Olimpia

Montmartre, barrio parisino, fue donde los impresionistas a partir de 1863 fijaron su residencia. El aspecto campestre, de abandono, bohemio del suburbio, con amplios espacios, decadentes, sin las exigencias ambientales de más ornamento que un caballete y frascos de pintura, subyugó a aquellos pintores en pleno florecimiento. Cézanne, Pissarro, Manet, Bazille, Sislay, Marisot, Monet, Renoir y posteriormente Toulouse-Lautrec, llegaron a convivir en el exótico barrio.

Un cuadro recoge a muchos de ellos en un bar, en pleno festejo cotidiano, en compañía de Oscar Wilde, triste y demacrado, que acababa de salir de la cárcel de Reading, poco antes de morir.

El ocio de los pintores, diariamente, era consumido de bar en bar o en tertulias en la Plaza Tertre, delante de un aromático ajenjo. Un día Toulouse-Lautrec, solitario, bebía su ración diaria en uno de esos locales y una mujer, envejecida, andrajosa, abandonada, recogía las colillas de cigarro esparcidas. De ellas vivía.

Se acercó al pintor y le pregunta si podía retirar las que estaban en su cenicero. Lautrec le responde: "Sí, señora".

La mujer emocionada le dice: "Es la segunda vez que me llaman señora". ¿Quién fue el otro?, solicita intrigado el artista y ella responde, "Edouard", y Lautrec, despojándola de sus harapos y de su mugre, completa "Edouard Manet y tú eres Olimpia".

Olimpia, la modelo favorita de Manet, una bellísima prostituta, también pintora, pintada desnuda por el artista, cuyo cuadro conmovió y escandalizó al París de la época. Lautrec en su soledad ha debido divagar acerca de los contrastes de la existencia. Cómo se puede pasar, por medio de la degradación, del esplendor de la vida a la miseria, del orgullo a la mendicidad.

Olimpia hace recordar a muchos políticos de la oposición que durante años fueron arrogantes, soberbios, mientras usufructuaban voraces las riquezas de Venezuela y hoy deambulan por el territorio nacional como indigentes políticos, mendigando poder, ofreciendo beneficios que no pudieron dar cuando podían hacerlo por medio de la virtud y del buen gobierno y ahora lo ofrecen por medio del engaño, el ofrecimiento vacuo y la falacia.

Abogado


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Manuel Quijada


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