El filósofo -Ludovico Silva- y el transido Juan Guaidó

Un día martes 16 de febrero, nace en Caracas, en el año 1937, Luis José Silva, ibidem, muere el 4 de diciembre de 1988 con apenas cincuentiún escasos años que, hoy estarían bien refrigerados a la altura del obelisco nacional y, para este año de 2019, cumpliría su octogésimo segundo aniversario de fructíferos años de existencia, joven aún con la filosofía de su vida bien amontonada de tratados de contenidos de más austera sapiencia, con un gran poder intelectual de darnos las lecciones que perdimos por haber viajado apresurado a donde lo llamaron quizás, de un espacio inimaginable más comprensivo en el umbral del silencio de sólo leernos la memoria arbitraria en nuestro mundo n-existencial y, hemos vagado por esos pocos años de su ausencia, nisiquiera alumbrarnos pudimos con más esparcimiento de su intelecto con la lámpara de Diógenes en sus manos, recorriendo y buscando el camino de los hombres honestos con una paz esparcida a través De In Vino Veritas como cosas extrañas dentro de lo sublime de sus versos que escribió y dejó.

Ludovico Silva, fue de la opinión que en vez de seguir y repetir a los grandes filósofos, había más bien que, superarlos y transformarlos, adecuándolos a las nuevas realidades sociales de Latinoamerica con conceptos como dialéctica, materialismo dialéctico, ideología y alienación, y ver ésta no como un factor antropológico esencial a la naturaleza humana, sino como un fenómeno histórico, mientras que la ideología es un sistema de valores, creencias y representaciones que generan las sociedades hacia la explotación de interrelación entre los hombres -decía- como algo natural esencial de justificar la misma explotación dentro de la estructura social, que debe ser dialécticamente, reversible y cambiante, por el bien de las sociedades y, la pedagogía la pensó como el instrumento capaz de llevar adelante el desarrollo multilateral de los individuos dentro del consumo y ganancia como coordenadas importantes dentro del mismo desarrollo social.

Que falta nos ha hecho, Ludovico Silva, con su espléndida sindéresis espiritual que nos diera el regazo de su inteligencia de ver el mundo a su manera, lo cual, lo estudió, lo pensó y trató de enderezarlo cuál su brújula de conocimientos filosóficos del marxismo que, oportunamente supo adquirir, después, de estudiar durante dos años: filosofía y letras en Madrid -donde se ganó el apodo de Ludovico-, un año de literatura francesa en La Soborna y, un año de filología romántica en Alemania y, como si fuera poco en un pedir de deseos -oportunos y con dedicación- se graduó en la UCV en 1969 en la Escuela de Filosofía, summa cum laude, como el que mete la mano en un laberinto, y dice, esto es lo mío y atrapa la opción a escoger, de ser o no ser, y después comportarse a la altura de las circunstancias, como envidia política de algunos que dentro de su lógica sostuvo que las ciencias eran como el alimento primordial de la filosofía y de la pedagogía como fenómeno histórico entre las interacciones de las sociedades y ejemplo de servicios para otros que de hablar pendejadas ahora no pasan y quieren que los reconozcan como los moradores que se apetecen ellos mismos con alabanzas pedagógicas que él valoraba la escuela como la autoestima de esperanza y porvenir del pueblo que,lo llevó a ejercer la vida docente en la Central durante años de intelectual, tratando de ser lo más acertadamente conciso de una realidad que otros no veían y él sí en su ocupación de filósofo, escritor dentro del género de la literatura hispanoamericana, que lo condujo a ganarse el premio -in memoriam- de ser y estar entre los más importantes intelectuales venezolanos del Siglo XX.

Fue un estudioso de Marx y crítico, de Engels y de Lenin, y desarrolló su pensamiento dentro del marxismo de humanismo anticapitalismo, no con ideas de entrega a lo Guaidó y, observó la estrecha relación de existencia de la literatura con la filosofía dentro de lo político, para no distraerse en confundir que lo literario tiene que ver con lo concreto y lo particular, mientras que, lo filosófico con lo abstracto y lo general y defendió la tesis que la sustancia filosófica debería ocuparse con más interés hacia el Ente que hacia el Ser. No fue dogmático, siempre lo descartó y aportó ideas dentro de sus obras que algunas de ellas fueron traducidas al alemán y al italiano. Enfatizó que lo primordial dentro del modo de producción de la vida humana tiene que ver con la forma ideológica que justifica la producción material. Pasó por la radio, fundó revistas literarias y colaboró escribiendo en ellas como en los periódicos Clarín y El Nacional y, a lo largo de sus pocos años poéticamente vividos, empujó hacia adelante con aliento propio, como escritor y filósofo, el ensayo y, fue un comprometido luchador social que envolvió su espíritu de poesías dentro de lo paralógico, por todo ello: se ganó en su nombre, post mortem: la Fundación Ludovico Silva, dirigida por un hermano.

Tengo en mi poder su obra: Opera PoéticA ( 1958 - 1982) que, gracias a las Ediciones de la Presidencia de la República cayó en mis manos y que ahora releo a mi placer, tratando de entender como hacen los críticos y los teóricos que no es mi caso -que algo se pega- como él lo deja a su opinión, pero más a los teóricos de la literatura a los que prefiere en vez de los críticos por "ideólogos" y le da su agradecimiento en su pórtico glosario por la publicación de la obra a sus amigos, Presidente Jaime Lusinchi, y Ministro de Estado para la Secretaría de la Presidencia, Carmelo Lauría, que ellos -según él- conocían su posición filosófico política y como lo cortés no quita lo valiente, que sin esa ayuda no la conoceríamos, por lo que, no oculta su agradecimiento a ambos e indirectamente el mío por poseer el libro por una amiga secretaria de Miraflores que me lo regaló a su tiempo como mi alumna nocturna.

Y como éste no es un artículo de realce nada científico y más bien es el latir de un sentir a un trozo de su memoria y al recuerdo de quien en vida lo mereció, que en comparación dentro de la trayectoria de uno que fue lo que fue y otro que está en la cima de su "estrechez" como político, nada filosófico, ni pedagógico, ni estudioso, ni honesto, ni summa cum laude, más bien mecanizado a una entrega en busca como un parebant: del poder (por los gringos) y caza fortunas como actuante del capitalismo salvaje que, se manifiesta desleal a un país como el diputado -Juan Guaidó- presidente de la AN, cobijo de esta democracia, quiéralo o no, desde el 23 de enero en adelante de este 2019 le ha complicado la vida a los venezolanos, al imponernos de forma arbitraria como un mandato más a su alcance, entre otros, querer a lo macho ser "presidente -autoproclamado- interino", nada constitucional y, además quiere que nos matemos por una ayuda humanitaria -cancerígena- que no es real y, que nadie se la ha pedido con todo y lo mal que estamos y, él como un don nadie con los mismos deberes y derechos a los nuestros de acuerdo a la Constitución, se ha revelado como un enemigo que nos maltrata con su actuación que nos impone y "ocupa" un cargo designado desde el exterior, y que, sus compañeros de pillería política en desacato se han prestado a la imposición de las órdenes del lucifer gringo que, nos asecha con toda la mala intención de acabar con vidas inocentes, por lo que traslado a este artículo parte del poema de Ludovico Silva: "Cerca de Saturno" el que copio de su poemario con toda la fertilidad de que le encaja a la medida al "autoproclamado" Guaidó y, que Ludovico escribiera pensando a este acertado presente que nos vigila día a día, en este revoltillo de atrocidades políticas de quien ahora juega con el destino de la Patria como a una moneda al aire, cara o cruz.

Entresaco del poema dos estrofas que están a la par del momento del intruso: Guaidó, que -dicen-:

Allá abajo dan vuelta los hombres/ sin saber lo que va de amor a amor/ de orgullo a orgullo/ de soledad a soledad. / Yo estoy en un anillo/ que no rodea mi dedo/ sino mi idea entera del mundo: / apresado en una libertad total/ mas sabiendo que no hay parte del cosmos/ donde la libertad no tenga su cárcel, su destino/ y que es imposible hallar/ aun viajando por todas las galaxias/ una sola palabra humana/ que no sea por completo fatal. / Preso en la parábola!

Ay padre mío, padre mío/ cuánto te amo y te recuerdo/ desde esta altura gigante. / Padre, tú no sabes/ cuánto dolor se contempla desde esta altura. / Yo estoy viendo a todos tus hijos/ matándose, / veo cómo se odian las naciones, / cómo no sirven de nada los pactos de paz, / cómo caen bombas de hidrógeno/ o de napalm ardiente/ sobre campesinos que salen quemados, aullando,/ mientras el trigo se hace venenoso/ lo mismo que las Naciones Unidas/ y todo lo que está sustentado sobre pólvora.

Y al final de la siguiente estrofa, dice: "Yo soy/ yo soy, y no me olviden!" Claro que no te olvidaremos Juan Guaidó. Si tú eres la antítesis del venezolano y, en particular sobre todo de Ludovico Silva.

Y pudiéramos agregar: ¡Padre, la Patria grita de dolor y, no de parto, sino de angustias!



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Esteban Rojas


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