De un sueño que quita el sueño

Dicen que todos tenemos un precio y yo me niego a creerlo. Claro, nunca me han ofrecido tanto como para que yo me vea en la situación de pensar en embarrarme las manos. Pero ¿se duerme bien con las manos pegostosas y hedionditas? Yo soy tan dormilona...

Hace años, cuando vivíamos en mayami, vinieron unos amigos de visita y, entre las mil cosas que compraron, adquirieron un ticket del Lotto que se jugaba el sábado y que repartía setenta millones de dólares. Nuestros amigos se regresaban a Caracas un día antes del sorteo y, con esa pueril certeza de que esta vez si les tocaba, le dijeron a Oscar que se quedara con el boleto y, si ganaban, compartían el premio miti y miti. Oscar no tardó ni medio segundo en responder: Si no sabes nunca mas de mi es que ganamos, y soltó una carcajada escalofriante que no solo me heló la espalda, sino que heló la sonrisa de su ‘’hermanazo del alma’’ que no sabia si romperle la cara, el boleto o el boleto en la cara.

No harías eso ¿verdad? -Preguntó tratando de conservar el sentido del humor nuestro futuro compadre.

Creo que si, es una posibilidad. -Añadió Oscar sin que le temblara el pulso.

Pero somos amigos, ¿serías capaz de cambiar a un amigo por setenta millones de dólares?

Mira Luis, -dijo mi gordo mientras mis ojos se salían de sus órbitas. Con setenta millones de dólares me compro amigos nuevos.

Yo estaba marcando el teléfono de un abogado para que me divorciara de ese salvaje, así que no pude despedir a mis amigos que se fueron sin boleto y deseando de todo corazón que no fuera ese el ticket ganador. Ya no por salvar una amistad, sino para se jodiera el miserable ese...

En la noche, solos el muérgano y yo, tuvimos que hablar, del divorcio, por supuesto. Yo temblaba de solo imaginar cómo esa serpiente que tenía por marido, me iba a desplumar con la repartición de bienes. Solo teníamos un sofá, una tele y mis libros, pero ese miserable, a pesar de tener ni el más mínimo interés por la literatura, sería capaz de quitármelos para venderlos por siete centavos. También estaba Beto, el perro, pero esa la pelea la ganaría quien se librara de tener que cuidarlo por dos quince años que le restaban de vida a la dentadura peluda que nos había tocado por mascota.

Yo salté primero, ya que dicen que la mejor defensa es el ataque, y dije: ‘’¡la tele y el perro son míos!’’, pensando que si mostraba desinterés por lo que si me interesaba, ganaría esta dolorosa batalla que se me venía encima.

Claro que son tuyos. -Contestó mi marido haciéndose el perplejo, ¿o el pendejo?.

¿Cómo que míos? ¿Es que te vas a quedar con mis libros? ¡Desgraciado!... Claro, tu lo que quieres dejar para ti solito son los setenta millones. Eres una rata del alcantarilla, ya te veo dándotelas de generoso: ‘’ Si mi ex Carola, te regalo las cuatro cosas que construimos juntos y el perro, que es como el fruto de nuestro amor’’ - En este momento, ciertamente, yo parecía la madre de Beto, con los pelos parados, los dientes afuera mordiendo el aire furiosa, y sin una pizca de sentido del humor.

Me le lancé a la yugular y Beto me acompaño buscando la carótida del canalla, pero nos frenó en seco una lluvia de almohadazos. Al perro le salió, por metiche, pasar la noche en el balcón y a mi, pasarla en vela escuchando una explicación tan sincera que hasta hoy me hace pensar.

Yo me conozco, dijo, dentro del contexto en el que vivo. Yo soy honesto, fiel, trabajador y todas esas cosas que sabes que soy, porque no tengo nada. Pero si un día me cae en las manos un premio tan gordo, no se si sería el mismo, sería muy arrogante de mi parte afirmar que lo se. Fue tan honesta la explicación de mi gordo, que prohibí desde entonces los juegos de azar en mi casa.

Claro que vivíamos en Mayami y buscábamos el sueño americano y ese sueño consiste única y exclusivamente en forrarse de dinero. Entonces fui mas lejos hurgando el alma de mi marido y pregunté algo ya había respondido hacía mucho tiempo: Si el dinero es corrosivo, ¿serías capaz de hacer algo ilegal o deshonesto por tenerlo? Y mi gordo, tan lindo y sincerote me respondió con simpleza: ‘’ No es lo mismo que te caiga el dinero y te corrompa, a que te corrompas por tener dinero’’

No me divorcié. ¿Cómo dejar a un hombre que no teme decir la verdad, a pesar de que ésta lo deje como una mierda? Luís tampoco se fue. Seguimos siendo pelabolas, lo que ha permitido que ahora sean compadres del alma.

Y ¿para que cuento todo esto?, preguntará el paciente lector. En este punto exactamente no lo se, contestará la honesta escritora. Estoy solo tratando de desenmarañar las razones que pueden llevar a alguien a embarrase por dinero.

Nosotros tuvimos la suerte de vivir en el corazón mismo del capitalismo mas salvaje. Vivimos cinco años en el lugar donde todo lo que no tiene valor se compra y mientras menos valor tiene, mas caro es. Descubrimos lo inútil que puede ser un Rolex si un reloj de siete dólares te da la misma hora. Descubrimos que un diamante sirve para preocuparte por no perderlo, que por muy caros que sean tus zapatos, si pisas una mierda de perro, se embarran igual, pero da mas rabia, porque la gamuza italiana se mancha horriblemente y no se puede lavar así no mas.

Descubrimos que nunca tienes suficiente, ganes lo que ganes, siempre hay mas que comprar. Que si tienes un Mercedes hay un Porsche, si tienes un Porsche, hay un Ferrari. Que los metros cuadrados son infinitos y que hay casas un poco mas allá, mas grandes, mas lujosas y tu las quieres y tu trabajas y trabajas y trabajas...

De domingo a domingo, sin desayunos en la mesa llena de niños, sin noches de sueño profundo y reparador, con hipertensión, con cuentas y cuentas, con caprichos que comprar para sustituir caricias que no se dan porque no hay tiempo, porque son gratis y no valen nada, no dicen nada, caprichos que maquillan culpas, abandonos, ausencias...

Nos iba del carajo en mayami, ganábamos un montón de dinero. El escultor con quien me casé se convirtió en un ‘’hombre de bien’’, dejando de un lado sus creaciones para hacer reproducciones de piecitas que se convirtieron en ‘’best sellers’’. Eramos motivo de envidia de los incrédulos que pensaron que Oscar sería siempre un muerto de hambre, y ser motivo de envidia, en este caso, es ser exitoso.

Mi gordo era un tipo exitoso, tenia de todo, carro, casota, piscina frente al lago, vecinos millonarios que jugaban para los Miami Dolphins, propuestas para reproducir sus ex-esculturas en un taller mexicano, por mexicanos explotados que harían todo el trabajo para que el lo firmara y lo cobrara, pero eso si, no pienses mucho, haz perritos y gaticos en poses graciosas, no te pongas creativo que eso no es lo que vende.

Una vena en la sien de mi gordo latía con la frustración reprimida que el éxito no le dejaba mostrar. Cuando venían los amigos, la vena cobraba vida propia y poseía a mi marido que solo podía despotricar de la mierda de vida, de los gringos pendejos, que no entendían, que no sabían que esos perritos que compraban por quinientos dólares eran una cagada. Pero todos le palmeaban la espalda y le decían: ¿de que te quejas? Mira la casa que tienes, mira ese carro, mira ese lago artificial que tienes en frente, esto si es vida.

Pues no lo era, éramos un par de infelices, dos sardinas nadando en un mar de tiburones voraces. Y nos gustaba ser sardinas, éramos felices y mas libres cuando no teníamos mucho y nadábamos en nuestra playita tranquila. Nos fuimos de mayami y nos convertimos en fracasados. Ya nadie nos envidia, ahora nos dan la mano los amigos que se quedaron.

Claro que cada quien busca lo que quiere en la vida. Para la mayoría de la gente que conozco el dinero es un fin, no un medio. Ellos buscan el éxito con venas palpitantes en la sienes. Muchos mueren buscando y no saben que es mas o menos como el caldero lleno de oro al final del arcoiris. Por mucho que tengas siempre hay mas que tener y trabajan y trabajan y trabajan...

Trabajan y no alcanzan, se arrima un poquito la ética, solo un poquito, para que cuadre la cuenta, pero hay mas y no tienes, y se arrima otro poquito, solo un poquito, pero no llegas, y si no te conformas, se arrima un poquito más y sin tanto pudor, que no pasa nada, y si eres ambicioso, la arrimas y empujas a ver donde hay mas, y si pierdes la vergüenza vas, te cagas en aquellas ideas que alguna vez tuviste, y te embarras hasta el tuétano.

Se preguntará el lector, si aun está leyendo, Ahjáa, ¿y a dónde quiere llegar Carola?

Pues al cambio, les respondo y me respondo. Porque estamos en un proceso de transformación que requiere una revisión de nuestros valores. Si crecimos a punta de teteros capitalistas y ahora nos encontramos con que se comen otras cosas y de otra manera, habrá que revisarse y ver cuan revolucionarios somos y cuantos estamos dispuestos a no arrimar ni un poquito la ética para que nos cuadre una cuenta. Habrá que redescubrir que las cosas que mas valen, como dice la canción, ni se compran ni se venden.

Es que hay cosas que no me cuadran. No hay revolucionarios ‘’Lacoste’’, al menos eso pienso yo, a mi no me van a dar discursitos antiimperialistas batiéndome en la cara un relojote carísimo que da la hora en inglés, porque el discurso me lo creo, pero no creo en el orador. Porque irremediablemente las marcas de moda lo delatan y acaba, mi dudoso revolucionario, como el famoso monigote, que por mas que se tongonée siempre se le ve el bojote.

¡Dulces sueños!...


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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

 tongorocho@gmail.com      @tongorocho

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