Mariposas azules sobre los techos de cartón

Nota de Aporrea: Esposa de Tomás Borges
Qué triste, se oye la lluvia, en los techos de cartón.
Qué lejos pasa la esperanza, en las casas de cartón.

Alí Primera


Los cerros que circundan Caracas, son una de las más crudas expresiones del capitalismo, que he visto en mi vida. Las casas de cartón de Alí Primera, treinta años más pobres, treinta años más pobladas, desafían todas las leyes de la física.

Arquitectura aérea: un milagro neoliberal. Y ahí, en ese hacinamiento vertical, construido sobre la basura, han ido a meterse los médicos cubanos.

Alojados en los hogares de los más pobres, estos santos contemporáneos curan los males endémicos y los epidémicos. No cobran la consulta y regalan los remedios, pero sobre todo: están. Donde nadie estuvo nunca: ellos están. Vacunan niños, atienden ancianos, suturan las heridas de bala o cuchillo, que los "malos entendidos" suelen dejar en estas cumbres borrascosas.

Son diez mil, los médicos que el país más solidario del mundo ha enviado a Venezuela, a construir una red de atención primaria que vaya a la montaña, como Mahoma, ya que los hijos de la montaña, jamás pudieron llegar al hospital.

Los cuatro doctores que conocimos, esa tarde con Tomás, eran mujeres. En su isla habían dejado seguridad y amores (una hijita de ocho años, un esposo artista del Fondo de bienes culturales) para echar su suerte con la de estos miserables, que la capital exprime y esconde: des-tierra.

Desde acá arriba se ve la gran ciudad: sus carreteras fabulosas, sus rascacielos modernísimos, sus centros comerciales gigantescos, y los precarios techitos de lata, sostenidos con piedras, donde flamean orgullosas las banderas de Bolívar. Desde abajo, en cambio, ni se vislumbra lo que hay aquí. Debe ser por eso, que el país más rico de América Latina ha podido crecer, ignorando aquello que no aparezca por televisión.

Aquí viven los que no alcanzaron casa, durante la ocupación del 58, el día que cayó Pérez Jiménez; los protagonistas del Caracazo, de hace 15 años; los que bajaron a defender a Chávez, cuando el golpe de hace dos. Con la Misión Barrio Adentro, por primera vez tienen un médico a la mano y un trabajador social que los ayuda a organizarse. Ahora, es la comunidad quien se encarga de las labores de limpieza y vigilancia. Con el trabajo de todos, los vertederos se van convirtiendo en canchas deportivas, y las paredes mugrosas se pueblan de murales del Libertador y su maestro don Simón Rodríguez, con los anteojos sobre las cejas. Los versos de César Rengifo y Aquiles Nazoa, finalmente llegan a sus destinatarios, que gracias al Plan Robinson han aprendido a leer, por video, y ahora alfabetizan a sus vecinos.

Mientras trepo por estas escalinatas interminables, maldiciendo mis sandalias y con la lengua afuera, recuerdo a una doctora que conocí en Guadalajara. La oí despotricar contra los "para-médicos" cubanos que no tenían qué comer en su tierra, ni habían homologado su título, y llegaban a quitarle la clientela a los venezolanos. Asomándome a las ventanas de estos ranchitos, me pregunto cuántas veces habrá subido esa doctora, por estos callejones. ¿Será esta la "clientela" que le disputan los cubanos?

En un muro, leo: "COÑOde TU.MadRe NO BOTe BASURA". Una mariposa azul, revolotea sobre el graffiti. Es María Lionza: dueña de los bosques, musa de las aguas, diosa del amor, que se disfraza de mariposa de añil y deja, a su paso, el aroma de las orquídeas, que adornan su pelo. Dicen que casó con una serpiente, y que pasea a lomo de onza, con su capa azul al viento, por las montañas de Yaracuy. Esta santa pagana, cura a los pobres de los males del cuerpo y las penas del alma. Ahora está contenta. Desde que se instaló la Misión Barrio Adentro, dispone de más tiempo para lo suyo: la buena fortuna y los filtros de amor.


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