Un simple procedimiento

¡Circule, Ciudadano!

“Buenas Noches, ciudadanos! Todo el mundo cédula en mano…”- El guardia apremia a los ocupantes del autobús. Alcabala, la noche cerrada, apenas la luz mortecina interna, año 1976 y ya nos jodieron a Woostock con el glamour y la música disco. Ernesto, arruga la frente buscando al guardia que dio la orden y aleja el sueño logrado después de dos horas de camino. Pelo largo, descuidado, amarrado con aquellas gomas rojas gruesas a manera de cola; una barba juvenil que amenaza con crecer hacia los pómulos; franela china de un azul descolorido con volutas de un wiki-wiki casero, pantalón bluyín bota ancha deshilachado en el ruedo y un par de keds que alguna vez fueron blancos. A su lado, la mochila cosida a mano con un Ché Guevara pintado a mano. El guardia está cerca y ya descubre en Ernesto a su presa. Todos saben que Ernesto está jodido. Su aspecto no ayuda a proseguir el camino y el guardia no va a defraudar a todos los que voltean hacia Ernesto… “Cédula, ciudadano!”– Ernesto la entrega bostezando irreverente. El guardia lo mira fijo, luego la cédula, luego Ernesto, luego la Cédula, luego Ernesto… “Nombre completo, ciudadano!”– Guardia al ataque y el bostezo culmina. “No lo ve en la cédula?”– Ernesto responde desafiante… “Nombre completo, ciudadano!”– replica el guardia con ganas de joder. “Ernesto José Rivas Pérez…” - No quiere complicaciones. No a esta hora en medio de la nada… “¡Número de Cédula, ciudadano!” – Insiste en joder el guardia… “Cuatro, nueve, nueve, dos, tres, ocho, dos…” – Ernesto quiere terminar con este peo. El guardia revisa ahora su aspecto sin soltar la cédula. Le ve el pelo, la barba, de arriba abajo y ahora la mochila es su objetivo… “¿Qué lleva en esa mochila, ciudadano?” – El guardia eleva la voz. Se siente protagonista de un descubrimiento extraordinario. Ernesto toma la mochila y mientras la abre, fastidiado por el acoso, dice – “Ropa, libros, casetes y un grabador…” – El guardia no cesa. Todos en el autobús lo observan y el morbo general espera un hallazgo macabro. Marihuana, de seguro marihuana; estos jipys de mierda solo pueden llevar marihuana. El guardia obedece a sus pensamientos con un gesto de desprecio y ordena… - “!Entregue la mochila, ciudadano!” – Ernesto sabe que las vainas se complicarían si llegara a negarse. En el fondo todos estos maricones quieren que aquí se presente un peo. Ernesto entrega la mochila abierta. El guardia la escudriña, saltan dos pantalones, tres franelas, dos calzoncillos ovejita, siete casetes, un grabador, un mum bolita y tres libros; todo al piso sin permiso y con la impunidad de las barras de un sargento. Ernesto calla y aspira que termine la comedia del policía y el ladrón. Pero el guardia no afloja su rol de héroe. La cara del Ché en dos de los tres libros, es la oportunidad de oro para joder al jipy que enfrenta. “¿Qué libros son esos, ciudadano?” – No espera la respuesta. Los recoge y deletrea en voz alta - “Guerra de guerrillas… ¡Uhmmm!... Escritos y Discursos… ¡Uhmmm… y ¿este otro? El Lobo Estepario (¡que vaina pa’ rara!)… ¡Subversivo el ciudadano!” – La gente se agolpa detrás del guardia; esperan un fal, una 45 y un traje verde oliva. Ernesto hace un gesto de fastidio que no le hace gracia al guardia. “Recoja sus cosas, ciudadano y baje de la unidad…” – Ernesto presiente que su viaje llega hasta esta alcabala. Los libros los compró en un festival del libro cubano, pero explicarlo se haría largo y prefiere obedecer al guardia cabrón. Se puso bruto y no es hora para discusiones. Su papel de funcionario inmaculado, anticomunismo extemporáneo, héroe de adormilados ciudadanos en un autobús que se encuentra en una alcabala que nunca sufre eventos extraordinarios, ya lo han juzgado. Solo queda esperar y apostar por el fastidio de cuidar a un ciudadano que cometió el pecado de caer mal por el pelo largo. Ernesto recoge con calma pantalones, franelas, calzoncillos, casetes, grabador y… “!Los libros me los deja a mí, ciudadano!” – Ernesto encogió los hombros y camina por el pasillo. Unos lo ven con lástima, otros con arrechera; alguien hace un comentario sobre la marihuana y las siembras en el Cerro El Bachiller. Otro le sigue con curiosidad y el de al lado se acomoda para dormir de nuevo. El chofer le dice algo al guardia y Ernesto termina de bajar… - “!Camine, ciudadano!” – Ernesto escucha la orden, mientras la brisa fría le espabila el sueño. Camina hacia la garita, donde dos guardias se desperezan. Ninguno dice nada. Pasa y espera otra orden del guardia que se despide del autobús. El olor a gasoil le pica en la nariz y el sonido del autobús se pierde en la oscuridad… “!Siéntese, ciudadano!” – Ernesto busca alguna silla y entiende que el piso es lo único que le espera. Primero se acuclilla, luego (¡Que importa!) se llena el culo de tierra. Acomoda el morral en su espalda y fija la vista hacia una cucaracha que sube por la pared derecha. El guardia se sienta en un escritorio, abre un cuaderno y anota algo, mientras observa la cédula. Ernesto sigue fijo en la cucaracha que amenaza con elevar su vuelo hacia el guardia que sigue anotando algo en el cuaderno. Ernesto apuesta, suplica para que la cucaracha le llegue al hombro, a la cara, a la mano, ¡coño!, a alguna parte del cuerpo de este guardia de mierda. Pero, esa cabrona no se decide a remontar el vuelo y se acuna en la esquina del techo. Ernesto pierde el interés y trata de dormir un poco. El guardia termina de anotar y sale a caminar alrededor de la garita. Los libros están encima del escritorio y Ernesto comienza a agarrar el sueño…

“!Levántese, ciudadano!”… - Ernesto respinga la orden y el sol le pega directo en la vista. A duras penas centra la vista en el guardia y el cuerpo responde al dolor de una madrugada en el suelo. Se levanta sin decir una palabra; recoge la mochila y se sacude el culo lleno de tierra – “!Tome su cédula y sus libros, ciudadano!” – A este carajo lo educaron con la palabra “ciudadano” en el desayuno, almuerzo y cena. Ernesto nunca había odiado tanto la palabreja. Pero hay que seguir callado para evitar peos con el guardia. Mete los libros en la mochila y la cédula en la cartera y se queda esperando a que el guardia ordene de nuevo… - “!Puede irse, ciudadano! Y la próxima vez no ande de subversivo por allí… ¿Qué es eso del Lobo Estepario, ciudadano?...” – Ernesto sonríe, que más queda – “Solo para locos, sargento”…

“!Circule, ciudadano!...”





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Mario Silva García

Comunicador social. Ex-miembro y caricaturista de Aporrea.org. Revolucionó el periodismo de opinión y denuncia contra la derecha con la publicación de su columna "La Hojilla" en Aporrea a partir de 2004, para luego llevarla a mayores audiencias y con nuevo empuje, a través de VTV con "La Hojilla en TV".

 mariosilvagarcia1959@gmail.com      @LaHojillaenTV

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