El núcleo del átomo de toda política

El abrumador triunfo electoral protagonizado por el pueblo
revolucionario liderado por el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías en
diciembre 1998, ha sido sometido a constantes tensiones desatadas, que
solo han sido contenidas en el marco de un sistema constitucional que
ha blindado el estado de derecho y la estabilidad de la República
Bolivariana de Venezuela.

Por esta razón, se ha convocado de manera inobjetable un proceso
constituyente enmarcado en nuestra Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela de 1999, en sus artículos 347 y 348. En estos
18 años, largo periodo constitucional de mandato socialista y
democrático, el pueblo originario ha garantizado la protección de
nuestro sistema constitucional, invocando el artículo 333 de la CRBV y
los artículos 7, 334, 335, 336 y 350 ejusdem.

Como podemos ver, contamos con un pueblo originario conocedor del
texto articulado de nuestra carta magna, y facultado con pasión, ha
sido el autor y protagonista de todos los procesos restitutivos de la
paz democrática contra todos los instantes de las tensiones
ocasionadas por factores relacionados internos y externos que atentan
contra el estado de derecho y la seguridad de la nación, como lo dicen
los artículos 333 y 350. Este accionar apasionado del pueblo, ha hecho
posible que en ningún momento los poderes del estado hayan decretado
estados de excepción en agravio a la población, porque es el propio
pueblo que ha asumido la responsabilidad de enfrentar con el
conocimiento de la Constitución a todos los agentes de inducción, de
perturbación y violencia que conducen al letal terrorismo.

La fuerza del pueblo como estado de la nación ha dominado estos
factores de perturbación, hasta el extremo de que aquellas naciones de
corte imperial, donde muchos de sus factores han conectado con los
factores perturbadores internos en nuestro territorio, han tenido que
aceptar que sus actos no democráticos son una violación contra nuestro
estado de derecho, son un comportamiento dictatorial similar al
fascismo, y en consecuencia el pueblo originario y a nombre de la
República, se ha levantado empoderándose con la razón, la justicia y
el derecho de asumir los artículos 333 y 350 de la CRBV, y enfrentar
todo intento de establecer un estado terrorista dentro del estado de
derecho de nuestro Estado-Nación, República Bolivariana de Venezuela.
La primera manifestación contra este fenómeno político de constitución
de estado terrorista que fue derrotado con la paciencia y la
inteligencia, y con la fuerza de la razón de estado, es el caso de la
Plaza Altamira, el carmonazo y todas las manifestaciones que se han
derivado de ello hasta nuestros días.

La paciencia del pueblo es el núcleo del átomo de toda política que
debe hacerse una realidad expresada en una Constitución, a la cual hay
que defenderla hasta con la propia vida.

Todas estas manifestaciones de perturbación que han sido derrotadas,
es porque hay la claridad de un pueblo originario que tiene un rumbo,
el cual no es posible detenerse ni distraerse en frivolidades por
cuanto se está creando una Nación profundamente democrática y
socialista, se requiere de una profunda seriedad y compromiso, por
hacer de todos y de cada uno de los venezolanos y venezolanas, dueños
de su propio destino como hombres y mujeres participantes de un
proceso de transformación revolucionaria.

En consecuencia, el crisol de las fuerzas productivas de la nación,
preparadas para la fabricación de los medios de producción, para
comprender el salto cualitativo que debemos darle a la mujer como
administradora del hogar con rango de trabajadora productiva en
función de la familia, el empoderamiento de las universidades públicas
y privadas en función del desarrollo integral de la nación con su
autonomía creadora, el fortalecimiento de la GMVV, la transformación y
distribución de la riqueza que un pueblo originario como fuerza
productiva hará que esta sea un bien rentable y de inversión para
todos y cada uno de los venezolanos y venezolanas, que el socialismo
es la conducción hacia una democracia socialista de todos los factores
de una nación en donde sus ciudadanos crearan sus propios espacios
para hacer riquezas que generen suficientes tributos distintos a los
de la industria petrolera, para que el estado con su racionalidad y
justicia los reinvierta con justicia social.

El crisol de voluntades de las fuerzas productivas, hará valer como
pueblo originario en la Asamblea Nacional Constituyente el renacer de
una nación democrática y socialista.



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Héctor Herrera Jiménez


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