Antonio Ledezma y sus encuestas

Antonio Ledezma, Alcalde Metropolitano, ha entrado en pánico.  Está revisando los reportes de las encuestadoras y no lo puede creer:  el israelí-venezolano, Enrique Capriles Radonski, gobernador del Estado Miranda, “emerge” como el candidato de mayor realce para enfrentar a Chávez en un careo electoral.

─¡Es insólito! ─exclama, pasándose la mano por la calva y uniformando su graso brillo hacia el centro de la cabeza─.  ¡Este mundo no tiene arreglo, de tan ingrato que es!

Se dirige hacia la ventana y empieza a mirar la gente que camina en la plaza y las verdes colinas de la ciudad.  Es un día caluroso allá afuera, hasta rabioso, en nada parecido al frío ambiente de su oficina, que le hiela los huesos.  Regresa nuevamente al centro de la estancia, abrazándose a sí mismo, pero se va de nuevo hasta la ventana… y mira…, y mira…  Está furioso.

─¡No jodan:  no soy alcalde desde ahora, sino de siempre!  Yo les arregle la ciudad a todos y goberné para los hijos de sus madres que ahora me pagan prefiriendo para candidato presidencial a tan idiota criatura, que ni siquiera es venezolana!  ¡Porque eso sí, soy venezolano únicamente, sin dobleces de ningún tipo, y si él es “Capriles”, yo también soy uno!  ¡A mi no, carajo!

Nuevamente se sienta, haciendo el mohín de alguien que se sabe importante, arreglándose la corbata, con el sumo cuidado de quien se consiente, de quien mide hasta el tiempo que tarda cada uno de sus movimientos.  Acerca el vaso con agua que tiene al frente, moja sus labios y respira hondo…, pero no lo soporta, no se puede contener, no le cabe en la cabeza el cuento ése de los tibetanos que se la pasan relajados así revienten con toda la presión del tan cruel mundo.  Va otra vez hasta la ventana.

─¿Es arrecho, no?  Grandes han sido mis luchas…  Limpié las universidades ─con la Policía Metropolitana de antes─ de tanto podrido comunista que amenazaba la democracia…, aunque no me di a basto para todos y algunos se salvaron… (los que hoy están en el gobierno).   Puse mi grano de arena para tumbar al tirano en el 2.002…  Vencí limpiamente a mi enemigo “socialista” para el cargo que hoy ocupo.  Hice huelga de hambre…  Viajé…, acabo de viajar por el mundo, buscando ayuda para Venezuela…  ¡Y ahora esto!  ¡No me jodan, pedazos de basura política!  ¡Yo sé que se trata del maldito dinero; eso es!  ¡El sionista y sucio dinero!

Al regresar, pega un golpe sobre la mesa de fina madera, tumbando el vaso, el cual se derrama y empieza a humedecer el periódico, la nota de prensa que leía.

Ledezma se inclina, mirando el fenómeno con una repentina y rara fruición:  la mancha se extiende lentamente, apoderándose del papel periódico, oscureciendo como una noche gris aquel mundo de numerosas letrillas.  Nota embobado cómo la humedad se come la noticia que le atribuye un 68,4% de aprobación al gobernador “enemigo” (aunque del mismo bando) y se apresura a salvar la página cuando el agua se acerca a unas notorias siglas que rezan “IVAD”.  Toma el ejemplar por un ángulo y lo levanta frente a sus ojos, que miran fijamente.

─¡Eso es! ─se golpea la calva sonoramente─.  ¡IVAD, IVAD!  ¡Eso es!  ¡Es una empresa gobiernera!  ¿Quien le cree?  ¿Por qué le creí yo, caramba?  ¿Por qué preocuparse?  “Instituto Venezolano ─deletrea─ de Análisis de Datos”.   ¡Ja, ja, ja!  ¿Cómo voy a estar yo por debajo en las encuestas!  ¡Qué bobo he sido!

El alcalde sonríe nuevamente, como cuando estaba en la fría Europa y sentía los rayos del sol sobre su cabeza, tan dulcemente cálidos.  Se levanta con decisión, yergue el pecho, se anuda la corbata y se dirige al espejo de la esquina.  Su rostro irradia luz, pareciendo literalmente un sol con unos cuantos rayitos de pelos.  Se dirige al escritorio por enésima vez y telefonea a su asistente, a quien le espeta cuando llega:

─Comuníqueme urgentemente con las encuestadoras Hinterlace y Keller y Asociados.

Después se queda en el silencio de su despacho, mirando el suelo, dueño de una sonrisa congelada.  Tan absorto está que no nota sus gafas desencajadas.

”Estas sí que son encuestadoras nuestras, verídicas y patriotas ─piensa Ledezma─.  ¡Ya verán esos ricachones hijos de puta, recontra malagradecidos!  Las contrataré y volveré a los primeros lugares, que es adonde pertenezco”

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Oscar J. Camero

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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