Claudicación

El reciente aniversario del 23 de enero de hace cincuenta años, conclusión de una lucha a muerte llevada a cabo por la juventud venezolana, los partidos políticos, los sindicatos y el pueblo contra una dictadura férrea, es propicio para estudiar lo ocurrido desde esa fecha, diseccionándolo como se hace con un cadáver para analizar sus entrañas. Fueron años de lucha contra la dictadura y la traición que la reemplazó en 1958, en las universidades, en los liceos, en los sindicatos, en las guerrillas, por doquiera; sacrificios tormentosos, principalmente de la juventud; ofrenda de la vida; inmolación en nombre de la revolución socialista; lucha caldeada por el fuego de una ideología renovadora: Un cuadro heroico.

Toda una generación humana estuvo al frente de aquella confrontación, vadeando peligros de gobiernos sanguinarios y clamando a gritos por la justicia del pueblo, el respeto de sus derechos y "por un poder popular antiimperialista y socialista". ¿Por qué en aquella generación desaparecieron esos principios?, como el amor a los desposeídos, la defensa de la soberanía y la independencia nacional, a la transformación social, a la creación de un mundo igualitario y se van abandonando en el camino, como bártulos molestos. Aquella generación combativa que arriesgó en las guerrillas rurales y urbanas su haber de vida, se entregó a sus enemigos y se enroló indignamente en sus filas sin un solo disparo, sin rendición previa, acobardada, y se enfrentó a su aliado natural que predica sus mismos principiosllena de un odio y encono que sólo la frustración y la envidia pueden explicar.

¿Qué le ha hecho el presidente Chávez a esa generación fallida venezolana, ya vieja, como no sea continuar y acrecentar la lucha por los mismos anhelos de libertad e igualdad que ella dijo perseguir? Las oligarquías tienen pocas virtudes, pero algunos de sus defectos se le asemejan, como el de no perdonar a quien, en determinadas circunstancias, tratan de igualarlas y servirlas en un plano de igualdad. El orgullo oligárquico es implacable.

Los sirvientes de hoy de esa clase pueden ser los pateados y repudiados de mañana.

Abogado


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Manuel Quijada


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