Colombia: La agresión a Marquetalia, cuarenta años después…

El ministro de Guerra de la época, general Alberto Ruiz Novoa, reconocería en el Congreso de la República, que la revista norteamericana Life tenía la razón: “los bandoleros no sólo no habían sido eliminados, sino que ahora eran una organización sólida que empleaba la táctica de la guerra de guerrillas”. La oligarquía nunca asimiló la experiencia. El fracaso de la agresión a Marquetalia metió al país en una confrontación armada que lleva cuatro décadas. Lecciones de la historia.

12.05.2004 (Hernando López, VOZ, Colombia) Para la oligarquía colombiana es como si el tiempo no pasara. Cuarenta años después del Plan Laso (Latin American Security Operation), diseñado por el Pentágono de los Estados Unidos, con los mismos argumentos e idéntico lenguaje militarista y bélico al de hoy y, como si fuera poco, contra los mismos guerrilleros, el Establecimiento está anunciando el “Plan Patriota”, inspirado también por los gringos, con el propósito de ser la batalla final o la madre de todas las batallas contra los insurgentes de las FARC.

A finales del mes de mayo de 1964, durante el gobierno del Frente Nacional de Guillermo León Valencia (conservador), se inició el ataque contra Marquetalia, pequeño caserío al extremo sur del departamento del Tolima, en donde estaba asentado un numeroso grupo de campesinos, hombres, mujeres, niños y ancianos, que bajo la conducción de Manuel Marulanda Vélez, trabajaban la tierra de manera organizada y junto a otros campesinos, ubicados en Riochiquito, El Pato y Guayabero, demandaban la reforma agraria y mejores condiciones de bienestar en el campo colombiano.

Unos 16 mil hombres, apoyados por fuego aéreo y con asesoría de militares norteamericanos, tuvieron a cargo la operación. Valencia no quiso escuchar a los campesinos que querían diálogo. Atendió el consejo ultraderechista de Álvaro Gómez Hurtado, quien bien aconsejado por los yanquis, exigió el ataque a sangre y fuego para acabar las “repúblicas independientes”.

El lenguaje de la época era casi el mismo de ahora. “Bandoleros”, “bandidos”, “delincuentes” y otros insultos más. Después de comenzada la “Operación Marquetalia”, sobrevinieron múltiples acciones de solidaridad con los campesinos, incluyendo bombas y atentados en Bogotá y otras ciudades, como lo admitieron El Tiempo y El Espectador. Aunque la situación no fue óbice para que la “gran prensa” decretara el “fin de los bandoleros”: “Marquetalia libre de bandoleros”, “Devuelta la juridicidad nacional”, fueron algunos de los titulares de la prensa. Los mismos hechos y acontecimientos, los mismos titulares de prensa que se han repetido año tras año, como si fuera la misma matriz, a lo largo de las últimas cuatro décadas. El ataque a Casa Verde, Destructor I y II, la reconquista del Caguán y ahora el Plan Patriota, siempre con los mismos resultados: la prolongación indefinida del conflicto, la agudización de la confrontación armada con todas sus secuelas.

Guerra bacteriológica

En Marquetalia, como lo cuenta el comandante Jacobo Arenas en el “Diario de la resistencia de Marquetalia”, los norteamericanos experimentaron la guerra bacteriológica en Colombia. Varios de los guerrilleros y de los habitantes de la región fueron afectados por la “viruela negra”, bautizada por la gente con la expresión “espuela de gallo”, porque el ataque de la bacteria empezaba en el talón del pie.

En la ejecución de la Operación Marquetalia primó la insensatez de la oligarquía y la presión de los yanquis con el argumento que era la vía rápida “para obtener la paz”. Jacobo Arenas dijo: “Nosotros, el campesinado de Marquetalia y del sur del país veíamos claramente cómo se cerraban las posibilidades de un arreglo político, pacífico del problema planteado”. El campesinado fue obligado a la guerra de guerrillas y dos años después se conformaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). “¡Cuántos años de guerra y de tragedia no nos hubiéramos ahorrado los colombianos de no haber sido por la estupidez de la clase dominante!”, dijo alguna vez un historiador progresista.

Cuarenta años pasaron desde aquel momento y el ciclo se repite. El gobierno de Uribe Vélez declara la guerra; cierra toda posibilidad de diálogos de paz y de solución política del conflicto. Apoyados en la tecnología gringa y con la participación de mil militares norteamericanos de manera directa en los operativos, casi 16 mil soldados (el mismo número de hace 40 años) avanzan en el “Plan Patriota”. Negando, inclusive, la posibilidad de un acuerdo humanitario o del canje de prisioneros de guerra, que lleve a la libertad a los retenidos por razones del conflicto, incluyendo a la ex candidata Ingrid Betancourt, los ex congresistas, ex diputados del Valle del Cauca, ex ministros y ex gobernadores, políticos y, naturalmente, militares, policías y guerrilleros.

Pocos meses después de la Operación Marquetalia se conoció que el gobierno de Valencia, en tiempos también de déficit fiscal, dilapidó 373 millones de pesos de la época, de los cuales 170 millones correspondían a un préstamo de los Estados Unidos. El comandante Jacobo Arenas luego comentaría: “El movimiento agrario de Marquetalia se transformó en movimiento guerrillero con un programa revolucionario y es hoy muchísimo más fuerte y superior de lo que era antes de la agresión”. El ministro de Guerra de la época, general Alberto Ruiz Novoa, reconocería en el Congreso de la República, que la revista norteamericana Life tenía la razón: “los bandoleros no sólo no habían sido eliminados, sino que ahora eran una organización sólida que empleaba la táctica de la guerra de guerrillas”.

La historia se repite. La oligarquía nunca aprende la lección. Los yanquis tampoco.



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