La historia al servicio de una nueva época

La pretensión de que este artículo viera luz los primeros días del año fue imposible; quizás por la orientación de su propósito que es contar las posibles dimensiones de la expectativa política para los once meses restantes de 2023, logrando organizar una idea sobre la utilidad de nuestra historia para esta etapa que se ha catalogado como "Nueva Época".

Esta reflexión sobre el uso del concepto de historia, desde lo discursivo hasta su implementación en esa relación que tiene con el análisis y la construcción de posibles escenarios políticos, procura aportar al concepto de cambio social; interpretando la expectativa como voluntad de vida y lo esperado como alternativa positiva para quienes deseen trabajar por los sueños del Pueblo.

En ese uso de la historia, nuestro pasado debe ser reconstruido en sus definiciones para afirmar lo que es útil en la construcción de una nueva sociedad. En ese acumulado histórico, por ejemplo, los hechos de la gesta de independencia y los posteriores conflictos de caudillos definieron nuestra interpretación de la política, colocando en evidencia que la pugna militar y el recurso de la violencia eran el único mecanismo para obtener los fines del Estado.

De igual forma, contamos que las luchas de los movimientos estudiantiles que adecuadamente calificaron las dictaduras –de Juan Vicente Gómez, primero y Marcos Pérez Jiménez después- como sistemas de gobiernos totalitarios, autocráticos, injustos y corruptos levantaron el momento crítico constitutivo de la práctica política transformadora de la sociedad venezolana.

Todo aquello nos proporciona una identidad constituida por valores de lucha y combate, de rebeldía, promotora de nuevas instituciones democráticas y con aprecio a la simbología de una República forjada al calor del heroísmo y el sacrificio de millones de hombres y mujeres. Por lo cual, una carga política de rebeldía en el ADN social del venezolano se proyectó en las expresiones de organización barrial; en el encuentro de comunidades campesinas y pesqueras que renovó y coloco la historia al servicio de las formas modernas de lucha, que encuadrarían luego, en la defensa de nuevos derechos civiles, políticos, culturales y económicos.

Sin embargo, en todo cambio de época hay un momento constructivo donde sujetos que detentando el poder político se hacen de un poder económico, valiéndose de la historia para utilizar el pasado y su sentido como relato adecuado que disfrace sus intereses de nueva oligarquía. En esa utilidad del recurso discursivo de la historia el asidero moral y las ganancias históricas que dejan las victorias populares, que otorga identidad política a un pueblo que reconoce que la sociedad no anda bien -momento reflexivo- y que se organiza para asumir posibilidades de transformación social -momento crítico-, termina sirviendo a los intereses de esos pequeños grupos que niegan la dignidad y la alternativa de transformación para la comunidad política.

Ante esto, en la dimensión histórica es inevitable reconocer las disputas entre las necesidades de los unos y los intereses de los otros; un conflicto permanente que se visualiza con más fuerza en el campo de Lo Político. En este sentido La Política es ese campo -que diseñada- sirve al tratamiento del conflicto entre necesidades e intereses. Necesidad, que es en efecto la negación del derecho arrebatado del cuerpo y el espíritu del necesitado.

Ahora, no quedarán pocos en decir que la Política es el arte del consenso, del acuerdo entre interés individual y satisfacción de necesidades, cuestión que podría compartir, pero si se acepta que es visibilizando la necesidad y el conflicto donde se hallará parte de la solución. Evitar ocultarlo impide que la acción pase a desconocerse haciendo que los intereses particulares triunfen y la necesidad insatisfecha persista; acá de lo que se trata es de ganar derechos colectivos y evitar las trampas que arman los grupúsculos.

Un ejemplo es el siempre seductor clientelismo político. Si entendemos y hacemos entender que el tratamiento correcto es alcanzar la satisfacción de necesidades colectivas con el logro de nuevos derechos sociales, civiles, culturales, económicos y políticos que perduren bajo un ejercicio consensuado de equilibrio estatal y que no sean barrido por nuevas olas de ataques imperiales o crisis económicas habremos hecho la chamba en ese más allá del Estado fijando que el reclamo va hacia la ausencia de instituciones que deban garantizar la resolución de esa necesidad, asegurando su paso a derecho y sorteando la aplicación de una especie de beneficencia social, comunitaria y/o estatal que esté al servicio del gobernante de turno.

En definitiva, los sujetos políticos que se exteriorizan en esta Nueva Época les podría corresponder revisar los límites del Estado en la transformación de la sociedad venezolana, sus alcances, sus objetivos y su fin en sí mismo, de igual forma a los diferentes sectores o movimientos sociales, -unos que surgen del seno de políticas públicas y otros de la necesidad de la organización en territorios y gremios- desechar con la estimación de la carga del tiempo histórico la no banalización elocuente de algunos actores que con sus prácticas niegan el relato que identifica a todo una generación que ha luchado y lucha por una vida más digna.



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