"La dialéctica del amo y el esclanclaavo", de Hegel. epílogo (iii).

Dialéctica del amo y el esclavo

La autoconciencia configura un lúcido proceder dialéctico de Hegel, porque en principio instala a dos conciencias libres en la reciprocidad de los deseos; una intenta avasallar a la otra para doblegarla, aunque en el sobrevenir sobrepasa tal circunstancia con el trabajo. Entretanto se realiza como suceso cultural a más de histórico y por ello reencuentra un conocimiento espiritual que le parecía inconcebible. Desde ese enfoque el miedo funciona como estímulo para obtener la autoconciencia, de existir consciente y la facultad creativa de superar la contingencia. Al punto que la conciencia se fortalece y reflexiona, de lo contrario permanecería en resistencia como en una libertad condicionada pero bajo la esclavitud. Agrega Hegel: "Sin la formación, el temor permanece interior y mudo y la conciencia no deviene para ella misma. Si la conciencia se forma sin pasar por el temor primario absoluto, sólo es un sentido propio vano, pues su negatividad no es la negatividad en sí, por lo cual su formarse no podrá darle la conciencia de sí como de la esencia. Y si no se ha sobrepuesto al temor absoluto, sino solamente a una angustia cualquiera, la esencia negativa seguirá siendo para ella algo externo, su sustancia no se verá totalmente contaminada por ella. Si todos los contenidos de su conciencia natural no se estremecen, esta conciencia pertenece aun en sí al ser determinado; el sentido propio, es obstinación, una libertad que sigue manteniéndose dentro de la servidumbre".

Hegel declara que lo hecho como fruto del trabajo no trasciende a manera de certeza ni siendo un concepto absoluto, sólo se puede considerar: "una habilidad capaz de ejercerse sólo sobre algo, pero no sobre la potencia universal y la esencia objetiva total". En reciprocidad a lo escrito por el filósofo se vuelve imprescindible, puesto que es fundamental en su sistema, estar al tanto de: ¿cuál es su noción de la "esencia"? Palabra que ha variado su sentido desde la antigüedad, pues, en el contexto de la modernidad, el tiempo de Hegel, se señalan diferencias significativas entre la esencia nominal y la esencia real. Para aclararlo interviene Reyes López: "Aquí esencia refiere a la realidad existente en tanto acción espiritual universal constituida por todos los participantes de la relación. La esencia es el momento del espíritu existente realizado por la acción de los individuos entre sí y su reconocimiento en tanto autoconciencias (...) la esencia del mundo es la acción del espíritu realizado, objetivado en el mundo (...) por ello para Hegel la esencia es verdadera en tanto universal existente".

Explica el filósofo que al inicio el Absoluto se muestra como Ser y después como esencia [de essentia: (esencia, naturaleza de una cosa), de esse, Ser, existir; lo que una cosa es en realidad]. En la Lógica escribe: "La esencia es la verdad del ser". Ella asoma en el medio entre el ser y el concepto, es decir que "su movimiento se efectúa del ser al concepto" y con ello abarca el trío: Ser, esencia y concepto. Ferrater Mora lo puntualiza: "A la vez, la esencia se desarrolla dialécticamente en tres fases: primero aparece en sí o como reflexión y es esencia simple en sí (ansichseiendes Wesen); segundo, aparece como esencia que emerge a la existencia (heraustretend in das Dasein); tercero, se revela como esencia que forma una unidad con su aparición (Erscheinung). Esta última fase de la esencia antes de pasar al concepto es llamada por Hegel ‘realidad’ (‘actualidad’) (wirklichkeit)".

Pronto el siervo "supera" (aufhebung) al señor y a la par, en un acto dialéctico, se suprime a sí mismo como esclavo y así facilita la evolución de la historia. ¿Qué acepción tiene el vocablo alemán aufhebung? Significa superar y tiene preponderancia en el sistema de Hegel –al igual que el verbo griego ἀναιρειν, anairein, o el latino tollere—, denota a la vez elevar, superar, conservar, cancelar, suprimir, poner fin. Si bien conecta dos contenidos contrapuestos: conservar y suprimir. Por ello es apto para formular la acción inherente a la dialéctica que radica en el procedimiento de negar la realidad y ocasionar otra condición, aunque mantiene la anterior categoría. De esta suerte se preserva lo superado que deja su cercanía y no se elimina. El concepto de conservar encierra en sí vislumbres de negativo: extraer cierta cosa de su inmediatez, de su coexistencia con influencias externas, para salvaguardarlo. En esto será justo apuntar que Hegel en la Lógica se regodea con el hallazgo de esta palabra con diverso alcance teórico: "El eliminar [Aufheben] y lo eliminado (esto es, lo ideal) representa uno de los conceptos más importantes de la filosofía, una determinación fundamental, que vuelve a presentarse absolutamente en todas partes, y cuyo significado tiene que comprenderse de manera determinada, y distinguirse especialmente de la nada. Lo que se elimina no se convierte por esto en la nada. La nada es lo inmediato; un eliminado, en cambio, es un mediato, es lo no existente, pero como resultado, salido de un ser".

Ahora, ¿cómo opera la dialéctica del amo y el esclavo? Está visto que funciona a través de tres "momentos". El primero instaura la afirmación de dos conciencias que se desafían. El segundo consiste en la negación de la afirmación: una conciencia consigue que otra se le rinda, aquélla la niega y ésta es derrotada; así surge un amo y un esclavo. El tercero lo constituye la negación de la negación: la conciencia que antes fue negada, más tarde niega a la negadora. Radica en la negación que el esclavo ejerce sobre el amo y lo supera, lo niega para crear la cultura y la historia. En este momento se produce la conciliación de los contrarios y causa la síntesis de los antagónicos reconciliados, entretanto tal integración deja atrás la anterior contradicción. En resumen, los intervalos de la dialéctica del amo y el esclavo, en las tres etapas, se diseñan del siguiente modo:

1º: afirmación.

2°: negación de la afirmación.

3º: negación de la negación.

Asimismo funciona para Hegel el transcurso de la historia a manera del avance de actitudes que aparecen y luego se niegan. La nueva negación niega a la anterior y así se organiza la síntesis superior en tanto acontecimiento negado que provocará otro proceso enlazado. De esta forma de general a total se desenvuelve la dialéctica histórica de Hegel.

Epílogo

La filosofía de Hegel se conoce con el calificativo de Idealismo Absoluto, ya que especula sobre lo real que él llamó Absoluto, constituido de idea, naturaleza y espíritu. Al proceso de ¿cómo se despliega en el tiempo? lo denomina dialéctico y significa el relato del modo de pensar y el Ser; ambos están unidos o se trata de lo mismo, es decir, el concepto y la realidad. Sin embargo como antecedente ello resume la tesis de Parménides sobre el Ser, que alcanza notoria significación mediante el sistema del idealismo absoluto de Hegel. "Y su concepto de devenir, junto al de superar manteniendo (...) aufhebung".

En "La dialéctica del amo y el esclavo", el sujeto descubre que la "cosa en sí" y el conocimiento no son diferentes. A propósito, agrega Reyes López: "Más que hablar de la ‘cosa en sí’, concepto que Hegel negará, se puede hablar de la ‘coseidad’ o de la cosas ‘dentro-de-si’, es decir, en la consciencia que la asume, la reflexiona, y por su acción la realiza como ‘esencia verdadera’ en tanto espíritu universal realizado, es decir, objetivado". El individuo se vuelve consciente de la inexistencia del objeto que es negado por el pensamiento. Comprende que la idea no está en el objeto (la cosa) –en la naturaleza y la historia— y que es ficticio cualquier conocimiento donde no interviene la razón. Por tanto con el sujeto aflora el deseo y debe conocer el objeto para dominarlo y así ratificarse como hombre y autoconciencia. Pese a ello otra conciencia –y no un objeto— puede satisfacer la aspiración de conocerse a sí mismo en tanto persona, puesto que sólo es autoconciencia si la reconoce otra conciencia.

La dialéctica del "señorío y la servidumbre" o "del señor y el siervo", celebra la condición social del yo y del entendimiento. Sólo en el otro reside la verdad de sí mismo, en el esclavo habita la verdad del señor. El siervo logra la libertad porque adquiere conciencia de que él es indispensable para el señor, de esta forma se libera el yo mediante la reflexión y ya no lo somete el otro; aquí afirma Hegel: "En el pensamiento yo soy libre, porque no soy en otro, sino que permanezco sencillamente en mí mismo, y el objeto que es para mí la esencia es, en unidad indivisa, mi ser para mí; y mi movimiento en conceptos es un movimiento en mí mismo".

En seguida la conciencia restaura la razón y se comprende a sí misma, persuadida de ser una realidad y también una certeza sensible. De esta suerte localiza su exclusivo paraje en el mundo. Con todo debe "superar el miedo a la muerte" y arriesgar su vida para adquirir consciencia de su libertad. En seguida entiende que constituye una consciencia formada, capaz de realizarse por medio de su trabajo o el objeto que satisface la apetencia del señor, mientras éste depende de la obra del esclavo que retribuye su necesidad. Entonces el señor que comienza siendo libre termina sometido por la acción del esclavo.

La dialéctica de Hegel debido a su categoría proteica de variada significación, aparte de metafórica, no se agota y conserva su vigor, por tanto es adecuada para traducir el presente ya que proyecta destellos hacia la contemporaneidad en correlato con la biopolítica y la filosofía del cuerpo, pues, la conciencia requiere de la complexión corporal. Por lo demás, la dialéctica hegeliana de manera comparativa in extenso se emplea al preguntar: ¿quiénes en la actualidad interpretan el papel del señor y el esclavo en el ámbito de la geopolítica internacional? Con carácter alegórico el amo lo representan los imperios corporativos que subyuga a naciones y Estados a través del miedo, la manipulación mediática, la crueldad y la guerra innecesaria. El siervo los países y pueblos subordinados del "tercer mundo subdesarrollado" –incluso los que se autodenominan "desarrollados"—, oprimidos por los despiadados dictámenes políticos y económicos de los señores imperiales. Inhumanos de la cultura hegemónica que aplican un extemporáneo modelo político y económico de estilo feudal-capitalista [Hegel fue testigo de la decadencia del feudalismo y el auge del capitalismo en la época del influjo de la Ilustración y del Romanticismo]. Por otro lado el trabajador en servidumbre, condicionado para el trabajo ajeno, agota su vida ganando el sustento, deja su producción en las manos del señor; el dueño, el otro, la minoría de privilegiados de la burguesía y de la casta política del Estado embaucador. Al final lo aguarda una triste existencia, sin retiro digno ni una plataforma sólida para sobrevivir, porque sólo es una cosa desechable; un vegetal, una mercancía con valor de uso y de cambio al igual que el fruto de su trabajo. El trabajador enajenado subsiste en el territorio subcultural de la mercancía y del consumo. En la sórdida realidad, mediocre, opaca, perversa y superficial.

Hegel medita sobre el progreso del conocimiento, emparentado a la actividad de los conceptos que pasan y sucumben. Además de autoeducarse, de autohacerse, de tener conocimiento por sí mismo y de sí mismo, el hombre alcanza la autoconciencia al ser consciente de cada instante de su existencia y de percatar al otro individuo. Ello concierne a la espiritualización del sujeto. Entretanto como oposición al dualismo de cuerpo y alma, Hegel asegura que la naturaleza animal del hombre y su espiritualidad están entrelazadas. De manera que, en la perspectiva de la realización del hombre, valora el "deseo" de no continuar cautivo de las cosas o los objetos.

En la actualidad la dialéctica hegeliana cumple un rol arquetípico como método de conciliación, puesto que la crítica y el comprender no se excluyen sino que fraternizan como en el caso de reconocer y tolerar al otro, el diferente. En la práctica aporta ideas y evalúa las discordancias que dividen la sociedad con arbitrariedades políticas, económicas, culturales y de otro tipo. De este modo contribuye a la solución de hostilidades, al persuadir las partes para que concierten en la búsqueda de la paz en la guerra, por medio del diálogo y de acuerdos. A más del enfoque ético frente a los problemas políticos inducidos por la economía, la correlación de fuerzas y la reclamación de poder entre otras contrariedades. Siempre mediando y reconociendo al otro, el prójimo, de igual a igual, con respeto y civismo.

La dialéctica de Hegel admite lo probable de democratizar la libertad. Incluso la metáfora del señor y el siervo ofrece paradigmas representativos en el cine, el teatro, la literatura y la filosofía, con temas como el amor [Sartre en El ser y la nada], entre diversas narrativas. No obstante, insinúa Hegel, no se es libre por naturaleza, hay que conquistar la libertad a través del trabajo, atreverse con osadía, afrontar sin temor la diferencia y la injusticia. En esta posición ¿qué papel juega la felicidad? [Del alemán Glück, glückseligkeit: suerte, fortuna, felicidad]. Explica el pensador que la conciencia se impulsa hacia la vida, extiende la individualidad que entra en escena y "procura su felicidad que la toma y la disfruta inmediatamente".

Por otra parte el Idealismo filosófico –que engloba al sistema de Hegel— parte del sujeto para conocer lo real. En ese sentido según Descartes el sujeto advierte su pensamiento sobre sí mismo. En Kant el sujeto crea al objeto en el espacio de la experiencia posible; ya que sólo hay objeto para el sujeto. Sin embargo la razón no puede interpretar al "noúmeno", la cosa en sí, lo incognoscible. Con Hegel significa lo contrario, ya que la razón idealista penetra a profundidad y observa la realidad porque la razón es real y viceversa. En consecuencia demuestra el idealismo absoluto, el saber total que concluye con él y el Estado prusiano (1815 a 1820): al que supone moderno, racional y de forma perfecta; aunque consiste en una concepción polémica criticada por diversos autores, entre ellos Marx, Schopenhauer, Lukács, Popper, Marcuse. Por consiguiente Hegel proclamó el triunfo de la burguesía y del capitalismo, pero trajo consigo la contradicción, revelada en el surgimiento de un nuevo actor histórico en la sociedad política, es decir, el obrero, el proletario. Éste aparece en el escenario económico, social, político, filosófico y cultural, en la Europa de la modernidad del siglo XIX. Un ente político que algún filósofo debe pensar a modo de desenlace y, por consiguiente, construir un sistema teórico para explicarlo.

El proletario en el marco de la revolución industrial constituye el obrero explotado que trabaja la materia. De este modo lo expresa la obra de los jóvenes – ¿románticos utopistas?— Marx y Engels, quienes elaboraron su proyecto con el protagonismo del nuevo sujeto económico, social, histórico y político. En esa coyuntura tales pensadores publicaron el Manifiesto comunista como parte del relato filosófico sobre el giro del ser, de la filosofía idealista de Hegel a la filosofía materialista de Marx y Engels. De lo real como idea a la realidad material, práctica y científica, de la teoría metafísica –judeocristiana grecorromana— al enfoque científico del materialismo histórico; del Ser subjetivo al Ser objetivo como reinterpretación de la teoría de Hegel. De tal suerte acontece: "la lucha de clases como motor de la historia".

A propósito Unamuno razonó, en Del sentimiento trágico de la vida de los pueblos y los hombres, que "el materialismo también es un idealismo". Si bien la historia aparta al materialismo del concepto metafísico cuando transmuta en materialismo histórico científico por el efecto de la praxis en la realidad física. Hegel inspiró a Marx con la dialéctica del señor y el siervo, por tanto él escribió, en su Manuscritos de economía y filosofía, que la Fenomenología del espíritu consiste en un libro extraordinario: el primero que piensa la autogeneración del hombre como proceso. Marx conceptualizó al proletariado europeo, en particular el de Inglaterra, y crea la concepción del materialismo histórico –"no se trata de interpretar la realidad sino de transformarla"— que después se complementa con el materialismo dialéctico o marxismo, a modo de propuesta de la realidad histórica y social del proletario como antagonista del capitalismo. El obrero a manera de "intelectual orgánico", un actor concreto y real de la clase trabajadora manual y espiritual, hace la historia puesto que transforma la naturaleza como realidad objetiva, crea la cultura y lucha por su liberación.

Sin embargo la dialéctica marxista es distinta a la de Hegel, tal vez opuesta, ya que para éste pensador hay reconciliación, apaciguamiento, arreglo, trato entre las partes: el amo y el esclavo. Mientras en la dialéctica marxista no hay concertación viable, pues se pasa de una fase histórica a otra etapa para lograr un desenlace y éste no queda allí porque la realidad material acontece en continuo movimiento en el tiempo y el espacio. Al punto que en la lucha de clases no es posible un acuerdo entre el obrero y la burguesía por ser clases contrarias. Además el pensamiento burgués no lo considera "lucha de clases" sino "conflicto social".

En la rivalidad la dialéctica hegeliana, debido a su condición idealista, favorece al poderoso porque como táctica le proporciona el tiempo indispensable, mediante la conciliación y el diálogo, para poder anular al enemigo y mantener el equilibrio instaurado acorde a su interés; lo cual forma parte de su naturaleza capitalista. De esta forma detiene lo irremediable en el curso histórico, aunque con un enorme costo social. En el argumento de la dialéctica marxista el obrero mediante la revolución extermina al Estado burgués para instalar el socialismo y luego el comunismo. A tal movimiento lo representan con la fórmula: la tesis (el capitalismo) vs su antítesis (el socialismo) y llegar a la síntesis (el comunismo). ¿La síntesis por anacrónica, en algún momento se convertiría en tesis frente a otra antítesis y seguirá el desplazamiento histórico? ¿Pero el dirigente político, una vez que triunfa la revolución, se instala en el poder y se convierte en un obstáculo reformista que sabotea el avance dialéctico de aquélla? ¿Quizá el hombre en el proceso, pese a su complejidad existencial, irracional y contradictoria, se transforme en un verdadero Ser humano y ya no requiera de guerras? ¿Acaso será sólo una utopía más?

arjevach@gmail.com



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