Algo más de la traición de los sacerdotes (1/4)

Ya en el pasaje de la curación del hombre con la mano paralizada (Mc 3,1-6; Lc 6, 6-11) aparecen los enemigos de Jesucristo espiándole para acusarle y condenarle. El complot definitivo aparece narrado por los cuatro evangelistas y hasta Juan se vuelve muy expresivo a la hora de contar las andanzas de Jesús. La relativa coincidencia en los cuatro evangelistas indica el carácter histórico del fondo de la narración; he aquí los rasgos más sobresalientes del caso: Al reunirse los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, los escribas y los fariseos, coinciden todos en querer matar a Jesús y ellos señalan que no se atreven a hacerlo por miedo al pueblo, con lo cual se sobrepasa el nivel de la confrontación puramente personal. Pero se aprovechan de Judas, que llega a capturarlo con un grupo numeroso, enviado por los sumos sacerdotes. Juan añade que se trata de la cohorte y de los guardias, los romanos y los sacerdotes. Hay, pues, una captura en que se aunan los poderes sociales, políticos y religiosos. La acusación, a pesar de las divergencias entre los evangelistas, muestra por qué le persiguen y le combaten estos poderes.

Según Juan (18, 19-27) el sumo sacerdote (En la época, igual al Presidente de la Conferencia Episcopal de Israel) interroga a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina; se trataría, por tanto, de un problema de ortodoxia, pero tras este primer plano de la ortodoxia aparece el de sus seguidores, esto es, el de un movimiento que ha cobrado fuerza y frente al cual no tienen control los dominantes oficiales de la situación religioso-oficial. No deja de ser significativo que los guardianes le insulten; debieron de percibir en sus amos la persuasión de que Jesús era profeta y ponía en marcha dinamismos proféticos. En el juicio ante el Sanedrín se le acusa de querer destruir el templo. No puede pasarse por alto lo que suponía el templo en la configuración religiosa y política de Judea, la afirmación del templo nuevo que sustituye al antiguo era una blasfemia que exigía la lapidación. En este primer aspecto Jesús aparece como blasfemo, pero como blasfemo público, que pone en conmoción los pilares de la estructura del judaísmo.

Las acusaciones cambian ante Pilato. El punto de conexión está en la acusación de presentarse como Mesías, que de cara a los judíos se presenta como Hijo del Bendito y de cara a los romanos como Rey de los Judíos. Es Lucas quien propone el sumario de la acusación: «Hemos encontrado a este hombre excitando al pueblo a la rebelión e impidiendo pagar los tributos al César y diciéndose ser el Mesías, Rey» (23, 2). Pilato sabía que el Mesías sería enemigo de los romanos, toda la época de su mandato estaría llena de expectativas incomodas y de levantamientos armados de tinte mesiánico. Por eso pregunta a Jesús: ¿eres el Rey de los Judíos? Ninguno de los cuatro evangelistas pone en boca de Jesús el rechazo de esta acusación. Ante las reticencias de Pilato los sumos sacerdotes y los escribas le siguen acusando violentamente (Lc 23, 10) e insisten en que Jesús subleva al pueblo con su enseñanza. Ni Herodes ni Pilato recogen la acusación, pero al amenazar a Pilato con que si no condena a Jesús se convierte en enemigo del César, acaba por ceder. De hecho le condena a la crucifixión, pena típicamente política impuesta a los rebeldes contra Roma, se establece por la pretensión de Jesús en convertirse en Rey de los Judíos y enemigo del Poder y estructura social del Estado.



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José M. Ameliach N.


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