"El paladar de Robertico": Ex canciller cubano Robaina resucita como pintor y empresario

El ex canciller de Cuba Roberto  Robaina

El ex canciller de Cuba Roberto Robaina

Credito: Archivo

13/10/11.-Nombrado en 1999 por el gobierno cubano como canciller, Roberto Robaina, el carismático "Robertico", resucita ahora como pintor y pequeño empresario, dueño de una 'paladar' abierta en una calle céntrica de La Habana, bajo las reformas de Raúl Castro.

"La vida continúa. Lo importante no es lo que pasó, sino lo que se hace", reflexiona el ex canciller, sentado en un agradable balcón del Chaplin's Café, acondicionado para acoger comensales en ambiente discreto, en una entrevista solicitada por la AFP.

Expulsado en 2002 "deshonrosamente" del gobernante Partido Comunista (PCC), vive el día a día entre su taller de arte y el ajetreo del bar de tapas que abrió con ayuda de su único hijo hace dos meses en el barrio Vedado, muy cerca del Cine Chaplin, el principal de la isla.

El extrovertido 'Robertico', como le decía Fidel Castro, subió como espuma, guiado por el líder. De dirigente de la juventud comunista movilizó multitudes en apoyo a la revolución bajo el eslogan de "sígueme", criticado por ortodoxos.

Ascendió a miembro del Consejo de Estado y del selecto Buró Político del PCC en 1991, y en 1993 a estratégico jefe de la diplomacia cubana con solo 37 años -el más joven de la revolución-, en plena crisis económica tras el derrumbe del bloque soviético.

Acusado en 1999 de deslealtad y promocionarse como relevo para la época post Castro, fue enviado un año a la Escuela Nacional de Defensa y cuatro como "asesor" del Parque Metropolitano, sin acusaciones en los tribunales.

En 2002, en una entrevista con CNN, Robaina, ex profesor de matemática oriundo de la occidental Pinar del Río, admitió "errores políticos y sobre todo éticos muy graves".

"Somos seres humanos, nos equivocamos, yo soy uno de ellos. Ya los errores los analicé, los comprendí. Hoy quiero dedicar todas mis energías a no cometer nuevos errores y a trabajar", aseguró.

Pasando página a su sonora caída, Robaina se lanzó a pintar en 2005, tras estudiar un año en el taller de dos amigos pintores. Ha expuesto en Chile, Argentina, Panamá, México y en algunas colectivas colaterales a la Bienal de La Habana.

Dice no pintar para nadie sino para él, como alguien le aconsejó. "Al inicio me asustaban los lienzos vacíos, hoy no les tengo temor", expresa. Su obra refleja su afición por lo abstracto, el blanco y el negro, el formato grande y no tradicional, y el trazo simple.

Su cafetería, conocida como la "paladar de Robertico", está a tono, decorada con manteles blancos y negros, y algunas de sus pinturas, como la de un Chaplin y la única no en venta inspirada en su electrocardiograma, titulada: "Normal".

Robaina asegura no haber tenido problemas para abrir a su nombre el negocio, y alaba el plan de reformas de Raúl Castro, con apertura de permisos en 181 oficios que elevan ahora a unos 350.000 a los nuevos empresarios.

"Toda la sociedad está inmersa en una etapa que se están haciendo muchas cosas, que son buenas para el país. Hay muchos caminos y frentes abiertos que indican que se avanza", estima.

No descarta escribir un libro de memorias y dice vivir tranquilo como un cubano más: "La vida es mucho más que primeras planas y primeras figuras".

"Aprendí de mi vida y de la Revolución que nada aporta vivir con resentimiento. No tengo razones para tenerlo", añade. Y para recalcar su nueva faceta, cuando salta una pregunta política responde sonriendo: "Yo soy pintor".


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