Santos quiere la autopsia… de Uribe

Así como los zamuros se disputan a picotazos la carroña de algún pequeño animalito, el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, y su ministro de la Defensa, Juan Manuel Santos, aparecieron públicamente peleados por el cadáver de Pedro Antonio Marín, mejor conocido como Manuel Marulanda Vélez.

El más antiguo comandante guerrillero de la historia, a quien nunca EEUU y el Estado colombiano pudieron atrapar con vida durante varias décadas de persecución, desató pasiones necrofílicas entre sus perseguidores, que se disputan, de manera cada vez más abierta, la candidatura para un próximo período presidencial al frente de la Casa de Nariño.

Santos aspira a ser abanderado presidencial en 2010, mientras que Uribe trabaja, por interpuesta persona, en un proyecto de reforma constitucional que le permita volver a postularse ese año para un tercer período al frente del gobierno.

El avispado ministro de la Defensa, cuya mirada siniestra y risa burlesca llama la atención de propios y extraños, le jugó posición adelantada a su superior jerárquico al utilizar la revista Semana, propiedad de su familia (dirigida por un sobrino suyo), así como también lo es el oficialista diario El Tiempo, para llevarse los laureles por la muerte, así fuese por causas naturales, del legendario “Tirofijo”.

Santos se hizo entrevistar por una periodista de su revista, quien, sin pararle mucho al qué dirán, le preguntó a su patrono si podía titular que Marulanda ya estaba muerto.

La jugada causó mucho disgusto al Presidente, de quien la prensa colombiana dice que se enteró por la prensa del “tubazo” (primicia) de su subalterno.

Según fuentes consultadas por el diario El Universal de México, la foto de Santos bajo el titular “¡Tirofijo está muerto!” le pareció a Uribe “un afiche de campaña”.

“Yo no estoy de acuerdo con que ese tipo de cosas se le revele únicamente a un medio de comunicación. Debió hacerse pública a todo el país y a todos los medios”, habría dicho Uribe a sus más allegados.

Santos volvería a aparecer, esta vez en rueda de prensa, para insistir en el tema e invitar a las FARC a que permitan realizarle una autopsia al cadáver de Marulanda, pues, diciendo sin decir, el ministro reclama el mérito (personal) de haber dirigido operaciones militares que pudieron haber causado la muerte del comandante guerrillero.

En la misma onda forense, el comandante del Ejército, general Mario Montoya, ofreció una recompensa de hasta 5 mil millones de pesos a quien los llevara hasta el cuerpo inerte de Marulanda. Es "importantísimo poder hacer el reconocimiento de ese cadáver", dijo, aunque, en aparición posterior, desmintió lo de la recompensa.

Nada extraño en un país que ha llegado a niveles tales de degradación que el Estado premia, convirtiendo en multimillonario, a gente que mata a traición a sus antiguos compañeros y de paso les corta una mano como evidencia de su aplaudida hazaña.

Quien se percate del proyecto de toma del poder político por parte de las corporaciones mediáticas en los países de América Latina, resueltamente apoyadas por EEUU y la SIP, puede comprender que detrás del ministro de jugadas, mirada y sonrisa siniestras hay mucho más que la ambición de destruir a las FARC. No le interesa que éstas abandonen la reprochable política del secuestro, ni que haya un acuerdo humanitario. Su plan pasa por la autopsia del cadáver político de Álvaro Uribe, antes que por la del guerrillero que nunca pudieron atrapar. No se extrañen que EEUU contribuya con él percatándose, aunque bastante tarde, de los vínculos de su rival político con el paramilitarismo y el Cártel de Medellín.

Taquitos

MARIO. Todo un torbellino de solidaridades y recriminaciones produjo la denuncia del caso de mi hermano Mario. Para no aburrir con el tema, sólo unas precisiones: 1) Mario no es gerente, personal de confianza ni jefe de nadie en el Seniat, como algunos han pretendido hacer ver, ni cobra sueldo como tal, sino periodista raso, sin subalternos ni influencia en las políticas de ese organismo. 2) Su traslado a una zona remota del país (Santa Elena de Uairén), contra su voluntad, equivale a que nuestra querida Vanessa Davies, reportera de El Nacional y dirigente nacional del PSUV, fuese enviada como corresponsal a la misma Santa Elena o transferida, digamos, a la fuente hípica. Sin menospreciar lugares o ramas del periodismo, todo el mundo lo vería como un despido indirecto por motivaciones políticas, que seguramente merecería la repulsa de muchos de quienes hoy insisten en defender lo indefendible. 3) Si bien coincido con muchas de sus críticas por errores, omisiones o excesos del gobierno, y del Presidente en particular, está claro que partimos de perspectivas radicalmente opuestas acerca de la trascendencia histórica del proceso que Hugo Chávez lidera en Venezuela, lo cual se expresa, por ejemplo, en nuestras respectivas posturas frente al conflicto en Colombia. A todas las familias divididas, fracturadas o alejadas por este tipo de diferencias políticas les digo que se puede, es más, se debe, hacer un esfuerzo porque el afecto prevalezca por encima de ellas. Vale la pena tragar grueso, respirar hondo y contar hasta diez. 4) Tienen razón quienes sostienen que en un gobierno dictatorial, o incluso en uno “democrático” con el que algunos quieren sustituir al de Chávez, las persecuciones serían infinitamente más crueles, masivas, ilegales e incluso letales que las que hayamos podido ver en estos años de revolución. En ese escenario, chavista será sinónimo de terrorista y delincuente, así se diga light, tal como ya lo vimos en los trailers del 11 de abril, cuando el fascismo enseñó apenas los dientes de leche, y como ocurre cotidianamente en Colombia con los oponentes políticos de Álvaro Uribe, amenazados con la cárcel por gestionar la liberación de secuestrados y prisioneros de guerra por parte de las FARC. En eso estamos claros, así como también en que el fascismo tiene la cualidad de contagiar a sus propias víctimas (miren lo que pasa en Palestina) y, por tanto, no hay que subestimar sus síntomas. CITA. “Él (Bush) y sus asesores reemplazaron el alto nivel de sinceridad y honestidad tan fundamentales para construir y luego sostener el apoyo de la gente durante un estado de guerra con una campaña de propaganda”. Scout McClelland, antiguo vocero de la Casa Blanca, al confirmar lo que ya todo el mundo sabe: que la invasión a Irak se fundamentó en mentiras que él mismo se encargó de propalar como megáfono de George W.


columnacontralacorriente@yahoo.es


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Ernesto Villegas Poljak

Periodista. Ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información.

 @VillegasPoljakE

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