El madurismo-guaidoísmo

Tomo prestado el concepto de mi amigo de redes, el inteligente y culto profesor valenciano Ramsés Fuenmayor. Sí, madurismo-guaidoísmo.

Se trata de una suerte de misma formación cultural política, atribuida en sus dos caras por valores y prácticas semejantes. Se retroalimentan sus componentes como una máquina atroz y destructiva.

Para ambos términos de la ecuación, la Constitución es poco más que una mera coartada retórica. El madurismo-guaidoísmo atropella la soberanía popular bien al conformar aquéllos una Constituyente sin referendo previo, como explícitamente manda la ley de leyes, bien inventándose estos otros una autojuramentación tan sólo consultada a sus amos del norte, ni siquiera debatida y sancionada por la propia Asamblea Nacional. Desprecio a la voluntad del pueblo, se llama eso.

Poder sin controles, sujeto sólo a sí mismo. ¿Cómo no ha de prosperar de este modo el lodazal de los sobornos, cohechos y saqueos? Es el festín de Alí Babá y sus ladrones. Miles de millones del presupuesto nacional puestos al servicio de un único propósito perpetuacionista, con un dizque Contralor-camarada, obsecuente y cómplice si es el caso. Miles de millones que fluyen de Washington como maná bíblico, cornucopia imperial sin control alguno, todo para un único propósito: conquistar el poder como sea. El menoscabo de los escrúpulos es insignia del maduro-guaidoísmo: su divisa es "vale todo": la muerte del otro, la destrucción moral del otro, una conflagración sangrienta si me sirve.

Otra, ésta emblema cruel, es la de "matarnos de hambre". Se puede devastar nuestra economía antes, mucho antes de las sanciones, por medio de políticas estatistas y populistas, controles y más controles, e ineficacia centralista y militarista, o ahondar la ruina rogando embargos y restricciones financieras de todo tipo. Batalla contra sí mismo el madurismo-guaidoísmo, como un saco de gatos, y al centro de la refriega los venezolanos pagamos los platos rotos: más hambre, más enfermedades, más caos en los servicios públicos, en fin.

¿Qué queda de la patria como resultas? Poca cosa: la revolución es una coartada, la libertad es una coartada, la democracia es una coartada. En nombre de ser soberanos e independientes, lo somos hoy menos, mucho menos que antes (que ya es mucho decir). Conjurados por el madurismo-guaidoísmo como si fuesen demonios de nuestra desgracia, rusos y gringos y chinos y cachacos y cubiches van de aquí para allá, se plantan en nuestros bienes, nos usan como moneda de cambio, meten sus manos interesadas en nuestros asuntos, y luego, hipócritas, fariseos, se desgarran las vestiduras por nosotros en cuanto escenario internacional pueda ser propicio mientras se frotan las manos, sacan cuentas, y hacen sonar las teclas de sus cajas resgistradoras. Duele la patria.

Oficialistas y oposicionistas deberían parar a tiempo esta locura. ¿Qué nos va a quedar luego, qué país hemos de heredar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos? ¡Taima, señores! Con la mano en el corazón, miren a su alrededor y observen el desastre que entre todos estamos provocando. Aislemos a los extremos. Hora de parar esto. Hora de reconocernos todos como hijos de una misma patria. Hora de fabricar, con paciencia pero con apremio, el acuerdo nacional que Venezuela necesita.



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Enrique Ochoa Antich

Político y escritor de izquierda democrática. Miembro fundador del Movimiento al Socialismo (MAS).

 @E_OchoaAntich

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