Amadas y Maltratadas Mascotas

<>- Tomado de comerciales de Internet, en fecha reciente y con negrillas adrede.

Ese es sólo un caso entre la copiosa y permanente oferta de esas preciosas y adorables mascotas hechas mercancías y alrededor de las cuales se ha tejido un proficuo negocio capitalista, a favor de Farmacéuticos, Veterinarios y afines, y particularmente de la Industria de la Farmacopea e Industria Alimentaria caninas. Es un mercado organizado especialmente para complacer los gustos más refinados y más onerosos de los amantes de mascotas en general.

Ok, lo cierto es que por causa de una costumbre morbosa a nuestras “adoradas y amadísimas” mascotas y mascoticas se les viene amputando su rabo o cola tan habitualmente como si se tratase de peinarlas o despeinarlas. Ese rabo no es otra cosa que la extremidad de su columna vertebral a través de la cual se halla nada más y nada menos que una buena y necesaria porción de la médula espinal. Es un órgano obviamente muy útil para esos animales pero reñidos con los prejuicios sociales discriminatorios e intereses lucrativos.
Igual pudieran dejarlas tuertas y vender esa acción como signo de diferenciación entre ricos y pobres, habida cuenta de que la quirúrgica de este tipo costaría un ojo de la cara del poderoso y amantísimo dueño del paciente.

Entendemos que detrás de esta perversa práctica está la prédica de lucro burgués. Sin embargo, durante su carrera universitaria los honorables médicos veterinarios han sido inducidos a semejantes prácticas quirúrgicas sin más razón que la supuesta estética hallada en juego.

Una artificiosa y discriminatoria estética de tortura soportada con deleznables argumentos. A los médicos se les hablaría (probablemente) de todo menos de los signos de distinción entre estas amputadas y maltratadas mascotas y los “vulgares”, “sucios”, desamparados y callejeros perritos de nadie. ¡Qué mejor diferenciación física y moral que la existente entre una maltratada y amada mascota “chucuta”, y un “vulgar” perro de cola naturalmente alargada! Valga hoy la metáfora contenida en una de sus novelas donde el Nobel Literario Thomas Mann nos habló del megaburgués Buddenbrook en cuya mesa del comedor se servía la común sal de mesa, al alcance de hasta el más menesteroso y zarrapastroso de los pobres o asalariados suyos, con la diferencia que la suya era dispensada por un salero de 24 quilates de oro.

marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez M.


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