El grito de América libre

Porque  pido silencio no crean que voy a callarme, todo lo contrario: Voy a gritar que secén las mentiras. Tenemos historia y ella no es que esté de regreso, ella desmiente a los canallas y nos invita a que de verdad seamos libres. Doscientos años han pasado de aquel grito que dio Caracas y que sacudió el pellejo curtido de latinoamericanos y caribeños, templando sus corazones por esa ansiada libertad y justicia que hasta ahora solo han sido sueños.

Recordemos aquel jueves santo de 1810, específicamente era 19 de abril, cuando se inició en nuestra Caracas el comienzo de una etapa histórica  que se regaría como una lengua de pólvora  por todas nuestras naciones. En este día, el cabildo de Caracas, con el apoyo de parte del pueblo y de importantes sectores de las fuerzas armadas, tanto de los batallones de veteranos como de milicias, así como de destacados personajes del clero, la sociedad, de los intelectuales, depuso al gobernador y capitán general Vicente Emparan y a los demás altos funcionarios españoles, enviándolos al exilio. Fue un movimiento revolucionario que se llevó a cabo de una manera incruenta, y que en definitiva tuvo un impacto en los campos político, económico, social y cultural, no sólo de Venezuela, sino de todas estas patrias nuestras.

Desde ese día y para siempre nos sumamos agregando luz al patriotismo sincero y leal, anclando en las conciencias revolucionarias las convicciones bolivarianas, como son la libertad, la justicia, la igualdad y la paz, convencidos como Bolívar, que estas se conquistan y nunca se mendiga para destrozarlas.

Así se desarrollaron estas acciones revolucionarias:

El capitán general Vicente Emparan, deseoso de ganar tiempo e indeciso ante el camino a seguir, suspendió la sesión del Cabildo y se dirigió a la catedral; sin embargo a las puertas de ésta, uno de los revolucionarios, Francisco Salias, se interpuso y tomando del brazo a Emparan, le conminó a regresar al Cabildo. La actitud de Salias fue ampliamente celebrada por la multitud en general y por un grupo de conjurados; ante la osadía de Salias, los soldados que formaban la guardia del capitán general hicieron un ademán de apercibir sus armas, pero una orden del oficial venezolano que los mandaba, los mantuvo firmes en sus puestos sin intervenir. Dadas la circunstancias, Emparan regresó al Cabildo, acompañado de los alcaldes, regidores y notables, mientras una multitud invadía la plaza mayor. Al poco tiempo llegaron al Cabildo el abogado Juan Germán Roscio, el canónigo José Cortés Madariaga y otros representantes del pueblo y del clero, quienes se incorporaron a la reunión. Presionado por los factores de poder presentes en el Cabildo de Caracas, Emparan pronunció las palabras que señalaron el principio del fin, por lo menos jurídicamente, del régimen español en Venezuela. Dirigiéndose al pueblo congregado en la plaza, desde el balcón del cabildo, les preguntó si deseaban que él continuase mandando; ante la respuesta negativa de las personas presentes, exclamó Emparan: "¡Pues yo tampoco quiero mando!". Luego de esto, quedó establecida la que oficialmente recibió el nombre de Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII.

El mismo 19 de abril de 1810 fue redactada el acta en la cual se consignaba el establecimiento de un nuevo gobierno. En la misma se precisaba que el gobernador y capitán general, el intendente de Ejército y Real Hacienda, el subinspector de artillería y el auditor de Guerra y asesor general, así como la Real Audiencia, quedaban privados del mando que ejercían, a la vez que suprimían esas instituciones. En consecuencia el Cabildo de Caracas, con sus 2 alcaldes José de Llamozas y Martín Tovar y Ponte a la cabeza, asumió el poder, incorporando en su seno a los representantes del clero, del pueblo y de los pardos, ya mencionados, mientras que el mando militar era confiado momentáneamente al teniente coronel Nicolás de Castro y al capitán Juan Pablo Ayala. El acta del 19 de abril fue firmada por todos los asistentes al Cabildo extraordinario de ese día, incluyendo a los funcionarios españoles depuestos (Vicente Emparan), los que desempeñaron un papel secundario y los que a partir de ese momento asumieron el poder (Tovar, Roscio, Cortés de Madariaga, etc.). El acta fue leída el mismo día en diversos lugares de Caracas por los escribanos Fausto Viaña y José Tomás Santana, quienes certificaron que la población reaccionó gritando las siguientes consignas: "Viva nuestro Rey Fernando VII, nuevo Gobierno, Muy Ilustre Ayuntamiento y Diputados del Pueblo que lo representan". En definitiva la revolución se llevó a cabo sin derramamiento de sangre. Los funcionarios depuestos fueron conducidos luego a La Guaira y encerrados en las fortalezas o confinados a bordo de buques anclados hasta que se les expulsó. De acuerdo con el testimonio de uno de ellos, el intendente Basadre, durante el tiempo que estuvo en prisión pudo apreciar como los revolucionarios compusieron e hicieron circular canciones alegóricas de su Independencia, en las cuales convidaban a toda Hispanoamérica a hacer causa común y a tomar "... a los caraqueños por modelo para dirigir revoluciones" , ya se  entonaba la canción que mucho más tarde fue declarada Himno Nacional de Venezuela: "Unida por lazos/ que el cielo forjó/ la América toda/ existe en Nación/ y si el Despotismo levanta la voz seguid el ejemplo/ que Caracas dio." En conclusión, aunque el 19 de abril de 1810 no fue declarada jurídicamente la Independencia de Venezuela, políticamente se produjo un cambio radical que culminó con la declaración del 5 de Julio de 1811. Lo que si quedo testimoniado históricamente que aquí se inicio el grito de América libre.

Y también quedo para siempre que en una acción como esta, hay un origen único de todas las revoluciones: el deseo del hombre por una vida más humana, más noble, por un sistema libre y progresista y por una libertad de expresión capaz de crear una nueva fraternidad entre los hombres. Acción que heredamos para asociarnos a una nueva cultura que estructure de verdad ese cambio social que tanto se pregona y que nunca se construye. 

vrodriguez297@hotmail.com


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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