El partido de la Revolución Bolivariana


La heterogeneidad de agrupaciones e intereses políticos y sociales que conviven en su seno, hace del proceso revolucionario bolivariano una mezcolanza ideológica contradictoria que, a veces sin quererlo, conspira contra su avance y su vigencia.
Tal realidad (muchas veces pasada por alto adrede para no minar las bases que sostienen este proceso) convierte al Presidente Hugo Chávez en el núcleo fundamental e imprescindible sobre el cual convergen –sin mayores exigencias- la mayoría de los factores ubicados en el campo revolucionario. Pero esto, si lo ahondáramos, no sería, en modo absoluto, garantía suficiente para que vivamos en Venezuela la realidad de una verdadera revolución social. No por Chávez, precisamente, quien se esfuerza por que haya algo nuevo y revolucionario en el país, sino por que se carece de una estructura efectivamente revolucionaria e ideológicamente definida, siendo el eslabón más débil de todo este proceso.
Se hace indispensable e ineludible, no obstante, crear esa estructura que aglutine, organice y adoctrine esa gran masa popular que respalda el proyecto revolucionario bolivariano, a fin de darle direccionalidad, continuidad y amplitud. Sin caer en el lugar común de convertirse nada más que en una eficiente maquinaria electoral, sin mayores pretensiones que las de captar votos.
Martha Harnecker declaró, en una entrevista reciente, que “Chávez tiene claro que sin pueblo organizado no hay proceso revolucionario”. De acuerdo con esto, Chávez ha tenido que tomar sobre sí la enorme responsabilidad de promover varias iniciativas al respecto, en espera de que surjan nuevos y verdaderos liderazgos revolucionarios, mientras los diferentes movimientos o factores políticos y sociales “chavistas” se contentan con cumplir un rol muy limitado, de escaso o nulo relieve, en tales iniciativas.
Pero esta estructura aún por construir no supone una estructura dogmática, cerrada o sectaria. Un partido de la revolución bolivariana ha de estar muy compenetrado con el ideal de la democracia directa, sin la imposición autoritaria de un cogollo adeco-stalinista, compuesto de inteligencias “superiores”. Tiene que ser, además, una organización abierta a la discusión interna, permitiendo la existencia de la disidencia, de manera que se allane el camino para que sean las bases las indiscutibles auspiciadoras del hecho revolucionario.
Esto último no excluye, por supuesto, el papel orientador de la vanguardia revolucionaria, “por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia”, al decir de Wladimir Illich Uliánov, Lenin. Nace y se implanta, así, la disciplina revolucionaria: primero, por el nivel de conciencia de quienes constituyen la vanguardia; segundo, por su capacidad de relacionarse sinceramente con las masas revolucionarias y, tercero, por lo atinado de su dirección política.
El partido de la revolución bolivariana no puede, ni debe, por tanto, afincarse en las viejas prácticas del pasado, lo cual sería harto contradictorio. Y, aunque no haya un recetario único y confiable que indique qué hacer al respecto, sí existen algunas experiencias positivas que podrían servir de alguna referencia.
“Pero –al igual que lo diría Lenin- estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose solamente a través de una labor prolongada, a través de una dura experiencia; su formación se facilitará a través de una acertada teoría revolucionaria que, a su vez, no es un dogma, sino que sólo se forma definitivamente en estrecha relación con la práctica de un movimiento que sea verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario”.
Esto no excusa el ensayo de novedosas y audaces formas organizacionales que apuntalen la soberanía individual, la horizontalidad, la autogestión y el permanente desmantelamiento de las estructuras que tienden a burocratizarse e impiden, por su anquilosamiento y espíritu de cofradía, la libre y espontánea organización de quienes abrazan la Revolución.
Ello propenderá, sin duda, a construir simultáneamente el sujeto social y político protagónico del proceso revolucionario, enriqueciéndolo y haciéndolo irreversible, como es el deseo de las amplias mayorías.-


(*) Asesor Técnico de la Comisión de Agricultura del Consejo Legislativo del Estado Portuguesa y miembro directivo regional de la CANEZ


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Homar Garcés(*)


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