Todo esto fue derrotado, siendo, en primer
lugar el propio Chávez en su acción de campaña, luego las coordinaciones, redes
y movimientos sociales creadores del inmenso ejercito electoral, de
movilización y de defensa que se configuró en el último mes de campaña, y por
último determinadas iniciativas de disuasión y confrontación de la acción
conspirativa ejercidas entre colectivos revolucionarios y fracciones presentes
en las instituciones de defensa de estado, los agentes fundamentales de esta
extraordinaria victoria. Reiteramos la importancia de este asunto de los
“sujetos de la victoria” ya que como era de esperarse las autoproclamaciones heroicas
de partidos y comandos, incluidos los ahora democratísimos partidos de derecha,
abundan después de darse y reconocerse los resultados electorales donde, como
era de esperarse, lo “popular” sólo aparece como una metáfora abstracta y
genérica cuya concreción no va más allá de aplaudir el aguante de millones
durante las colas antes de la votación.
Segunda evidencia: la derrota de los agentes del poder
constituido y patronal frente a la victoria de una totalidad de sujetos que van
interiorizando con niveles de conciencia cada vez mayores su condición práctica
de “creadores de nuevo orden y nueva sociedad” (liderazgo mayor, organizaciones
socio-revolucionarias, fracciones bolivarianas de estado, multitudes en proceso
de autorganización), supone en estos momentos una radicalización del conflicto
ya evidente entre estos dos mundos: el poder dominante y la rebelión contra el
sistema, el poder constituido y el poder constituyente. Una vez aceptada la
derrota electoral por parte de la derecha azul todo un universo de sectores
ligados a este mundo aristocrático y oligárquico comienza a reconocerse y
exigir reconocimiento como actores dentro de la construcción de la quinta
república, buscando un diálogo de integración plena dentro de ella. Otro sector
continuará los procedimientos conspirativos, terroristas y asesinos como
expresión inevitable de toda contrarrevolución. Ambos teledirigidos a conveniencia
desde los aparatos de dirección de estado concentrados en los EEUU. Sin
embargo, estos en su conjunto, en combinación con todo un cuerpo político predominantemente
partidario y “rojo” más las empresas y sectores burgueses que giran alrededor
de ellos, en los próximos meses tratarán de crear el campo político necesario
para tomar ellos el liderazgo de la transformación constitucional y de estado
que viene a continuación de las elecciones.
Será un “pacto democrático” que busca en estos
momentos aislar los “sujetos de la victoria” y en seguida neutralizar una
propuesta socialista que empuja hacia cuatro grandes objetivos fundamentalmente:
multiplicar y profundizar las políticas tendientes a la realización de la
justicia social y la redistribución de la riqueza, construir una estructura de
poder no subordinada a la lógica de estado regada en el conjunto de la
sociedad, desburocratizar y moralizar el propio estado (nueva arquitectura de
estado), y establecer los mecanismos que intensifiquen los procesos de
socialización de la tierra, las infraestructuras urbanas, la producción
industrial, comunicacional, cognitiva, además del mercado y la propiedad en su
conjunto. Tales procesos de justicia, desburocratización y socialización si
logran avanzar supondrían la ruina –o al menos un profundo debilitamiento- de
la derecha azul y roja y de las clases dominantes en su conjunto. Es por tanto
absolutamente previsible que en acción pactada – y por ahora- utilizarán todos
mecanismos sobrevivientes de la democracia representativa (reuniones de
partidos, comisiones, delegaciones, asamblea nacional, mesas de diálogo, etc., etc.)
para destrozar esta alternativa en manos y esperanza de los “sujetos de la
victoria”.
Tercera evidencia: el fortalecimiento de la opción
socialista, revolucionaria, anticapitalista, antiburocrática, antiimperialista,
con estas elecciones no es necesario advertirlo, se mide en el corazón del
colectivo que siente que le ha llegado “su hora”. No obstante, más allá de esta
situación anímica y positiva, el camino, las vías, las estrategias, las
acciones a seguir, no están claras para nadie. Acción colectiva y directa, propuestas
de transformación por doquier, profundización y expansión de las coordinaciones
sociales y revolucionarias, se imponen en momentos en que, dentro pocas semanas
e incluso días, ya nos encontraremos ante una multiplicidad de conflictos de
todo orden entre estos dos universos del poder y la rebelión. Las intuiciones,
planes particulares, iniciativas normativas y movilizadoras para ya o dentro de
poco no es lo que falta. Avanzando en ello empezaremos temblar ese poder,
siendo la vía primera y buena. Pero también esperemos sin duda la
contraofensiva de una burocracia y un patronato -y detrás de ellos un poder
imperial- que va a sacar las uñas. Por ello, tomando como objetivo primero que
para que el próximo año podamos sentir los primeros aires de triunfo del
proyecto socialista, sin que exista contrapartida “democrática” ni violenta que
lo pueda frenar, necesitamos de una coherencia, de una comunicación, un lugar
asambleario común entre los “sujetos de la victoria” –incluido el presidente de
la república- sin el cual la “rebelión antiburocrática y anticapitalista” no
podrá alcanzar la dimensión política que le es esencial. La misma contingencia
del 3 de Diciembre, días antes la movilización del 20 de Noviembre “por todas
nuestras luchas”, evidenció hasta que punto esa comunicación y coordinación,
esa dimensión política imprescindible esta lejos de ser una realidad. El
esfuerzo de todos estos “sujetos de la victoria” por la convocatoria y
realización de una “asamblea popular constituyente” para el 27 de Febrero del
2007, se hace más necesario que nunca.