Contra el poder

El protagonismo político es la maldición de los mediocres

El protagonismo político está en todos lados, es una maldición natural en los mediocres. Una obsesión por no dar la cara a la verdad y destruir cualquier idea o proyecto por el solo hecho de no figurar. Me decía un colega, que es muy triste ver la importancia que le dan algunos funcionarios al “Yo lo hice”. Pero digamos que la cosa no es tan grave si el trabajo es bueno. Sin embargo, el figurar en los espacios políticos, permanecer en los espacios de poder es un peligro latente, porque no solo permiten la mediocridad humana, sino que además niegan el trabajo creativo en equipo, y el proyecto dura lo que dos peces de hielo en un “whisky on the rock”

Montad una tarima ante una concentración de miles de personas, y veréis una lucha de codazos y sonrisas congeladas ante cualquier fotógrafo que apunte a la tribuna. Cuando el partido Podemos anuncia en tono desafiante que no se suman al pensamiento único, habría que preguntarse a qué se refieren concretamente. Es obvio que se trata de una disputa contra lo que ellos consideran un cogollo del MVR, y porque el partido rojo al obtener la mayoría de votos se siente confiado de tener la mayoría de las bases populares que elegirían las autoridades del Partido Unido Socialista de Venezuela. Durante la campaña presidencial a Podemos le costaba elevar una pancarta, primero porque no había militancia que lo hiciera y segundo porque sus dirigentes no podían bajarse de la tarima para sostener la pancarta. En la oposición el protagonismo hizo implosión, y era ridículo ver la unidad de Corina Machado, Julio Borges, Teodoro y Manuel Rosales.

Afortunadamente la gente se cansa de los liderazgos falsos y el tiempo coloca las cosas en su lugar otorgando la verdad a quien la merece. Las declaraciones del Defensor del Pueblo contra el Ministerio Público son irresponsables, paja que se lleva el viento, pues no existe en su accionar de los últimos años un trabajo constante y efectivo por los sucesos del 11 de abril, tampoco existe un análisis profundo del problema, de las reformas urgentes en el poder judicial y si se trata de hacer críticas con medias verdades, pues hay más de protagonismo en su declaración que una sincera intención de resolver una masacre.

No obstante, ser un buen protagonista, implica tener muy desarrollado el sentido de la oportunidad. Rafael Caldera pronunció uno de los memorables discursos cuando hasta los perros prestaban atención a sus palabras sobre la falsa democracia, el hambre y la necesidad de decirle no a las pretensiones de grupos económicos que hambrearon al pueblo. ¿Y quien no iba a aplaudir aquel discurso en el rostro de un viejito?.

La lengua es la mejor arma de quien desee figurar sin virtudes o trabajo que le hagan merecedor de reconocimiento. En un buen orador la mentira se convierte en una verdad desgarrante. Conozco un diputado que cuando pastor evangélico vendió dos veces la misma iglesia. Hoy día no es evangélico, pero tiene la habilidad de vender el puente Orinokia a los rusos, sin hablar ruso y sin traductor. Obviamente es un delincuente con linaje parlamentario, alquilando su lengua al mejor postor.

El peor enemigo del protagonista, llamémoslo así, es la verdad. Una verdad bien dicha, con todas las fuerzas que imprimen tener los hechos a favor. ¿Pero quién tiene la verdad?, es más difícil saberlo si estamos consciente que el protagonista sabe disfrazarse del portador de la verdad. Ello obliga a educar para buscar la verdad, esforzarse en comprender, conocer y cuestionar a quien pretenda señalar con el dedo a los demás.

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David Javier Medina


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