Defiéndeme de mí y de mi contrario


Defiéndeme de mí y de mi contrario, que no de mi compadre, decía el esclarecido filósofo cojedeño, Roque Roco Pollo Ronco, el sabio del matar dos piedras con un solo y sólo pájaro, y decíalo en todas las mesas de dominó y patios de bola, en que su compañero y compadre de juego estaba mosca a esta graciosa soltura del filósofo en su postura genial posicional, en lo que era frecuente escuchar la disquisición en solares mesas y misas en San Carlos de Cojedes. Mas y más, nunca jamás súpolo, el filósofo, que el poeta Jorge Luis Borges, esa disquisición suya, encontrábase con meridiana claridad en el poema Religio Medici 1643: “Defiéndeme, Señor. (El vocativo/ no implica a Nadie. Es sólo una palabra/de este ejercicio que el desgano labra/y que en la tarde del temor escribo). / Defiéndeme de mí. Ya lo dijeron/Montaigne y Browne y un español que ignoro; /algo me queda aún de todo ese oro/que mis ojos de sombra recogieron. /Defiéndeme, Señor, del impaciente/apetito de ser mármol y olvido; /defiéndeme de ser el que ya he sido, /el que ya he sido irreparablemente. /No de la espada o de la roja lanza/defiéndeme, sino de la esperanza.” Defiéndeme de mí y de mi contrario, casos límite contradictorios caliginosos congruos, en eternos tartamudeos desapercibidos, sin saber sabiendo, en boca bocacha bocaza del sabio tartamudo agreste llanero en las mesas cuadradas de dominó y en los patios cuadrados de bola en San Carlos de Cojedes.

Con digresión y sin digresión, defiéndeme de mí y de mi contrario, que no de mi compadre, decía el esclarecido filósofo cojedeño, Roque Roco Pollo Ronco, pate´ bola, en todas las mesas de dominó y patios de bola, en que su compañero de juego estaba mosca porque el enroque siguiente era de repentino intercambio posicional de postura genial. Defiéndeme de mí y de mi contrario, casos límite contradictorios caliginosos congruos. Y, mas y más, el preclaro filósofo adsumiano, que conocía bien al escudo de Cojedes y la inscripción latina ADSUM, y es por ello que le decían adsumiano, que tenía cogío, sin saber sabiendo, a pura agreste intuición e imaginación, cogío por los cachos con inadvertidas manos callosas, al miura toro minotauro borroso, al Tratado Lógico Órganon Oxímoron Aristotélico, continente que contiene el contenido del tercio incluso y del tercio excluso, y, por la calle de en medio en que parábase el filósofo cojedeño llanero, el medio aristotélico profundo en el centro de la cuadrada mesa de dominó y del cuadrado patio de bolas en su cuadrángulo rectángulo socrático imaginario.

Con disquisición y sin disquisición, y, mas y más, el preclaro filósofo adsumiano, tenía, sin saber sabiendo, agarrao por los cachos con inadvertidas callosas manos, a pura agreste imaginación e intuición, al miura toro minotauro borroso, a la Gran Moral Aristotélica, del exceso y del defecto, y por la calle de en medio el medio aristotélico profundo en el centro de la cuadrada mesa de dominó y del cuadrado patio de bola en su cuadrángulo rectángulo socrático imaginario en que parábase el filósofo cojedeño llanero, y, en que el enroque siguiente era de repentino intercambio posicional de optimalidad postura genial ortogonal pitagórica ganancial: ¡Defiéndeme, Señor! ¡Defiéndeme de mí y de mi contrario! El grito sudoroso eufórico filosófico, corría con bolas y dominós por todas las mesas y por todo el patio.

Con divergencia y sin divergencia, y, mas y más, el preclaro filósofo adsumiano, con el ¡Defiéndeme de mí y de mi contrario! le estaba diciendo a aquellos que se encadenan, con las cadenas de oraciones, de todos los santos, y, asina lo decía, en medio del patio: “Llegóme por debajo de la puerta del rancho, hoy mismo, en este día, endenantes, la oración de San Expedito, el de los urgidos aprietos económicos, en que estoy en ruina de la malicia y de la brujería”, y aquello eran risotadas y risotadas borrachas borrascas borrascosas de los tertulianos que retumbaban con el rodar de las bolas en tartamudez, en el patio de bola de Jenove. Con los mensajes que dejaban y quedaban por debajo de las puertas, pasóse, endespués, y ahora por internet, que el asunto no es que te proteja de los demás, la letanía que lleva de la oración, del enemigo visible externo, mas y más nunca jamás, invocara al de tu enemigo invisible interno, el de defiéndeme de mí y de mi contrario del esclarecido filósofo llanero del ADSUM y de lo adsumiano. Roque Roco Pollo Ronco, sin saber sabiendo, estaba enviando al estudio y práctica de la dinámica de grupos de Cirigliano y Villaverde, a la tormenta en torbellino de ideas, entre el consciente y el inconsciente, del defiéndeme de mí y defiéndeme de mi contrario, casos límite contradictorios caliginosos congruos, en eternos tartamudeados desapercibidos, sin saber sabiendo, en boca bocacha bocaza del sabio tartamudo agreste en las mesas cuadradas de dominó y en los patios cuadrados de bola en San Carlos de Cojedes.

Si el defiéndeme de mí y de mi contrario, como decía el esclarecido filósofo cojedeño, Roque Roco Pollo Ronco, el sabio del matar dos piedras con un solo y sólo pájaro, es expresión, aquella, que naciera, sin saber sabiendo, apoyado en el poema Religio Medici 1643 del poeta Jorge Luis Borges, y por la calle de en medio, del defiéndeme de mí y de mí contrario, está la verdad de Perogrullo, es la verdad aristotélica de Perogrullo de puño profundo. Entonces sea dicho, con el esclarecido filósofo adsumiano, que el enemigo es mi propio yo, mi yo interior, mi propiedad espiritual. Ergo vergo sea dicho que el defiéndeme, no es de mí no yo, sino destino para por el de mí yo. Ergo vergo sea dicho que el cual mal del que debo cuidarme, es de mí yo, y no de mi contrario, el no yo, mi hermano mi noser complementario antonimachadoiano.


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Miguel Homero Balza Lima


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