Requerimiento de una antiélite generacional e ideológica

Vivo Hugo Chávez, en Venezuela algunos de los revolucionarios que lo respaldaran quisieron que éste acelerara los cambios que, según su parecer, serían necesarios para consolidar y profundizar lo iniciado en lo económico, lo político y lo social desde 1999, especialmente lo que contenía el paquete de leyes generadas por medio de la Ley Habilitante que, entre otras legislaciones relevantes, incluyó la Ley Orgánica de Hidrocarburos, la Ley de Pesca, la Ley Especial de Asociaciones Cooperativas, la Ley General de Puertos y la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario; con las cuales empezó a delinearse una nueva realidad en el país, al mismo tiempo que escandalizaron a los sectores tradicionalmente dominantes, viéndose afectados en sus intereses. En algunos casos, esto los llevó a entablar -prácticamente- un enfrentamiento con el mismo Chávez, sobre todo en el campo electoral, al postular candidaturas opuestas a la línea oficial.

Es fundamental tener en cuenta que se impone cambiar en Venezuela no sólo ciertas formas políticas o económicas tradicionales, sino la forma de vivir y de entender la vida, con una visión multidimensional que dé vigencia real y duradera al socialismo bolivariano, o del siglo 21, del cual hablara siempre Hugo Chávez; yendo a la raíz de los problemas y no sólo a los síntomas. Por esto es imprescindible recuperar la voluntad y la tarea revolucionaria de construir unos nuevos valores y unas nuevas formas de organización sociales que reemplacen los valores hegemónicos y las instituciones vigentes sobre los que se ha erigido el modelo civilizatorio actual, reactualizando la necesidad histórica de la utopía subversiva. No son suficientes las pequeñas mejoras en materia de participación política, de legislación laboral o educativa, de vivienda o de salud, mientras el Estado y, con él, el modelo civilizatorio que le acompaña, no sean totalmente cambiados, privilegiándose la democracia directamente ejercida por una mayoría consciente y organizada.

De allí que se imponga el requerimiento del surgimiento -de ser posible, simultáneo- de una antiélite generacional y de una antiélite ideológica que puedan asumir, con la responsabilidad histórica que les corresponde, el estudio, la conducción y la orientación del proceso revolucionario emprendido en este país, de modo que haya un salto cualitativo que facilite la transición esperada mediante la instauración de paradigmas alternos que nazcan de una praxis formativa realmente revolucionaria; así como de nuevas estructuras autónomas, comunitarias y ecológicas que perfilen un nuevo Estado (hasta donde éste aún sea necesario) y un nuevo modelo civilizatorio, evitando la implantación imitativa de ideas y experiencias ajenas a la realidad particular venezolana, sin que ello signifique caer en un chovinismo trasnochado.

Tocará entonces a esta antiélite generacional e ideológica promover cambios, incluso al margen (y en contra) del Estado y del marco legal ahora vigentes. Cambios que podrán sustentarse en un mutualismo autogestionario, de un modo semejante al de las antiguas civilizaciones aborígenes de nuestro continente. Esto les permitirá convertirse en referencia de otros grupos que, al igual a ellos, exigen resolver satisfactoriamente las contradicciones e incongruencias contra las que se lucha y son herencia del viejo orden establecido.



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Homar Garcés


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