Hugo Chávez, el hombre anti-cumbres, y su inevitable protagonismo

Sin duda Hugo Chávez es el hombre de las pasiones, de todo tipo. Su presencia vuelve y revuelve la atmósfera de los presentes, unos afectos a su figura moral y propuesta política, otros, furibundos opositores a cualquier cosa que de él dimane. Otros adolecen de la conocida bipolaridad amor-odio, esos mismos que, para reconocerle una bondad, se ensañan contra cualquier defecto que la estética o ética convengan en criticar.

Así nada puede extrañar que un día la cojan contra su verruga, el color de su piel o el tipo de cabello para, a duras penas, atreverse a reconocer el efecto saludable de sus Misiones o la relativa tranquilidad económica que le deparó al país al disminuir en gran parte la tremenda dependencia que se vivía respecto de los EEUU, país hoy en bancarrota económica, jalonando hacia su centro de desastre a los países que tradicionalmente practicaron una política de entrega hacia ellos, como México, Centroamérica, etc.

En el plano internacional, ni hablar. Fuera de la conocida página WEB Youtube, no hay figura humana más popular en el mundo, ateniéndose al criterio de humanizar como persona a la mencionada página por parte de los organizadores del concurso: un buen día decidieron realizar la medición, pero al notar que el venezolano se imponía en las encuestas, decidieron joder la vaina y meter a Youtube, o sea a tí (tu), como participante para lograr contener los inevitables resultados. Cualquier cosa menos darle el crédito a quien resultaba odioso dárselo, según intereses ideológico-corporativos. Algo así como establecer una comparación entre objetos o seres completamente disímiles: ¿que te parece la trompa de un elefante en comparación con las antenas de una hormiga?

Previamente el hombre ya se había impuesto como el más popular, por encima de George Bush, en una encuesta realizada por una empresa inglesa, por más que en la misma se hizo trampa y, en los descuidos, se le sumaban puntos al ser más impopular de los EEUU. Todo con el laudable propósito de evitar que un “comunista” o “socialista” salte a la palestra con condecoraciones que, desde el punto de vista del sistema ideológico, resulta inadecuado reconocer. Ni más ni menos.

Cosa cuesta arriba, por cierto, dado que es difícil sortear a la atención que un hombre haya acometido la tarea de revolucionar sin violencia, sin derramamiento de sangre, a una sociedad completamente entregada a la matriz imperial, capitalista y neocolonial, anticomunista, para señas, como era Venezuela respecto de EEUU.

La situación cobra visos de estado de alerta cuando el “hombrecito” con su gesta empieza a contaminar a los países vecinos y a ser la comidilla internacional de las cofradías tanto de derecha como de izquierda. Las primeras, reclamando que el “bendito” comunismo ese ha debido estar muerto y enterrado desde hace tiempo, las segundas, sumidas en el sopor de los tiempos inactivos, cobrando un nuevo ánimo para el combate. La caída de la antigua URSS parecía haber dicho la última palabra tanto para unos como otros.

Hugo Chávez es proponente de socialismo, por supuesto, fundamentalmente humanista, como manda la ética y hasta el dogma, y formalmente adecuado a su particular realidad venezolana sobre su contexto latinoamericano. Haber sido rescatado por las masas populares de un faccioso golpe de estado derechista lo consagra y lo pone como eje central de una historia que parece única en su género. Desde entonces las masas, las comunas, el pueblo, han sido el eje de su política molesta para los centros del poder político en el mundo, neoliberalmente acondicionados para hacer prevalecer el interés particular sobre el general, situación típica de esclavitud y explotación disfrazada, como le cabe al cerebro dilucidar.

Semejante envalentonamiento democrático, tal condición de fortaleza moral, no le deja dudas al barinés a la hora de hablar, de decir, de denunciar, de romper el protocolo, de sentenciar o acusar. Está calificado, dado que es portador de una voluntad popular que le ha aprobado cualquier “locuacidad” que se haya propuesto acometer, sea ya la de retar desde el tamaño de un pequeño país al “más grande imperio de todos los tiempos” (como se llaman los mismos gringos), sea ya la de implementar reformas en materia agraria, utilizando los procedimientos de la convención democrática y el debido proceso, sea ya el ensayar un inusitado estilo de copar comunicacionalmente al país con su presencia mediática, en cuyas intervenciones nunca faltan elementos de coloquialidad que inevitablemente lo identifican con su pueblo, tanto con el afecto como con aquel que padece el mal moral amor-odio.

Y tal delegación de liderazgo es hasta automática en relación con los otros líderes regionales, que proponen en él la voz que puede hablar por ellos en las reuniones o cumbres donde asistan. Hasta Fidel Castro lo tiene como algo más que su pupilo o hijo político. De modo que el presidente venezolano tanto en lo interno nacional como externo latinoamericano disfruta de esa suerte de certificado moral que recoge el pesar general de haber permanecido en la pobreza colonial mientras se enriquecían los explotadores de pueblos, los grandes engañadores.

Así, pues, usted no tuvo por qué extrañarse cuando vio a Hugo Chávez satanizar en vivo al presidente de los EEUU en plena sesión de la ONU, cuando manifestó que el lugar donde había hablado George W. Bush olía a azufre y a otras sustancias del averno; no ha debido sorprenderse menos cuando le ha tocado decirle crudamente las cosas a sus contendores, con lujo de detalles en la denuncia, detalles tan ciertos que de suyo resulta osado revelarlos. Larga es la fila de presidente neocoloniales contra quienes ha ensayado su verbo incendiario, ello sin mencionar los internos elementos de la política venezolana.

De forma que volvemos al principio, cuando aseveramos que Hugo Chávez es el hombre de las pasiones y arrebatos políticos. Vea usted nada más la reciente Cumbre de Las Américas, donde la expectativa mundial era la presencia del flamante presidente de los EEUU, Barack Obama, el otro hombre que han dado por llamar de los “cambios”, aunque dicha denominación comporte encontradas interpretaciones. Y resultó que el enfilado protagonismo terminó siendo definido por la menor o mayor actuación de Hugo Chávez.

Previamente flotaba en el ambiente la caracterización de que el presidente venezolano es un hombre anti-cumbres, el mismo que a cada rato ha vociferado que las mismas no sirven para un carajo, porque mientras los líderes mundiales andan en ella, los pueblos andan de abismo en abismo. Y la prensa malintencionada de la derecha política no perdía la oportunidad de tratar de proyectar el encuentro como un choque entre negros ideológicos, uno del norte y otro del sur. Sobremanera se afanaba por evitar que los “colosos” se encontrase amigablemente, estrechasen sus manos y vuelva el molesto ser revolucionario de Venezuela a acaparar más atención de la que por sí sólo ya era diestro en acaparar.

Pero vea usted. El hombre de las sabanas de Barinas nuevamente hizo de las suyas. No sólo fue buscado por el presidente norteamericano para estrechar saludos, sino que le devolvió una visita fuera de protocolo para obsequiarle un libro sobre la toma de conciencia histórica en América Latina, como lo es Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. Ello subió los ritmos de la prensa, así como de la venta del libro. La misma despedida de Obama, “Adiós, adiós, amigo”, generó tan incómodos orgasmos en los sectores de la derecha internacional que es mejor detallarlos para valorar más precisamente ese tan augurado protagonismo de Obama en la Cumbre, malogrado por el “señor” Chávez. Vea usted cómo Obama es protagonista en la cumbre pero en la medida en que su conducta está tenida por la de Chávez:

“Obama siembra la semilla de la reconciliación con Cuba y Venezuela” titula un furibundo diario antichavista español
La cadena de noticias CNN, también adoloridamente antichavista, corta una entrevista del presidente estadounidense en el momento en que no reniega de su acción de estrechar relaciones con países inocuos para los intereses propios
Dick Cheney, ex vicepresidente de los EEUU, entrevistado por otra cadena de noticias desaforadamente antichavista (Fox News), expresa su malestar porque Obama saludó a Chávez
En general, los medios estadounidenses y de sus partes satélites resalta que la acción de Obama lo hace merecedor de “duras críticas”
Los medios de comunicación venezolanos, los mismos que añoran la toma de batuta de los EEUU sobre América Latina, no se hacen de rogar y también sueltan su grano de arena a la matriz de opinión de hacer notar el “error de Obama”, y se sueltan a expresar su preocupación porque, finalmente, el norte y el sur se integren.
Un legislador republicano lamenta que Obama con sus acciones haya legitimado a Hugo Chávez, enemigo incendiario contra los EEUU, en sus palabras.
De forma que habrá que concluir, después de notar este “protagonismo” de Obama en la Cumbre de Las Américas, que Hugo Chávez es, en efecto, un hombre anti-cumbre, dado que se las embolsilla todas en virtud de su carisma político y poder de penetración mediático. Y no es para menos: Hugo Chávez comporta la esperanza de los desguarnecidos y olvidados de la tierra, si queremos ecumenizar su figura, sea calando en Asia, Europa o Latinoamérica. La acepción de “esperanza” como algo que se desea ocurra, genérica y vaga, se concreta en él (Hugo Chávez) con visos de humana personalidad, como es de lógica esperar respecto de cualquier líder.

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Oscar Camero Lezama

Escritor e investigador. Estudió Literatura en la UCV. Activista de izquierda. Apasionado por la filosofía, fotografía, viajes, ciudad, salud, música llanera y la investigación documental.

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