Así como va no camina

Metro de Caracas o con el neoliberalismo se vive mejor

Uno se pone a ver, echa para atrás unos añitos recordando la época cuando éramos felices en el metro y no hay comparación; con el neoliberalismo definitivamente se vive mejor. Qué momentos aquellos cuando uno se montaba en ese medio y se recreaba con la publicidad, con el fresco del aire acondicionado, con las mecánicas funcionando al cien por cien, con los metrobuses, con la pantalla de la estación Plaza Venezuela, en fin, definitivamente eran mejores tiempos.

¿Y ahora?;

-Ay ahora-

-Qué nostalgia-

El metro de hoy es sencillamente una comiquita con respecto al de los ochenta y noventa. Para qué repetir las innumerables calamidades que diariamente la gente debe soportar en el subte caraqueño. Lo último, lo nuevo son los insultos, las peleas, el calor; el insoportable calor en los vagones de la línea uno. Y todo por culpa de esta administración socialista que todo lo echa al piso, como dice mi amiga Verónica.

Es que el neoliberalismo piensa hasta en el mínimo detalle de la humana existencia. En el metro de antes uno era pura relajación; puro nirvana, puro éxtasis. Las preocupaciones por las cosas materiales se quedaban en la puerta de entrada. Hasta para quienes venían en plan de suicidio era cómodo el metro.

Definitivamente con el neoliberalismo se vive mejor. Los actuales gerentes de la empresa estarán de acuerdo conmigo a pesar de la corbata roja rojita de la foto y a pesar de que se inhiban de decirlo en público, pero así como va, el metro no camina; ese es el mensaje que nos quieren lanzar sus directivos o algunos de sus directivos, al mostrarnos una imagen de empresa en quiebra que pide a gritos la mano salvadora de los gallegos aquellos que una vez compraron los aviones de Viasa.

Lo cierto es que, dada la situación de colapso de nuestro principal medio de transporte, la estrategia de poner a pensar a la gente de que el metro de antes era mejor, está funcionando a las mil maravillas. Falta tener a un Carlos Andrés Pérez o a un Teodoro Petkof en Miraflores para disfrutar del mejor panorama político y ofrecérselo a los recordados gallegos de siempre.

Ciertamente, a falta de CAP y de Teodoro en la jefatura del Estado, no sabemos cuáles son las reales intenciones de algunos gerentes de mostrar al metro caraqueño como una empresa en ruinas o cuál el interés por tener a sus usuarios al borde de un ataque de impaciencia que no sabemos cómo puede estallar.

Si se trata de dañar la imagen del gobierno central, de la Revolución Bolivariana y del presidente Chávez, la cosa va por buen camino; y es allí donde las conjeturas van y vienen, se encuentran y desencuentran, se topan y se alejan.

El asunto del sabotaje interno no me cuadra, ni convence; (a pesar del sindicato que hace de todo para ponerse en esa onda) pues si la cosa es así, debemos felicitar entonces a los grupos opositores, reconociendo que están tomando importantes lugares estratégicos tal como lo enseñan los manuales de lucha política cuando se está en posiciones irreconciliables.

Es ya hora entonces de que los directivos del metro salgan de la clandestinidad y den la cara a millones de caraqueños y explicar por qué un alto porcentaje de vagones y de estaciones está sin aire y sin luz. Por qué las escaleras mecánicas no funcionan y por qué tanta basura acumulada en muchos espacios de la infraestructura.

Ahora, hay una situación mucho más grave que atañe a la seguridad de quienes transitamos diariamente por ese medio de transporte, en cuyo caso es inadmisible que los directivos y trabajadores del metro la estén dejando pasar como si se tratara de algo sin interés o de algo normal. Me refiero a las peligrosas aglomeraciones que ocurren en la estación terminal de la línea tres de Plaza Venezuela y en la estación Petare; lugares donde en cualquier momento se puede generar estampidas incontrolable con saldos lamentables para todos los usuarios, sobre todo en ancianos, niños, mujeres embarazadas y personas discapacitadas.

Estimo que esta situación es más peligrosa y es más pertinente tratarlo como tema de riesgo y seguridad, que el asunto de “los mendigos y buhoneros que piden dentro de los vagones”, (perdón, a todos se nos puede salir el fascista que llevamos dentro).

En conclusión, la gente se ahoga en vagones y pasillos por falta de aire para respirar. La gente literalmente se muere de calor por falta de aire acondicionado. En muchas estaciones la basura se ve por todos lados. Las escaleras mecánicas no funcionan en su totalidad. Hay muchas lámparas de luz dañadas en los vagones. Hay situaciones de alto riesgo como las señaladas en la estación terminal de la línea tres de Plaza Venezuela y Petare; en fin, hay muchas circunstancias anormales en cuyo caso, si yo fuese directivo de esta empresa ya estuviera pensando en buscarme otro empleo, porque con todo el respeto merecido a todos sus directivos, están demostrando que la situación se les fue de las manos hace rato.

Ahora, el tema de los mendigos (raperos, músicos, magos y buhoneros) o el fascista que todos llevamos dentro, lo podemos dejar para otro momento; mientras tanto, sigamos pensando que con el neoliberalismo se vive mejor.

al-fredone61@hotmail.com


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Freddy Martínez


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