Bernardo Álvarez

Hace dos meses conversamos. Estuvimos un día completo intercambiando opiniones sobre la situación actual de la República y los cambios que se estaban operando en el mundo. Éramos diez u once amigos en un coloquio muy libre, opinando sobre la existencia de los Estados- Nación, como forma de organización del planeta, las mutaciones que han venido experimentando las asociaciones políticas, la vigencia de conceptos como: derecha e izquierda, la evolución de los métodos de análisis de la realidad, desde el clásico cartesianismo hasta el vaticinio intuitivo indígena. Fue un cruce de ideas que iba más allá de manuales y catecismos. Por supuesto que las intervenciones de Bernardo fueron aportes significativos.

Siempre fue así. Dando clases en la Universidad, o cuando militamos en la Causa R o en el PPT. Opinó sin prejuicios y con conciencia crítica. También lo hizo del mismo modo cuando nos tocó compartir los debates en el Congreso Nacional de la República, donde tuvo que entrarle a temas cruciales que iban desde la reparación de los tanques de guerra AXM-30, hasta el intento de compra por parte del estado de aviones Antonov. Asimismo discutió el valor de la Constitución de 1961, o el impulso de una Asamblea Nacional Constituyente en la ruta de un nuevo pacto social en la República.

Después nos vimos en Washington cuando él se desempeñaba como embajador de Venezuela en Estados Unidos, y yo estaba en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, responsabilidad para la que fui electo en Santiago de Chile, durante junio de 2003. Bernardo se desempeñó como un representante digno en la defensa de los intereses de la República, y mantuvo relaciones en pie de igualdad con la Casa Blanca. Asimismo, sostenía comunicaciones con representantes o senadores del Congreso norteamericano, manejándose con maestría ante demócratas, republicanos u otras organizaciones independientes.

Estableció conexiones con defensores de derechos humanos ligados a asociaciones inmigrantes, de protección de encarcelados, de las minorías raciales, de defensa de los derechos de la mujer, y puso un acento en las relaciones con la comunidad negra. Recuerdo que corría el 2006 cuando fuimos invitados por Danny Glover a un conversatorio sobre la igualdad derechos y no discriminación por raza. Le tocó a Bernardo hacer una exposición que fue aplaudida con fuerza. También recuerdo su interés por el caso de Lori Berenson, ciudadana norteamericana presa en Perú, por pertenencia a grupo armado, cuya defensa asumimos Ramsey Clark y quien esto escribe.

Muchos de estos paliques los teníamos caminando por la "M" o por las orillas del Potomac, o en el Centro Kennedy. Aprovechábamos de conversar del papel de los venezolanos en la grandes ligas, y la comunicación que tenía con peloteros como Melvin Mora, Guillen, Jhojan Santana, Miguelito Cabrera, y otros que eran verdaderos embajadores deportivos de Venezuela. Había recibido unos bates de regalo de estos deportistas portentosos.

Nos tocó después compartir en Bolivia, reuniones en el Palacio Quemado, en la Plaza Morillo, en la embajada de Venezuela en la Paz, o en actividades políticas en Sucre o Cochabamba. Recuerdo nuestras conversaciones sobre el destino del continente, atravesando el altiplano boliviano que es un paisaje único en el planeta. Tan plano como las llanuras de Barinas o Apure, y tan alto como nuestros espacios en el Pico El Águila. En esos coloquios, de un modo u otro, salía Carora, su tierra de nacimiento. Era parte de la familia de los "cara colorá" del estado Lara. En todo tiempo estuvimos comunicados. Sus amigos de verdad, estamos de duelo.

Cuando me informaron de la muerte de Bernardo, por esas cosas curiosas de la mente, se me vino a la cabeza el poeta Miguel Hernández: "Temprano madrugó la madrugada".

Freddygutierreztrejo@gmil.com



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Freddy Gutiérrez Trejo


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