Los aliados del corrupto

En el marco de la polarización política, la corrupción ha conseguido aliados inesperados. La parcialización de los medios también ha venido a beneficiar a los que se lucran con el dinero robado del erario público. A los enemigos del gobierno no les interesa que se investigue el delito de cuello blanco y castigue a los culpables. En caso de que esto ocurra como en efecto está sucediendo, tratarán entonces de minimizar esta lucha y banalizar sus resultados. Si se destapa la olla podrida en el Central Azucarero de Barinas, los medios dirán que con ese dinero se financiaba el Comando Maisanta y, aun sabiendo que es mentira, desviarán la atención de lo fundamental, que fue el golpe contundente que se le dio a al corrupción.

Los pillos de la administración pública han tenido desde siempre unos cómplices invalorables, tanto en el sector privado como en los medios. No hay sobornado sin sobornador. De esta manera se ha tejido una madeja mafiosa que, en su expresión más perfecta, une en el delito al bolivariano corrompido con el escuálido corruptor. O viceversa. En los grandes peculados y en los contratos mil millonarios las barreras ideológicas saltan por los aires y los supuestos enemigos políticos terminan fundidos en

un abrazo ignominioso.

Todo el que salta la talanquera desde el chavismo, recibe un certificado de buena conducta que limpia todo su pasado. Los amplios prontuarios delictivos se convierten en historias heroicas. Muchos de los felones militares de Altamira se llenaron metiendo la mano en el Plan Bolívar 2000. Estos sujetos pensaron que el gobierno de Hugo Chávez estaba a punto de caer y se fueron a la plaza Francia. Allí los recibieron como héroes homéricos y los colocaron a la altura de Aquiles y Héctor. El negocio era redondo: volverían al poder y cargados de dinero. La oposición se babeaba. Aunque no lograron sacar a Chávez del poder, se quedaron con los dineros defalcados al país. Además, recibieron dólares de la NED y la CIA. Alguno dijo: si así llueve que no escampe.

Para los medios opositores, beneficiarios durante 40 años de prebendas, comisiones y contratos del puntofijismo, nadie que pase a la oposición es corrupto, como las denuncias sobre este flagelo sólo tienen sentido si afectan al chavismo. Todo lo demás es circo e hipocresía. Es por eso que las informaciones sobre la materia son genéricas y ambiguas. Nunca presentan pruebas ni soportes. El fin informativo u opinático es el escándalo y el efectismo político. Quienes han prosperado precisamente a la sombra de la corrupción, la extorsión, el chantaje y el palangre, les importa un bledo toda la cruzada contra la fuente de sus riquezas. Saben que aniquilar la corrupción es matar a la gallina de los huevos de oro.

De todos modos, aliarse con delincuentes a la larga termina pasando su factura. Nadie hacía negocios con Al Capone impunemente. Pretender dar golpes de Estado y paralizar la industria petrolera con mafias organizadas tiene un precio que, tarde o temprano, se ha de pagar. El carmonazo (o la carmonada) fracaso estrepitosamente porque antes de posicionarse en los cargos, se reclamaron las tajadas y se comenzó a repartir el botín. Las cosas no han cambiado mucho desde entonces. Si a un medio o periodista los apartan de un negocio turbio, gritarán que se está atentando contra la libertad de expresión. La perversión de este principio es otro de los aliados de la corrupción.


Esta nota ha sido leída aproximadamente 3578 veces.



Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

 earlejh@hotmail.com

Visite el perfil de Earle Herrera para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Earle Herrera

Earle Herrera

Más artículos de este autor