I
En estos días
de Semana Santa, importante es reflexionar sobre la historia de Jesús
de Nazaret, el hombre, el luchador, el que vino a este mundo como un
auténtico líder social, preocupado siempre por la miseria de las masas
populares y la necesidad de construir un mundo mejor. El Jesús que
es imagen universal de humildad, sacrificio y sabiduría, portador de
una fuerza física y espiritual que le permitió enfrentar sin temores
el poder imperial de la época. El que del lado de los desposeídos,
organizó un pueblo para la unión y el amor a los semejantes;
contra la dominación y el abuso de los poderosos. El que pregonó entre
los humildes valores como la igualdad de derechos, la justicia en la
distribución de los bienes, la solidaridad entre los pueblos;
mensaje incompatible, por supuesto, con cualquier intento de dominación,
de división en las comunidades; de acumulación de riquezas por unos
pocos, en detrimento de las mayorías.
Jesús fue
implacable con los administradores de justicia de la época, por considerar
que no cumplían con las funciones inherentes a sus cargos. En Mateo
23,1-20 se lee: “… entonces Jesús habló al pueblo y a sus discípulos
de esta manera: los maestros de la Ley y los fariseos… preparan pesadas
cargas… y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni
siquiera levantan un dedo para moverlas… les gusta ocupar los primeros
asientos en los banquetes y los principales puestos en las sinagogas…,
ustedes cierran a los hombres el reino de los cielos. No entran ustedes
ni dejan entrar a los que quieren…”. Es imperativo seguir insistiendo
en la necesidad de rescatar de la frialdad de los altares, del comulgar
individualista, de los tradicionales golpes de pecho, a ese Jesús solidario,
humanista. Busquemos al Jesús revolucionario que se manifiesta, además,
a través de principios cristianos como no odiar al enemigo, bendecir
al que te maldice, ser generoso con los demás, tratar a los semejantes
como quieres que te traten. Por ejemplo en Romanos 12: 13; 16 se manifiesta:
“hagan suyas las necesidades del pueblo santo; reciban bien a quienes
los visitan… vivan en armonía unos con otros”. Pero también
al que enseña a través del coraje necesario que demostró en acciones
como la de echar a latigazos a los mercaderes del templo. En Juan 2:
14-17 se lee: “y encontró en el templo a los vendedores de novillos,
ovejas y palomas, y a los que estaban sentados en los puestos donde
se le cambiaba el dinero a la gente. Al verlo, Jesús tomo unas cuerdas,
se hizo un látigo y los echo a todos
del templo, junto con sus ovejas y sus novillos. A los que cambiaban
dinero les arrojo las monedas al suelo y les volcó
las mesas. A los vendedores de palomas les dijo:
¡saquen esto de aquí. No hagan un mercado de la casa de mi padre!...”.
Son principios cristianos que Jesús no sólo pregonó con la palabra,
sino también con la práctica diaria de su vida, hasta el mismo momento
de su muerte, cuando clavado en la cruz pidió el perdón para sus detractores.
Así que,
compatriotas, comulguemos para lograr nuestra paz interior, pero también
hagámoslo con sentido comunitario, participativo, colectivo;
y roguemos con Jesús por la solución de los problemas que aun aquejan
a nuestra sociedad, con la seguridad que la conseguiremos con la fe
y el trabajo constante. Pidamos y aportemos por la consolidación de
la patria libre e independiente que soñó Simón Bolívar, por una
sociedad verdaderamente democrática y participativa, de derecho y de
justicia social.
II
Para las próximas
elecciones, proceso que tenemos en puerta, la meta es clara y fundamental.
Debemos ganar abrumadoramente el 26 de Septiembre, para que la Asamblea
Nacional continúe siendo un espacio para afianzar y profundizar la
construcción socialista. Aunque tal propósito alguien lo podría visualizar
sólo como una determinada cantidad de parlamentarios, de lo que se
trata principalmente es de un problema cualitativamente revolucionario.
Sobre qué base se puede afirmar esto. En que estamos en un momento
crucial para la revolución bolivariana y que por lo tanto, como lo
manifestó el Presidente Chávez recientemente: “Tenemos que acrecentarnos
en conciencia revolucionaria y en ejercicio
realmente socialista, si queremos que una
institución como la Asamblea (Nacional)
cumpla, a cabalidad, con el desmontaje del viejo estado burgués y contribuya
a abrirle las puertas al Estado Socialista…”. Y para lograr
la destrucción de ese viejo estado burgués, que es, sin duda, la primera
condición para la construcción de una sociedad realmente democrática
y humanista, que ponga las bases para la transición hacia el socialismo,
se necesita, como lo escribió el pensador Ted Grant:
“…una sociedad sin clases, en que el Estado, esa reliquia de la
barbarie, será relegado al museo de antigüedades,
junto con el dinero, las cárceles, la familia burguesa, la religión,
y todas las demás aberraciones que, por razones incomprensibles para
cualquier hombre o mujer capaces de pensar, son consideradas como los
componentes imprescindibles de una vida
“civilizada”…”. Entonces, efectivamente se trata de legislar
respondiendo a los principios bolivarianos y socialistas; y obedeciendo
los mandatos del pueblo. Quien no lo entienda de esa manera, debe elegir
otro camino.
Necesario es
trascender el parlamentarismo social de calle; llegó la hora, como
lo ha dicho el Comandante Presidente, del protagonismo de la calle
parlamentaria, del pueblo legislador. Resalta Chávez: “Estamos
obligados a ir hacia la viva fuente del poder obediencial: la que desborda
toda forma de representatividad. A 200 años del inicio de la batalla
por nuestra independencia definitiva, sólo si radicalizamos el proceso,
acelerando la transición al socialismo, encarnará, en realidad y en
verdad, la Patria libre, soberana e independiente de nuestros sueños
y nuestra esperanza…”.
De allí
el llamado, compatriotas, camaradas, a continuar nuestro proceso eleccionario
con mucha disciplina, con solidaridad, con lealtad, con conciencia clara
del compromiso asumido y teniendo muy en cuenta las batallas que se
avecinan. Asumámoslo ejerciendo plenamente la conciencia crítica y
alimentando continuamente el fervor patrio. Practicando siempre la consigna:
“Irreverencia en la discusión, lealtad en la acción”.
Igual que el
Presidente y la Dirección Nacional del Partido, tengo plena confianza
en las bases del PSUV y sé que van a elegir a los mejores cuadros,
para la contienda de Septiembre, por su solidez ideológica, su madurez
política y su compromiso con el pueblo.
¡Patria socialista o muerte!
¡Venceremos!