Sin duda ninguna que la política venezolana ha degenerado por lo menos en los últimos 15 años. Con anterioridad, nadie hubiera pensado que algún político pudiera dar unas declaraciones, como las dadas recientemente por el dirigente opositor Antonio Ledezma. Es algo inverosímil que alguien, en una entrevista televisiva dijera seriamente que él y su grupo, entre ellos la supuestamente mejor posicionada candidata presidencial opositora, estaban en permanentes conversaciones y contactos con militares activos, para dar un golpe de Estado u organizar una insurrección armada en Venezuela. Eso es algo sorprendente o simplemente se trata de una broma, para algunos de mal gusto, o es una estupidez de marca mayor. Y si el personaje que afirmara tamaño desaguisado fuera además alguien con gran experiencia político partidista, la sorpresa sería mucho mayor.
Y fue eso precisamente lo que hizo, de una manera absurda, el ex alcalde de Caracas, viejo líder del partido Acción Democrática en su época dorada, cuando tenía el apoyo mayoritario de los venezolanos, eran el primer partido político del país y lo gobernaran y a sus estados y municipios con amplia mayoría. Es claro que la derrota inicial, la que les propinó Rafael Caldera cuando fue electo por segunda vez como Presidente, ya demostraba un deterioro político importante de ése y de otros partidos de la etapa democrático representativa venezolana, que se acentúa con la derrota contundente que les propina Chávez en 1998 y que sin duda golpeó gravemente al liderazgo de entonces, que se vio sobrepasado por los hechos y continuó siendo derrotado una y otra vez, tanto electoralmente como en las acciones violentas que asumieron en la primera década de este siglo.
Los golpes políticos recibidos fueron mortales para una dirigencia ya malograda, que no pudo nunca recuperarse y que desde entonces no ha estado a la altura de sus responsabilidades como oposición en el escenario político venezolano. Y esto se agrava después de la muerte de Chávez, cuando se terminó totalmente el respeto ya deteriorado de las normas de la acción política existentes en todo país civilizado. La política aventurera de los partidos y dirigentes de la oposición se hizo permanente, aunque nunca llegó a tener la efectividad que tuvo en sus inicios, cuando incluso logró deponer al Presidente en 2002. Las locuras opositoras y las respuestas desmedidas del gobierno de Maduro signan toda la segunda década de este siglo y pareciera, según las absurdas declaraciones de Ledezma, las arengas voluntaristas de María Corina y las respuestas provocadoras e inconstitucionales del gobierno, que se extenderán a la ya iniciada tercera década.
Lo de Ledezma, además, claramente fueron las declaraciones de un fanfarrón, que ni siquiera alcanzó el nivel de bravucón jactancioso, y que parecieron ser para cualquiera cerebralmente sano una solemne estupidez. Se ve que el hombre no ha estado de verdad en ninguna conspiración seria, sino en hechos como el golpe platanero del Distribuidor Altamira organizado por Leopoldo López, otra de las luminarias de esa misma oposición. Parecía un adolescente echándole unos cuentos a sus compañeros de bachillerato, aunque el gobierno de Maduro, que no desperdicia oportunidades para sacar un provecho político, de inmediato responde como si existiera algo serio detrás de la bufonesca fanfarronada. Pudiera incluso afirmarse, sin que sea algo traído por los cabellos, que fue una declaración muy bien recibida por el gobierno, y quizás acordada con éste, que sirve totalmente a sus intereses y propósitos.
Todo parece producto de la comedia en que se ha convertido la lucha política venezolana, la cual, al continuar, sigue alejando a los venezolanos de asumir con seriedad la vía electoral para salir del gobierno del PSUV. El Fiscal dicta una medida, también risible, de orden de detención contra Ledezma; Maduro llama a los psuvecos y colectivos de mercenarios a tomar las calles para defender a la "revolución"; los locos de lado y lado se estimulan y disfrutan de todo ese enfrentamiento "sangriento", mientras la gente en general y el pueblo trabajador voltean la cara y siguen tratando de sobrevivir.