Engendro de la Candelaria

La oposición y medios de información esperaban con ansiedad la inauguración del Sambil en La Candelaria para caerle encima al Gobierno por permitir la construcción de tal monstruosidad en una de las zonas más congestionadas en la enredada ciudad de Caracas, pero el Gobierno, en un arranque de sensatez, ha prohibido su funcionamiento como centro comercial por la sencilla razón de que la Candelaria se haría inhabitable para sus habitantes, y prácticamente empeoraría la ya insufrible circulación caraqueña. Ardió Troya; la oposición cambió de parecer para poder atacar al Gobierno, como es su estilo y vicio enfermizo, y arremetió contra la decisión gubernamental con argumentos insensatos y absurdos.

En casi todas las ciudades importantes del mundo, desde Washington hasta las europeas, los grandes centros comerciales se construyen en las afueras de la ciudad, a veces a decenas de kilómetros del centro, con la finalidad de aliviar la asfixia urbano, y aquí en Caracas, una de las ciudades más conflictivas del mundo, donde se vive en estado casi agónico, unos políticos majaderos, necios y unos medios de información sin pudor periodístico se levantan en defensa del desorden y del caos, apoyados por algunas personas tocadas de masoquismo, enfermedad común que transmite la oposición, como un chipo el mal de chagas.

La barbaridad de esa construcción fue autorizada por organismos oficiales que habrá que investigarlos, porque no se puede creer que la sola irresponsabilidad motivó la concesión de los permisos edilicios necesarios; otras motivaciones han debido mediar, como sucede en el municipio El Hatillo que estará inmovilizado en poco tiempo en vista de que la alcaldía autorizó, quién sabe con cuales estímulos, la construcción de más de cincuenta grandes edificios sin construir una sola nueva vía.

La moral de un intelectual está en función de su sinceridad. No se puede mentir o callar ante una aberración y pretender ser guía de la comunidad, menos cuando aplaude los desvaríos de cierta clase motivada por razones de carácter político, como es el caso del engendro de La Candelaria.



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Manuel Quijada


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