Obama

Hay alegría y esperanza. En Nueva York hubo una gran fiesta en Times Square, Plaza de los Tiempos. Lo mismo por el mundo ¿Qué tiempos vendrán?

No restamos méritos, apoyo mediático incluido, a la capacidad de Obama para convocar multitudes. Pero el tenebroso carácter del gobierno de Bush, la sombra de la guerra y la muerte cubriendo al mundo, la masiva pérdida de viviendas, el derrumbe del sistema financiero, el crecimiento del desempleo, la extensión de la recesión por el planeta… No se puede menos que celebrar esa derrota.

Prevalece por ahora la esperanza ¿Hasta cuando durará? Ojalá fuere larga y bien fundada. Se estima que la campaña costó más de $1500 millones. Dato ominoso y amenazante.

Pocas veces como hoy la esperanza se ha visto tan enfrentada a una relación de fuerzas que la acorrala. La primera declaración pública deja serias dudas. Hasta que Obama haga o deshaga no lo sabremos Chomsky dijo que "era un blanco que había tomado demasiado sol" ¿Será?

Después de los últimos acontecimientos, el mundo ya no es el de antes. Lo que Obama haga es importante, pero más importante es lo que hagan las fuerzas del cambio y sobre todo los pueblos. No se trata simplemente como en 1929 de transitar del mercado al Estado. Eso culminó con el tránsito inverso. Los estados tienen un gran papel que cumplir, pero no se puede olvidar que ellos han formado parte de los instrumentos de expropiación del poder de los pueblos, sobre todo, de la capacidad de pensar y actuar. Lo que no niega que los estados tengan ahora un importante papel.

No hay que dar cuartel a las fuerzas del capital. Sobre todo al FMI, al BM, a la OMC, al Consejo de Seguridad de la ONU y en general, al entramado de poder que se constituyó después de la II Guerra Mundial, que se reforzó con la crisis del socialismo y se fortaleció con el ascenso neoliberal. Frente a ellos hay que levantar el poder de los estados y la soberanía de las naciones. Y frente a los estados hay que levantar el poder de los pueblos, que son los que deben construir la historia.

La soberanía no es contradictoria con la mayor solidaridad internacional y el impulso a los procesos de integración cultural, económica y financiera. El Banco del Sur, un sistema de reservas internacionales y una moneda común son instrumentos imprescindibles.


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Julio Escalona


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