El lenguaje del silencio

—A diablo que habladera esta, compita.

—Por eso es que muchas veces es más importante callar y observar.

Pues en muchas circunstancias no entendemos nada. En tales momentos es imprescindible sumirnos en nuestros pensamientos y nuestras observaciones, para intentar alcanzar cierto bienestar sin entablar ningún debate estéril con nosotros mismos y menos aún con alguien más. Ya que todo resultaría incomprensible.

—Así es como usted dice.

Estos parecen unas loras, bla bla y más nada.

—El lenguaje del silencio es importante.

Ya que cada día hablamos cada vez más, incluso a veces lo hacemos sin ton ni son. El cual es, en muchos casos, un hablar por hablar carente de reflexión o meditación. Al llegar a ese vacío del hablar es imprescindible detenernos para ensimismarnos, es decir, para mirar hacia nosotros. Esto se hace necesario.

—Aquí más de uno debe soñar con tener un micrófono como prótesis.

Esos ven un micrófono y de una vez a hablar.

—En última instancia, tenemos que aprender a callarnos.

El callarnos debe ser cultivado con el fin de aprender a oír, de aprender a mirar, de atender a los demás. Más relevante aún debemos cultivar este silencio para aprender a mirarnos, oírnos, atendernos a nosotros mismos.

—Decirle a estos que se callen es difícil.

Parecen un radio prestado.

—La idea no es volvernos asociales, sino todo lo contrario.

Es conocernos a nosotros mismos para empezar a interactuar con los demás. Esa socialización empieza por ese lenguaje de silencio que nos permite contemplarnos.

—Yo no sé usted, pero yo lo que veo es una parranda de sordos.

Eso sí, se la dan de pico de plata. Pero que va.

—A lo que hago referencia es a ese parloteo vacuo en que nos sumimos diariamente sin darnos cuenta, un parloteo con otros y con nosotros.

Una cháchara fútil que no nos deja pensarnos ni comprendernos. Que solo se ha convertido en un distractor de nuestro pensar-hacer. De allí que abogamos por el silencio y la observación de nosotros y de lo que nos rodea.

—A estos políticos habrá que ponerles un candado en el hocico.

De lo que le pregunten opinan sin ton ni son.

—Puede ser que no nos guste nuestro silencio y eso está bien.

No puede ser una imposición, ya que cada quien se descubre a su manera.

Cada quien establece a su manera el diálogo consigo mismo y esto es lo importante. A esa manera particular de comunicarnos con nosotros mismos es lo que denomino el lenguaje del silencio. Puede ser que alguien lo haga a gritos, pero lo más probable es que lo haga apartándose momentáneamente del mundo.

—No se acuerda del difunto aquella verborrea atosigando a la gente.

Muela y muela. A Dios bendito.

—Ese lenguaje silencioso es el que nos puede conducir a observarnos, a estar atentos de nuestro hacer y a los cambios de nuestro entorno, sin hacer ningún comentario.

Ya que nuestra tendencia es a opinar continuamente, como sujetos locuaces que somos. Y esta locuacidad oculta que no sabemos callarnos, que no sabemos estar en silencio atentos a nosotros mismos.

—Ahí le doy toda la razón.

Un voto de silencio hay que mandarles constitucionalmente a esta parranda de politiqueros.

—Como habladores que somos, por lo general, decimos banalidades para dar y tomar.

A veces por ese hablar desmesurado nos malinterpretan o hablamos influidos por un estado de ánimo inadecuado que deforma lo que deseamos decir. No queríamos decir eso pero ya es tarde.

Las palabras han salido sin pasar por ninguna reflexión previa, muchos menos por ningún conocernos.

—Un político ve una cámara de televisión y le da taquicardia.

Picazón porque lo entrevisten. Claro él no tiene nada interesante que decir, pero eso no importa.

—Aprender a callarnos es aprender a controlar nuestra impulsividad.

Es tratar de no decir banalidades, es reflexionar y sopesar las ideas que tenemos en mente y que cuentan distintas situaciones. Es escuchar lo que los demás tienen que decir y no monopolizar la conversación.

Es no imponer nuestra opinión como una verdad absoluta y definitiva. Es abrir el espacio a la duda de nuestro pensar-hacer.

—Estos ni oyen ni dejan oír.

Con aquella cháchara son unas guacharacas.

—Aprender a callarnos es mantener cierta perspectiva con los demás y con nosotros.

Recordemos que tratamos sobre el silencio y la observación del mundo que nos rodea y sobre nosotros mismos. En este silencio aprenderemos sobre la transparencia que nos debemos a nosotros, a lo que somos y hacemos.

—Político en silencio ni rezando.

Cuando rezan lo que dan es discursos.

—Debemos aprender a expresarnos, a hablarnos.

El observarnos y escucharnos es importante porque muchas veces somos sordos y ciego (dice una canción) ante nosotros mismos.

Tenemos que aprender a callarnos para aprender a oírnos y hablarnos. A saber del silencio.

—Cuando aquí hablan de diálogo. Uno se pregunta ¿de qué estarán hablando?

Eso debe parecer una gallera. Dígame el marrajo del cooperante, usted cree que ese va a dejar a hablar a los demás.

—En este aprender en el lenguaje del silencio comenzamos a ser el centro de nuestro mundo, aprendemos a conocernos y a querernos.

Aprendemos a hablar con nosotros mismos y a escucharnos. Al saber callarnos aprendemos una forma mejor de expresarnos.

—Recuerde que el difunto decía «vengan para que conversemos, lo invito».

Y se pegaba ocho horas seguidas sin respirar. Quién puede hablar así.

—De esta forma el lenguaje del silencio es dialogar con nosotros mismos, develar nuestro pensar-hacer, llegar a entendernos y comprendernos.

Es parte importante para el conocernos a nosotros mismos.

Y le dijo: Por ahora, apriete.


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Obed Delfín


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