La inhumación del cadáver de Simón Bolívar, el Libertador

Lentamente avanzaban los caballos y solo se oía el ruido de sus cascos al golpear el suelo, eran las 4 y 30 de la tarde y a lo largo de la ruta se encontraba reunida gente del pueblo, algunas personas se animaron a lanzar flores al paso de la carroza, un grupo pequeño de oficiales militares y amigos iban detrás del carruaje que llevaba un rustico féretro, éste construido unas pocas horas antes por colecta de los amigos presentes; era el sepelio del General. Poco después de morir el General Simón Bolívar su cuerpo estuvo en capilla ardiente en el edificio de la aduana del puerto de Santa Marta, Colombia, acostado en una mesa en medio de una habitación poco iluminada; de allí fue sacado el 20 de Diciembre para su enterramiento. El transcurso de 3 días habían dado tiempo para que llegaran algunos allegados al difunto, los parientes estaban sorprendidos y no terminaban de comprender como una enfermedad que parecía no grave pudiera haber causado su muerte.

Un oficial de origen europeo se veía muy dolido por la muerte de quien fuera su jefe y protector por cerca de 10 años, este oficial caminaba tras el féretro muy perturbado e ensimismado recordando cómo aquel hombre había recorrido la América confrontando grandes peligros, como había realizado su extraordinaria proeza del Paso de los Andes y las grandes batallas dadas por largos años acompañando al ejercito libertador. Recuerda cómo fue su llegada bajo el mando del general Wilson a Venezuela, recuerda todos los tramites que tuvo que hacer para quedarse en el país y cómo fue que después empezó a acompañar al hombre que iban a enterrar, también como fue que a su lado se informa de las dificultades que tuvo que sortear el General para poder mantener su liderazgo. Se percata de las intrigas y trampas políticas que constantemente tenía que sufrir aquel hombre, ellas provenientes de personas que él creyó eran sus verdaderos amigos, se recuerda cuando lo acompañó en la reunión con el general español Pablo Morillo y su encuentro con el general argentino José de San Martín, vio también como lo agasajaban; y percibió su resistencia a asistir a esos actos. A su lado aprendió de política y diplomacia al observar como su jefe intentaba convencer a sus aliados, y a sus enemigos, en Congresos y Convenciones, recordó como él mismo tuvo que hacer de actor, político, diplomático, asesor, informante y realizar cualquier otra cosa con el propósito de ayudarlo, y como se atrevió recomendarle al jefe no se presentara en la Convención de Ocaña debido a que el traidor General colombiano Francisco de Paula Santander tenía mayoría entre los delegados; suficiente para derrotar cualquier proposición que el Libertador pudiera plantear.

Al detenerse el cortejo ante la catedral de Santa Marta, el Irlandés se sobresalta, más al saber que el obispo no se encuentra allí por causa de un resfriado, comenta ¡Que excusa tan trivial, se nota a simple vista que es una cruel mentira! La sencilla urna fue introducida por la nave principal de la catedral en silencio, silencio interrumpido de vez en cuando por el taconear de las botas militares y el sonido metálico de algunas espadas, a las cinco en punto es colocada la urna en la cripta de la familia Granados, familia que prestó el sitio para el sepelio del grande hombre mientras las lágrimas asoman en los ojos de los presentes; pero las de Daniel Florencio O’Leary parecían ser incontenibles. Tal como había acordado el grupo de amigos militares y civiles, la tumba no tendría identificación alguna, se temía que el antibolivarianismo del momento pudiera llevar a los exaltados a violentarla y hacer desaparecer los restos del Libertador, también se habían puesto de acuerdo para abandonar Colombia lo más pronto posible, estaban convencidos que cuando el general Santander asimilara bien la noticia vendría contra los seguidores de Bolívar, siendo por ello que esa misma noche O`Leary, con su esposa e hijos, se embarca para Jamaica. En el viaje va pensando escribir sobre Bolívar, y se dice para sus adentro: El Libertador murió físicamente pero sus ideales y acciones tendrán que perdurar en el tiempo.



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José M. Ameliach N.


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