El "surmenage" de Álvaro Uribe

Monseñor Pedro Rubiano, máximo jerarca de la Iglesia colombiana y de gran influencia política, en reportaje al periodista Yamid Amat que publica la edición dominical del 26 de octubre del periódico El Tiempo, refiriéndose al presidente Álvaro Uribe, dice con sutileza digna de Fouché: “…que descanse 4 años. Con esa forma de trabajar y los problemas que tenemos, el cansancio, el estrés, son inevitables. Es conveniente y necesario el reposo… Hay tiempos para crecer, tiempos para trabajar y tiempos para descansar”

Es cierto que el presidente ha respondido a su lema de “trabajar, trabajar y trabajar”, pero ¿trabajar para quién? Su extenuante trabajo lo ha consagrado a defender a la oligarquía, a enriquecer a los ricos en aras del despojo de los más pobres y a perseguir a quienes no son sus incondicionales, como pudo desenmascararse esta semana con la orden impartida de que se hiciera espionaje a los dirigentes destacados del partido de oposición, “el Polo” (Polo Democrático Alternativo), lo que le costó el cargo a la directora del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), que opera bajo la directa jefatura del presidente Uribe.

Sí, que descanse el señor Uribe y que deje descansar al país, porque su tenebrosa gestión ha ido acumulando condiciones sociales, económicas y políticas de una gravedad extrema, que tienen resquebrajado al país y donde, pieza a pieza, la integridad de la estructura nacional colombiana se está derrumbando.


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Las iniquidades que cotidianamente se han venido cometiendo contra nuestro pueblo, se han venido acumulando, mientras las encuestas muestran una altísima popularidad del presidente que, con el paso del tiempo, se ha incrementado. ¿Por qué? Porque el pueblo le tiene miedo a las llamadas fuerzas del orden, que ejercen, bajo la maniobra de los “falsos positivos”, la represalia y el terror contra todo aquel que se oponga al régimen.

No voy a extenderme para hablar de mi caso, contra quien el gobierno ha ejercido una persecución persistente y continua, acusándome ante los entes de justicia de cuanto delito pueda uno imaginarse, pidiendo a gritos que me metan a la cárcel. Milagrosamente ya he salido airosa de 44 juicios, pero cada semana llega a mi casa la apertura de uno nuevo, en una cadena sin fin, que busca con torticera saña llevarme a la cárcel o a la ruina. Todas esas denuncias son “falsos positivos”, fórmula reiterativa que utiliza el gobierno para encubrir sus delitos o para señalar como culpables a quienes quiere hundir.

Sólo en esta semana que termina, hemos visto cómo el General Naranjo y el Comandante del Ejército salieron a decir que los indígenas, en su “minga”1 de protesta estaban atacando al ejército y a la policía con artefactos de pólvora y resultó que, gracias a un video que tomó uno de los indígenas y que entregó a CNN, se pudo ver cómo uno de los policías disparaba a la altura de los manifestantes. Sólo quedó grabado disparando uno de los “agentes del orden”, pero varios testigos reportan el hecho de que fueron varios los soldados y policías que dispararon. Ese “falso positivo” buscaba que entre los marchistas hubiera muertos, para poder decir – lo que en efecto dijeron – que la marcha era fomentada por los terroristas e impulsada por las FARC. El presidente exigió públicamente que los indígenas le pidieran perdón a la policía, pero luego – cuando con el video se aclararon las cosas – tuvo que desmentir su señalamiento contra los indígenas.

Igual sucedió con el disfraz de miembros de la Cruz Roja que utilizaron los del equipo de rescate de Ingrid Betancourt. Pero Uribe ha guardado silencio ante la gravedad de lo descubierto esta semana, cuando varios jóvenes salieron de su casa, de una población limítrofe con Bogotá - el municipio de Soacha - apareciendo semanas después enterrados en una fosa común en el lejano departamento de Santander, señalados como “muertos en combate”.

Pudo comprobarse, como sucede cada semana, que se trató de un “falso positivo”, fruto de la monstruosa, indignante e inhumana política del Ejército colombiano que estableció que todo soldado recibiría beneficios – entre ellos 5 días de vacaciones – por todo “subversivo” dado de baja. ¡La vida de un ser humano por 5 días de descanso! Y eso ha llevado a que miembros del ejército asesinen sindicalistas, maestros, campesinos, jóvenes en busca de trabajo, haciéndolos pasar por guerrilleros.

Pero no crea el lector venezolano, o latinoamericano, o europeo - que está leyendo este artículo – que los asesinos son ignorantes soldaditos. ¡No! Quienes han sido arrestados por el crimen de estos muchachos de Soacha son, ni más ni menos, que coroneles que estaban adelantando un curso para ascender a generales.


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Gloria Gaitán


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