Carnaval dilema para los oportunistas

"Que la vida es un carnaval..."

Celia Cruz

Muchos lo dicen y los hechos lo confirman: "Este país, es una rumba desde el primero de enero, hasta el treinta y uno de diciembre". Cada día hay un motivo para celebrar y muchas personas, sino no los hay lo inventan, como una señora araureña, que hasta el cumpleaños de una perrita en tiempos pasados, servía para armar una parranda, donde no faltaban las espumosas bien frías y la respectiva torta con las velitas indicando los años de la fastidiosa canina. Este mes de febrero se presentó cargado de acontecimientos, como para no descansar, ni cansarse si todavía tiene ánimo de trajinar en un mundo hermoso, a pesar de las amenazas del poderoso monstruo imperial; destacando el día de la juventud, el del amor y la amistad, con el 13 atravesado para pensarlo muy bien, por las fechas impuestas por la oposición para la guerra final. Tanto corto el mes, pero paradójicamente sin un día de relax.

El mes de febrero terminó para darle paso a marzo cargado de motivos "pa`gozá": el carnaval con todo su encanto y colorido, para completar el "bonche". Tan parecido a la canción de Ismael Rivera: "traigo de todo", y por eso tenemos la obligación de cargar los ojos, como faros a la orilla del mar, porque la oposición va seguir ensayando para sacar a al Presidente Nicolás Maduro de Miraflores, por la misma la vía que tomaron equivocadamente desde hace mucho tiempo: la violencia callejera, y nada nos indica el regreso por el sendero democrático, porque el tutor no conoce nada de eso. No piensan disfrazarse en estos carnavales de pacifistas, aunque tienen motivos suficientes para hacerlo, sin embargo, son los mismos derrotados de siempre; cargan un peso muy grande, el cual los delata donde se paren: la participación en un golpe de estado, imborrable en la mente del pueblo, por las arbitrariedades cometidas en el poco tiempo en el poder. Ni siquiera la gorra utilizada por el comandante Chávez, les sirve para ocultar sus macabros propósitos, aunque la usan para confundir.

El carnaval comenzó el 28 de febrero–decreto del Presidente Maduro– y de ahora en adelante no tiene fecha definitiva para finalizar. La mayoría de los opositores, y algunos infiltrados en el gobierno, no saben, si quitarse o dejarse las caretas, porque al final les pueden servir de salvavidas para no ahogarse en las turbulentas aguas de la derrota, y la frustración, quedando rezagados antes la mirada de un pueblo, que ellos mismos le abrieron los ojos con sus errores. Además son pocas las caras nuevas. La mayoría tienen años militando en los partidos que se niegan a morir (AD y COPEI). A excepción del autoproclamado Juan Guaidó, a quien le dieron alas sin poder volar; los errores imperdonables de la oposición, y su actuación guarimbera de nalgas al aire, lo convirtieron en un auténtico fantoche, azuzado, como perro de presa por el imperialismo. No bastaron las recomendaciones de los Estados Unidos, buscando la manera de confeccionarle el antifaz con cara de candidato para presentarlo, como la opción de la oposición.

La tarea no es fácil, transformar a un personaje de mirada esquiva a pesar de su juventud, ansioso por llegar al poder, cuando su abrupta aparición lo delata, como un auténtico servil del imperialismo estadounidense, y la oligarquía nacional, a pesar del arsenal mediático "Made en USA" trasladado a nuestra tierra, como el fin de hacerle todos los maquillajes necesarios para presentarlo en las barriadas populares, como un verdadero payaso carnavalesco.

Este nuevo escenario es parte de los experimentos del imperialismo por clavar sus garras en Venezuela, sabiendo de la incalculable riqueza de nuestro suelo. La amenaza de invasión está a la vista de todo el mundo, apoyada por una poderosa cadena de medios de comunicación para crear mentiras, difamar, y lanzar "bolas", conocidas ahora, como falsos positivos para preparar el terreno para incursionar. No necesitan disfrazarse los ejecutores directos; no así los que se arrastran detrás de ellos, los provocadores fabricados por las redes sociales, quienes salen a repetir el mismo mensaje preparado por los laboratorios mediáticos en su constante renovación, y por eso los vemos, como los niños jugando en los brinca brinca agarraditos de la mano, para regresar a casa, frustrados a esperar una nueva invitación de otro Guaidó, porque el JUAN, no parece regresar, a menos que se transforme en una despampanante "garota" como expresó la fosforito Iris Varela.



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Narciso Torrealba


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