Las cacerolas ya no cocinan…

Las formas o métodos de la lucha política, como cualquier persona que se envicia en una droga, se prostituyen cuando se utilizan en exceso, a diestra y siniestra, sin sentido ni objetividad, sin realidad que las justifiquen… Y como cualquier prostituta que el tiempo le va rasgando la piel y la envejece, se desvalorizan, pierden sus encantos de juventud y dejan de incentivar la demanda porque ya nada tienen que presentar como oferta en el comercio del sexo. El ideólogo se diferencia del ejecutor de la práctica en que el primero invierte tiempo en pensar, en analizar, en reflexionar, en meditar, en contemplar, en estudiar, en obtener la conclusión y elaborar la consigna convencido de la armonía entre las condiciones objetivas y subjetivas. El segundo, en cambio, trata de hacerla realidad con su lucha, con su práctica, con su actividad social. Las cacerolas han sido desde su invento por ingeniosos artesanos o artistas y, luego, por tecnólogos, desde tiempo inmemorial, una materia prima indispensable para la elaboración de alimentos, para ahorrar tiempo, para comer más sabroso y hasta alimentarse mejor. Primero se hicieron de barro, de arcilla y nunca a nadie se le ocurrió la idea de convertirla en arma de lucha política, porque al golpearlas se fracturan, se rompen aunque muy resistente resulten al fuego. Después se hicieron de metales, unos más resistentes que otros, y al ser golpeados producen mucho ruido y resisten bastante a los golpes aunque sufren deterioros que les hace perder valor al quedar como pocillo de loco, escachapadas por todas partes. A cualquier ser humano normal debería causar molestia el exceso de ruido porque eso debe afectar algún órgano del cuerpo y, especialmente, el sentido de escuchar. Sin embargo, el mundo de la psicología por múltiples factores objetivos y subjetivos ha sufrido de cambios profundos que han alterado, incluso, el medio ambiente. Son numerosos los jóvenes que escuchan música al más alto volumen del aparato electrónico y la disfrutan, cuando los sentidos nos indican que de esa forma es inapreciable el verdadero contenido ideológico del arte musical. ¡Ojo!: tengo entendido que en un estudio científico elaborado en un país capitalista altamente desarrollado en tecnología -Japón-, se llegó a la conclusión que el método de exagerar el sonido para escuchar y disfrutar la música incentiva la homosexualidad en el hombre. No sé si los cacerolazos posean la misma secuencia. Preguntemos el ¿por qué? los medios de comunicación elevan al máximo el volumen en los momentos en que anuncian la publicidad de mercancías que ofrecen a la audiencia. Debe ser, en principio, para que haya más fuerza en la penetración de la oferta en el sentido de escuchar con afán de estimular la demanda. Allí funciona entre bastidores la famosa Ley del valor del trabajo, que si bien no determina los precios de manera inmediata, al fin y al cabo, termina determinándolos. Bueno, no es de eso que estamos tratando en este análisis que debe concluir con una antítesis ajustada a la realidad y la verdad. Fue en Chile donde los llamados cacerolazos cobraron dimensión como forma de protesta política, como instrumento de la lucha de clases por el poder. Los ideólogos del imperialismo estadounidense concentrados en sus altos laboratorios de técnica y de ciencia, como científicos en su mayoría servidores del mal, se fracturaron el cerebro en producir el esquema de los cacerolazos para que la derecha chilena derrocara al noble y humano gobierno que presidía ese hombre generoso y solidario, don Salvador Allende, quien se inmortalizó en la lucha de resistencia –desde el palacio de La Moneda- contra el golpe gorila y bonapartista del general de la tortura y la muerte, Augusto Pinochet. Sin duda, la derecha chilena supo sacarle provecho a los cacerolazos que no fueron más que un ingrediente en el sancocho donde se cocinó el monstruoso golpe militar y civil contra el humanista gobierno de Salvador Allende. Habría que investigar ¿cuánto? influyeron los cacerolazos con sus ruidos en la mente degenerada de los torturadores que gozaron y eyacularon alargando la muerte de sus víctimas con la mayor suma de dolores posibles. Para prueba basta un botón: luego inventaron que el jefe de la criminalidad, el genocida Augusto Pinochet, sufría de serios trastornos mentales que lo incapacitaron para juzgarlo y condenarlo por sus horrendas atrocidades de lesa humanidad. Así defiende el derecho burgués a los asesinos de pueblo. La derecha venezolana, como alumna imitadora pero obediente a los designios del imperialismo estadounidense, ha hecho de la táctica del cacerolazo su arma esencial de protesta. Pero no se ha dado cuenta del nivel de irracionalidad que eso implica; ha actuado tan fuera de la realidad como si viviera en un mundo de nubes y tinieblas, en que hasta para hacer sus necesidades fisiológicas o celebrar los quince años de una princesa de cualquier hogar bien acomodado económicamente, da rienda suelta a los cacerolazos. Han prostituido no sólo el cacerolazo sino también la cacerola. ¿Será que necesitan vender una mercancía acumulada, acaparada, necesaria para cualquier hogar sin distingo de clases, para aumentar los precios y así obtener mayores ganancias? ¿Se dan cuenta que lo viejo degenerado pierde su encanto y valor de juventud? En Venezuela, los cacerolazos ya se han convertido en una especie de comiquita de Tom y Jerry, en un ruido fastidioso pero inofensivo que los niños al nacer lo reclaman al partero que los recibe, en un espectáculo de una sobre dosis de odio personal de sus ejecutores, en una gracia de mal gusto y hasta en una infamia de subjetividad política o de una dogmática interpretación de la desobediencia civil propuesta por el gobierno estadounidense, en un placer de eyaculación mental que supera con creces la pasión del sexo. ¿No se dan cuenta de tantas notas discordantes cometidas por los protagonistas de los cacerolazos? ¿Qué dirían de esos cacerolazos Freud, Adler y Jung, porque Reich hubiese descubierto inmediatamente el sentido de perversión escondido detrás de los ruidos de los cacerolazos? ¿Se olvidan que el loco Salmerón fue mucho más cuerdo que la sociedad cuando cambió su vida por un día de lluvia porque su pueblo moría de sol? Una forma o método de lucha o de protesta política prostituido, no lo olviden nunca, termina siendo un arma guillotinando a sus progenitores. Robespierre de tanto guillotinar a sus opositores, terminó siendo guillotinado. No estoy aconsejando a la derecha política venezolana de lo qué debe o no debe hacer o pensar o decidir, sino que simplemente estoy expresando una verdad para que la izquierda no cometa ese costoso error que derrota al que se cree victorioso. El cacerolazo es, en este momento en Venezuela, una prueba de la desesperación política y no obra de la inteligencia social. Las cacerolas, por ahora, no cocinan un golpe de Estado como una huelga no necesariamente cocina una insurrección.


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Freddy Yépez


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