Una enseñanza preciosa perdida: La voluntad de Bolívar

La voluntad es el fuego de vida que mueve a la naturaleza. En la vida humana, ese poder eleva a la belleza, a la creatividad, a la inteligencia, al amor, que son más grandes, si la voluntad para su desarrollo está de por medio. Todo lo grande, lo que más admiramos, tiene su haber en ese motor imbatible. El uso de la voluntad proporciona un valor personal si hablamos de nuestra estirpe. Y la lección viene ofrecida desde la misma etimología, pues sea Dios o Zeus, ambos tienen en la palabra su origen y significado común: Dios es igual a voluntad, o Voluntad, como mejor nos plazca.

Esta premisa la antecedo para lo que voy: Bolívar, el que nos ofrecen, careándolo con ese otro desconocido, que al paso que vamos, parece que aquel va a ser quien quedará en el mostrador. Qué pérdida. Más cuantificable en estos años bicentenarios. Cuántas oportunidades extraviadas en nuestro desorden parasitario para la forja de un ciudadano distinto, si el perfil del que somos "epónimos" se hubiese cultivado en otra formación, teniendo como escuela precisamente, la de estos años, 1814-1818 / 2014-2018, donde la derrota fue el signo principal del grande hombre, aunque su voluntad tan zanjada para no dormir lo que pretendía, y menos con enemigo tan miserable, jamás la desmayó, antes bien, fue el estímulo para no cejar en su sagrada empresa.

El conocimiento de la mina que nos alimenta –Venezuela- nos ha provisto de más descuido antes que amor por ella. Más aún para los "enemigos del régimen", que ni de esta u otra riqueza se le descubra a este país quieren saber un ápice, pues de la única que ansían es la de ser marquesina del neón del norte a cambio de este terrón del paraíso "mientras esté gobernado por un extranjero" (?). Del otro lado, el snob por querer impresionarse ante el resto del mundo sobre el país, que si esta es la patria de Bolívar, que si de otros libertadores, que si tenemos petróleo para embadurnar al planeta, que si hierro, oro, bla, bla, bla, salta chillón y repugnante a cualquier ciudadano(a) del mundo que nos observe; adereza fácil la salsa xenofóbica en contra nuestra, a más de la que les viene inyectada del Departamento de Estado, pues en general, para los no nacidos en esta Tierra de Gracia, todos los de aquí somos PLAGA, seamos tirios o troyanos. Triste. Otra virtud cantaría con semejante legado bolivariano de haber sido conocido y aprovechado.

Al grano partiendo con sólo este ejemplo: el hecho de presumir un Bolívar que sólo tuvo seis derrotas en 400 combates que presentó, demuestra una ignorancia bárbara de quien cita esa grosería. Supongo que esa comparación proviene de una investigación que hiciera Tulio Febres Cordero donde concluyó que nuestra independencia tuvo el costo de 472 batallas, las que nombra con su fecha, algunas de ellas libradas en territorio granadino, supongo, porque en esos encuentros también pelearon nuestros paisanos. Pero no que todo ese bulto de combates fue liderado por el abnegado general. Peor, hubo días con batallas libradas simultáneamente en territorios muy distantes; creo que estos, más que a Bolívar, se están refiriendo al Capitán América. Y claro, sin saber ni indagar más, estos ignorantes creen saberlo todo sobre el Libertador con sólo soltar esa chabacana píldora egocéntrica.

Desde el funesto 15 de junio de 1814 (derrota de Bolívar y Mariño en la segunda batalla de La Puerta propiciada por Boves, y pérdida de la Segunda República), hasta 1819, Bolívar será un perseguido de la muerte, pues se le enganchó en sus pasos; en ese itinerario, la derrota fue su signo, al punto de muchos creer por entonces, que la sola asimilación a su mando podía ser señal de mala suerte. Después de dicha batalla, siguieron las caídas de Puerto Cabello, de Valencia, la emigración de Caracas al Oriente, batalla de Aragua de Barcelona, caídas de Barcelona, de Cumaná y Carúpano, padecimiento de hambre en el sitio a Cartagena, que cerró el broche de cierre del año 14.

En Jamaica (1815) de puro milagro no es apuñaleado por su valet, sufriendo el mortal suplicio un amigo inglés que esa noche ocupó su hamaca. En 1816 por poco se mete un tiro en la fracasada invasión a Ocumare de La Costa. En 1817 su estrella lo acompañó en otro atentado que le dieran los realistas en Casacoima, Guayana. Esa noche, exacerbado por las intrigas entre sus oficiales que solapados se burlaban de sus pretensiones de llevarlos victoriosos al Alto Perú, se levantó de su puesto de comensal y caminó sobre la mesa dando patadas y sablazos a los platos por servir, prometiendo nuevamente que llevaría al Potosí a quien lo acompañara en su suerte libertadora. Nadie le replicó. En 1818, excepto la victoria obtenida en Calabozo, todos sus encuentros fueron funestos, el más claro en la tercera batalla de La Puerta, después de casi tener el triunfo en sus manos, peor, su ejército doblaba en número al español; luego Maracay en su empeño por conquistar a Caracas; tuvo que resistir más encuentros funestos sufridos en la persecución; en Ortiz, para detener la cacería a sus reliquias, resistió con sus oficiales y todos se rebajaron sus grados militares, donde él quedó de coronel, Urdaneta de capitán, Anzoátegui de sargento, etc. En Rincón de Los Toros, obtuvo doble derrota sazonada de otro atentado; su hamaca quedó perforada de tantos balazos recibidos.

En fin, hemos sido criados en la flojera, la fanfarronería y el parasitismo; burgueses y pueblo; más de 100 años en eso; nada que ver con los testigos de los años bicentenarios que ¿recordamos?, y vivieron aquellos ancestros de los que supuestamente somos descendientes. No son estos la excepción de aquellos pasos difíciles que condujeron a nuestro país ser todavía hoy, el más despoblado de América Latina. El robo persistente y la trampa no nos quitan el sueño pues para eso vivimos sobre una mina que pare y pare riquezas a diario con solo pellizcarla; así se comporta nuestro subconsciente colectivo.

Con semejante prueba de voluntad, qué calidad de paisanos habríamos cultivado mediante la enseñanza de esa categoría, LA VOLUNTAD, la más alta que posee la naturaleza… y nuestra historia. La fanfarronería no tendría cabida. Aquella generación libertadora no conocía de petróleo, de oro, hierro, aluminio, diamantes y pare de contar; sólo tenían entre ceja y ceja la voluntad de ser libres, cuantimás su comandante en jefe que todo su legado y sangre los dejó en la gesta. Cómo nos ha faltado la enseñanza de RETOS que eduquen a nuestra gente en fortalecer su voluntad, desde los más pequeños, y no la vía de la flojera, de la trampa, de la zancadilla, de la envidia, extendidas en la calle; jornadas magisteriales para visitar y apoyar a los más débiles; jornadas de estímulo, el apoyo recíproco entre vecinos. Retos de creatividad, de arte, científicos que se formulen a principio de año escolar para entregar a fin de año, no sólo entre alumnos, sino también mixtos con sus vecinos, retos entre obreros. Forjas de siembras y cría; fundación de pueblos autosustentables, donde sus propios habitantes sean los de las propuestas y de su desarrollo; nada que ver con que sea papá Estado el de las fórmulas. Papá Estado atento para la ansiada horizontalidad que brotará de la inspiración en el reto de ser auténticamente libres. Para todo esto y más da la voluntad del hermano mayor que tenemos de ejemplo: Bolívar.

 



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Arnulfo Poyer Márquez


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