El héroe de la virtud de piedra

A 130 años de la muerte de Caballo Loco

"...Todo el mundo le amaba. Sus ojos atravesaban las cosas.
Cuando el pueblo se dolía de hambre, dejaba de comer…

No pudieron matarle en el campo de batalla. No tendría algo más de treinta años cuando murió."

En Las Colinas Negras, Dakota del Sur, (EUA), se está erigiendo el monumento escultórico más grande del mundo; lleva en construcción 50 años, y se vaticinan otros 50 para su culminación. Obra del escultor y dinamitero Korczak Ziolkowski quien de manera mística, abrogó para su vida el reto de llevar a efecto, semejante hazaña. Ziolkowski morirá en 1982, legando a sus hijos, el deber de terminarla. Siete de los diez, continúan su tenaz labor, la cual está totalmente financiada por admiradores del modelo a esculpir, puesto que el dinero federal, de seguro condicionaría el celoso proyecto. La obra dejará como poca cosa a la de los Presidentes en la montaña Rushmore, también en las Colinas Negras. Ya asoma al mundo la cara acabada del legendario jefe sioux-oglala, de quien no se conocen más de un par de fotos, puesto que nunca se dejó retratar, CABALLO LOCO. El monumento mostrará al jefe aborigen sobre su caballo, señalando hacia el sur, El Valle de Los Muertos.

Muchos mitos se han tejido de los aborígenes del norte americano, en casi todos, la mano tramposa del conquistador europeo lo ha vilipendiado como gente vengativa, traidora, nada fácil de "atraer" a la cultura occidental. La nación sioux estaba compuesta de muchos pueblos nómadas, que diseminados por las grandes praderas, tenían por costumbre singular, seguir la ruta de los búfalos que atravesaban de norte a sur el territorio estadounidense. Inmensas planicies, si acotamos que en su interior, en la mencionada ruta, cabe cómodamente Venezuela. Estos aborígenes, eran por naturaleza guerreros entre sí, pero hasta un cierto punto. Al contrario del carácter sanguinario con que lo han pregonado los filmes de Hollywood, cuando peleaban, era más el ritual que la lucha en sí, y entre algunas familias, hasta se elegían los contendores. Raras veces en alguna batalla tribal, los muertos pasaban de 10, y, si era muy importante el caído, se lo recogía y se retiraba el contendor en señal de derrota, por el designio de Wakantanka, máximo dios de todos ellos.

Esta deidad y otras más (como Manitou más al norte), tenían particular fuerza en la vida cotidiana, se manifestaban en sueños, quizás el oráculo más respetado dentro del tronco sioux. Muchas visiones sobre el hombre blanco y su entorno destructivo, empujó a la nación sioux hacer frente al ímpetu voraz del imperio norteño blanco que los invadía implacable.

No es fácil tejer la historia de uno de los más grandes y respetados hombres, si no el que más, de la nación sioux, ejemplo del honor pétreo en defensa de la moral de su pueblo, en vías de abrazar a la de la nación blanca norteña. Sin embargo, algunos datos provenientes de autores y críticos de fuente blanca, han hecho incluso paralelos entre Caballo Loco y Custer (Cabellos Largos), el legendario general conocido por su furioso desprecio a la cultura aborigen de su país, y que vino terminar sus días en manos de los hombres de Caballo Loco. George Armstrong Custer es el anti-parangón de Caballo Loco.

Tashunka Witco (en lengua oglala), nació al este de Paha Sapa, en las Colinas Negras de Dakota del Sur, en 1845. Hijo de un hombre de medicina del mismo nombre. Apenas datos aislados, llenan la vida de quien fuera un hombre de extrema humildad, que se dedicó por entero a la obediencia de un sueño que de adolescente, marcó el resto de sus días. Un Gran Espíritu le ordenó no usar nunca los tocados de jefe, que no se pintara como tampoco a su caballo, sólo un baño de tierra antes de un combate; que sólo una pluma lo distinguiera, que siempre fuera el primero en el combate, que nunca obtuviera trofeos de ellos como cabelleras, pero, por otro lado, que nunca abandonara a los más débiles de los pueblos donde llegara. Al cumplimiento de estas órdenes, sería favorecido con la protección divina: Ninguna bala o sable lo tocaría.

La suya fue una vida solitaria, escurridiza, excepto al final, jamás entabló diálogo con el hombre blanco. Habitó en muchas ocasiones en cuevas en las que pernoctaba. Siempre repartía regalos de pieles y carne seca a los más desposeídos de los pueblos que visitaba. Era un Caballo Loco, que nadie domaba.

La guerra lo marcó desde niño. Presenció el famoso incidente que proporcionara una vaca de una migración mormona, que, perdida, fue cazada por un sioux. El comandante del Fuerte Laramie quiso apresar al victimario y, en lo posible, humillar al pueblo de Oso Conquistador, a quien de un disparo de artillería, hirieron de muerte. Los guerreros tomaron represalia y mataron a los 30 hombres, comandante incluido, John Grattan (17/08/1854). El hecho desencadenó actividades genocidas como represalia y varios pacíficos pueblos cheyennes y brulés fueron masacrados (Cañada de Arena, Washita, Agua Azul) a pesar de los tratados que se firmaban.

Por suerte Caballo Loco estaba ausente (Agua Azul), pero cuando llegó, no dio crédito a lo que vio, todo el pueblo muerto en cuestión de minutos, dejándolo impresionado el poder de alevosía del conquistador blanco.

En un encuentro con los Pawnees, donde saliera victorioso, se cargó con dos cabelleras y antes de que pudiera montar, fue herido de un flechazo en la pierna. Su amigo Bulto que conocía de su sueño, le obligó botar las cabelleras, y le salvó la vida. Más nunca desobedecerá al augurio del sueño.

A los 20 años ya era muy conocido entre los suyos por su coraje en la ofensiva. Ayudó como pocos a Nube Roja en su guerra victoriosa contra la brigada de Fetterman (1865-1868) y por su papel clave en la destrucción del Fuerte Phil Kearny en 1867.

Peleó para impedir la invasión estadounidense en las tierras lakota que siguieron al tratado mentiroso de Fuerte Laramie en 1868, y contra hombres enviados por Custer a las Colinas Negras en 1873, una vez que se descubriera oro en el corazón del territorio sioux. Con el tratado de Fuerte Laramie de 1868, Nube Roja acordó engañado su traslado a las tierras de la reserva. Caballo Loco supo que el objeto de las reservaciones era desaparecer por completo la cultura aborigen de su pueblo, al prohibirles la caza del animal sagrado, el búfalo. Cuando el Departamento de Guerra ordenó que todos los Lakotas se agruparan en sus reservas en 1876, Caballo Loco se convirtió en un líder de la resistencia. Ya estaba aliado con los cheyennes por su matrimonio con una franco-cheyenne Nelly Larrabee y pudo reunir a más de 1200 seguidores oglalas y cheyennes que atacaron al comandante Crook el 17 de junio de 1876, en la batalla de Rosebud, al sur de las montañas Bighorn. Sin dar descanso a los suyos, después de esta victoria, Caballo Loco voló con los suyos y unió sus fuerzas a las de los hungpapas al mando de Toro Sentado, y a las del gran jefe Gall.

El 25 de junio de 1876, se dio la batalla al lado del río Little Bighorn, en la que Caballo Loco condujo el ataque victorioso sobre el 7º Regimiento de Caballería que dirigía el propio Custer; lo rodeó desde el norte y oeste, mientras guerreros del jefe Gall divertían desde el sur y oeste. Solo un caballo del regimiento sobrevivió.

Tras la victoria de Little Bighorn, Toro Sentado y el jefe Gall se retiraron a Canadá, pero Caballo Loco permaneció en el suyo. El gran pueblo que le seguía sufrió mucha hambre ese invierno y ya en mayo de 1877 tuvo que entregarse porque no podía ver caer muerto a los que conducía. La presencia de Caballo Loco provocó mucha envidia en los suyos porque era el único jefe que no estaba con ellos por rendición o por pacto, como también por el carisma que despertó en muchos blancos que venían expresamente a visitarlo. Había pedido ver al Presidente, pero condicionando que iría con todo el pueblo que mandaba, así como se le permitiera matar los búfalos que fuesen necesarios hasta Washington. No se le permitió.

El 5 de septiembre de 1877, hizo resistencia entre los suyos mientras era conducido al calabozo, y en el forcejeo, un soldado le clavó su bayoneta. La acción así como fue de rápida, enmudeció a los presentes. Al enterarlo al pueblo agolpado afuera, lloraron toda esa noche y las dos subsiguientes. Sus padres lo llevaron y enterraron en secreto. No tenía más de 32 años de edad, el hombre de más recia voluntad que aún guardaba Wakantanka para resguardo de sus hijos.



Bibliografía:Larry Mc Murty: Caballo Loco. Mondadori, 1999 / Dos guerreros americanos: Custer y Caballo Loco Stephen E. Ambrose. La Insignia, México, 2005. / http://www.rosaspage.com/art/caballo.html: Machison: Caballo Loco, La historia de un gran hombre. / http://www.crazyhorse.org/index.shtml: Korsak Kiosowlski El escultor del gran icon americano.


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Arnulfo Poyer Márquez


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