metida en el M19, seis años. Yo nunca aprendí a disparar, era parte de una comisión política que trataba de volver a abrir los caminos de la negociación. No me salí de ahí, se acabó cuando se legalizó."

No milita ahora, ahora va tras sus huellas y mira hacia adelante: pregunta por los piqueteros, por las asambleas. ¿Está retirada de la lucha? "En el terreno de la cultura se están dando grandes peleas políticas. No puede ser casual que la resistencia contra el militarismo norteamericano de alguna manera esté encabezada por figuras que vienen del mundo intelectual. Como Noam Chomsky, un lingüista: contra la perversión de la palabra usada para mentir, para decirle 'acción humanitaria' a un bombardeo. No me parece casual que las manifestaciones masivas contra la guerra de Irak las haya liderado José Saramago. Ni el papel de Susan Sontag. La crisis es tan profunda que se está jugando el destino mismo del ser humano. Son preguntas que, en buena medida, exigen una respuesta en el terreno de la cultura.

—¿Sigue siendo trotskista?

—Ah, sí, yo sí.


Restrepo básico

BOGOTA, 1950. ESCRITORA.
Profesora de Literatura, periodista, su obra literaria amalgama investigación periodística y creación literaria. Activa militante, pasó gran parte de su vida fuera de su país por razones políticas. En 2004 fue secretaria de Cultura de Bogotá. En 2004 ganó el Premio Alfaguara por la novela "Delirio". Entre sus títulos están "Historia de un entusiasmo" (1986) y "Dulce compañía" (1995).




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