"El Acidito"

Tantas leyes entraban los procesos y ocasionan dolor de cabeza

Todos podemos entender la importancia de la ley. No hay sociedad que pueda vivir sin un orden preestablecido. Lo que resulta difícil es justificar la existencia de tantas leyes; más aún, explicar cómo no hemos sido capaces de crear un sistema que permita conocer cuántas y cuáles de las miles de tantas leyes están vigentes; y esta consulta nos llega a diario por parte de nuestros alumnos de pre y postgrado: "¿Profesor, cuál es la fecha vigente de tal Ley, porque consigo seis leyes con el mismo nombre?"; problema éste, que no es exclusivo de nuestro país, pues ocurre en muchas naciones. Y si nos vamos a otros niveles, como Ordenanzas y Reglamentos, la cosa se complica aún más.

Hay principios legislativos por todos conocidos, o por lo menos por quienes hemos estudiado Derecho o somos Abogados; uno de ellos está contenido en el aforismo latino lex a posteriori derogat priori, que significa que la ley posterior deroga a la anterior y que las leyes se dan para el futuro y no son retroactivas, salvo en materia penal cuando beneficie al reo (retroactividad benigna); pero sabiendo que esta Ley deroga una anterior, no tenemos la convicción de que ésta sea la vigente, por lo que comenzamos a rascarnos la cabeza, consultar internet, que a veces nos confunde más, o llamar un amigo; pero allí es donde caemos en otro principio del derecho que dice: dura lex est lex (la ley es dura, pero es la ley). Una revisión de ciertas áreas de la legislación nos permite comprobar el drama de nuestro ordenamiento jurídico: la legislación laboral, la legislación tributaria, la legislación municipal, la legislación procesal, la legislación penal.

En los Estados Unidos de América, sin duda el país que ejerce el liderazgo planetario, que puede ufanarse de las virtudes de su sistema jurídico y judicial, el problema es más grave de lo que se piensa. Toda la legislación federal de importancia está contenida en un Código que puede llenar una biblioteca entera, sin contar con las disposiciones emanadas de las agencias gubernamentales y la abundante legislación estatal, porque cada estado tiene su propia legislación.

Nos preguntamos: ¿cuál es el punto de equilibrio para que la ley, en lugar de complicar, facilite la vida de la gente que interactúa en sociedad? ¿Cómo realizar una reforma que permita a los destinatarios de las leyes ver en ellas los caminos y no las tortuosas montañas que es necesario escalar para, por lo menos, sentir el olor de la justicia y el orden?. En este sentido, proponemos tanto a los Diputados a la Asamblea Nacional, como a los Legisladores y Concejales, que antes de proponer un conjunto de creación de nuevos instrumentos jurídicos, o la reforma de estos, se sienten a revisar las vigentes y analizar si se pueden unir unas, simplificar o eliminar otras; en este sentido, considero, obtendremos una mejor legislación que permita a cualquier ciudadano manejarla con mayor facilidad.

Resulta que tenemos leyes únicamente para mujeres, otra solo para niños, otra para personas de sexo-diversidad, otra para animales; pero, ¿todos no tienen en común que son seres vivos?; ahora de manera jocosa pregunto: ¿en la relación de leyes que acabo de mencionar, no existe nada que ampare al hombre o éste género ya no existe?.

Los países más competitivos, y que generan más bienestar, se caracterizan por tener buenas leyes y un buen cumplimiento de las mismas; así como el menor número de Leyes.

Evaluar la competitividad es pertinente, porque ésta condiciona la productividad y el crecimiento de los países, que son determinantes para el bienestar. Entre los pilares de la competitividad, el Global Economic Forum destaca la calidad institucional, que considera aspectos como el marco legal, la eficiencia, la burocracia o la honestidad de las instituciones. En este punto, los países mejores evaluados son Finlandia, Nueva Zelanda y Dinamarca también ocupa un lugar preferencial.

Es preciso que gobernantes y legisladores entiendan las consecuencias de su actuación. No se debería aprobar ninguna Ley sin conocer antes el impacto económico o social. La regulación puede ser una palanca para aumentar la competitividad o puede ser un freno, como ocurre en muchos casos. Cuando se regula se debe partir de las mejores prácticas internacionales. Se debe garantizar la seguridad jurídica, para que en todo momento esté claro lo que está permitido y lo que está prohibido. Evitar duplicidades y regulaciones obsoletas que encarecen el costo, por el exceso de cargas burocráticas.

Las administraciones públicas deben ser proactivas, ayudando a organizaciones y personas para que la normativa se cumpla de la mejor manera posible. Cuando vemos un problema decimos "vamos a crear tal Ley"; pero, antes deberíamos decir: "apliquemos con rigurosidad y hagamos cumplir la Ley que está vigente".

La buena gestión pública y la buena regulación son primordiales. Esto no es fácil ya que se necesita que muchos cambien el chip y abandonen las inercias. Como dijo Thomas More refiriéndose a la República de Platón, el país ideal, se caracteriza por tener: "Pocas leyes, bien aplicadas"

 



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Reinaldo Silva


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