Esta mañana salí contento de casa, uno a veces tiene esa mala costumbre, iba a preguntar por algunos precios. El primero fue allí mismo al ladito, me dijeron que el requesón estaba a 115 mil ese día y que no se hacían responsables por algún cambio (un mes atrás estaba a 30 mil). Pregunté por el maíz en concha y éste llegó a 15 mil el kilo, va en franco aumento el muérgano me dije
La panela, que tiene tiempo que no pesa medio kilo, está entre 60 y 80 mil dependiendo a dónde pregunte uno y de quién responda (un mes atrás estaba a 10 mil). Las yemas, el cartón está a 160 mil; medio huevo sale a 3 mil, no lo venden porque tendría que ser sancochao y sale más caro. El pan dulce que era el orgullo del pobre pasó raudo y veloz de 15 a 25 mil, sin que les tiemble el pulso pensé.
En la farmacia pregunté por el «Losartan» y me dijeron que venía con previa consulta del cardiólogo, para saber si podía resistía un infarto al enterarme del nuevo precio. En este caso, no insistí y me abstuve de seguir indagando. Era mejor cortar por lo sano.
Podía haber seguido preguntando, pero para ser sincero da como miedo. No me atreví tampoco a preguntar si tales precios eran en yuan, en cristomoneda porque lo clavan a uno. No lo hice por lo delicado de la pregunta, se pueden herir susceptibilidades. Me olvidaba, cuando le dije al perro que la perrarina, la más perra, la que estaba a 10 mil pasó a 25 mil éste se lamentaba y se lamentó.
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