María Elvira Salazar dulcifica la vida de Trump

¡Mi querido señor presidente! -usted y solo usted y nada más que usted- es como el dios de mi despertar dentro de la política republicana que, sin querer me le arrodillo con la bandera blanca de mi atención que, sin despertar ninguna sobredosis de mala intención de ir en su contra con mi "Ley de Dignidad" con la que quiero dignificar a los millones y millones de inmigrantes como gentes sin papeles que no son delincuentes que trabajan acá soltando lágrimas y sudores por el bien de los EEUU desde hace más de 40 años y algo más para otros y otros, lo que me lleva a ponderar su nombre como el más sabio paladín que donde pone el ojo pone la bala.

¡Mi querido presidente! Como mejor no es decirlo que le veo como aquel presidente que acabó con la esclavitud mientras, que usted, mi querido presidente está acabando a troche y moche con la mala inmigración que ha invadido de perversión a nuestro país. Quizás más mío que suyo -¿y por qué no? Y la atracción del gran sueño americano como cebo de la esperanza que puede convertir el esfuerzo del trabajo en adquisiciones productivas así como yo me transforme en excepcional y meritoria comunicadora social de medios internacionales y, todo en función de mi gran ambición de llegar a ser lo que usted mi querido presidente es y, por eso, lo amo, lo respeto y, lo admiro con los cojones de mi complacencia que siempre he deseado tener y, posible ha de ser tanto como odio le tengo ni escondo al "dictador" venezolano a, quien usted tiene dentro del remolino de la locura en aguas del Mar Caribe sin salvavida de escape.

¡Mi querido señor presidente! Sé que usted ha luchado con toda su valentía de poder contra los iraníes, contra los chinos y contra Maduro a quien le quitó el oxígeno económico (que en nada ha perjudicado al pueblo de Venezuela) que lo quiere a usted más que a él -¡a quien quisiera comerme sin masticarlo!-, usted ha resucitado como lo ha hecho de sus cenizas de presidente emprendedor resistente, más hábil que una mapanare llanera y, sí por usted fuera, seríamos tan libres como el sabio Salomón de quien me he inspirado para producir la ley que he presentado al capitolio para tener en aceptación un buen conjunto de millones de inmigrantes de brazos abiertos a convertirse en los esclavos que deseen que nos llenen de grandeza. Así como lo oye de mí su estimada creyente, señor presidente Trump que, venga a mí aunque no tenga flor como en el juego del truco. ¡Oh, mi señor dador de oportunidades justicieras!

¿Sabe una cosa mi querido presidente Trump? Y es que yo me juego mi integridad de honestidad por decírselo. Y es que usted es mi Linconl y, el único que descongestiona mi conjunto de ideas y apreciaciones de tenerlo en el poder, ecuánime insospechado, me derrito por usted, crío de mi libertad con ojos que transitan mi lealtad que van al paso de mi juicio integral -¡oh, mi querido presidente! Le hablo con mi corazón en las manos y mi quietud es tal que que lo veo como mi horizonte y en su tercer mandato debo estar al alcance de su decisión como parte integral de su querer hacer contra los malvados como malévolos de otro porvenir.

¡Mi querido presidente Trump! No deje de ambicionar que la ración de nuestros sueños sean los mismos. Siempre lo querré, no importa las desigualdades. Usted manda y yo sirvo y me transformo en el rehén de su suplicio y, jamás se aparte ni abandone el camino recorrido que, nuestras almas en común han de ser la guía de su impertérrido carácter de hombre de las mil dificultades por vencer y hasta la muerte siempre y mano dura sin tembladera sin mirar para los lados que no todos los días nace un todopoderoso como usted mismo que ilumine el cielo que lo espera.

¿Sabe quién soy? ¡No! Soy MES. Y jamás me olvide que lo que haga está bien hecho.



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Esteban Rojas


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